A pesar de los desafíos de
los tiempos que vivimos, la Democracia sigue siendo el único sistema político que garantiza
protección, capacitación, oportunidades y lo más preciado de la humanidad, las
libertades. Las decisiones importantes son tomadas por los ciudadanos a través
del voto; además de permitir que sus voces se escuchen a través del diálogo, en
lugar del uso de la violencia. Los partidos políticos son responsables de la
presentación de propuestas y políticas claras y diferentes para mejorar las ya
existentes. Se garantiza la alternabilidad en el poder mediante elecciones
periódicas libres y justas. El ciudadano puede salir sin miedo a votar para
cambiar gobiernos y dirigentes que no cumplan con sus deberes y obligaciones
constitucionales, democráticas y humanas.
La democracia empieza por
el diálogo. Pues se trata de mantener un entorno de confianza, aceptación y
respeto mutuo. Dirigida por auténticos servidores públicos. El “deber ser” de
la política. El “deber ser” de la democracia.
Nada de eso lo tenemos en la
Venezuela de hoy. Los abusos, las desigualdades, la corrupción, las violaciones
reiteradas de la constitución y leyes, la polarización política, el
autoritarismo carcomen progresivamente nuestro sistema de libertades y de
leyes.
Síntomas de una sociedad enferma
que requiere de ayuda política humanitaria para resolver sus problemas
domésticos, civilizada y democráticamente. Una enfermedad crónica provocada por
unos poderes públicos que, lejos de extirpar a fondo los tumores, han permitido
su propagación. Excusándose, buscando culpables y construyendo muros de
contención para que nadie intente hacerlo. Porque lo que importa no es atajar
de raíz una mala práctica, sino que no afecte a sus expectativas e intereses de
dominio. Igual comportamiento de la ciudadanía
pasiva y conformista con las curas paliativas del régimen; ignorando que
el paro institucional y sistémico condena a las actuales y futuras generaciones.
Se ha desarrollado una
cultura malandrina, donde priva el
individualismo, la codicia y los intereses particulares y partidistas;
olvidando el bien común de las personas y el interés general como objetivo de
convivencia, de progreso y desarrollo humano. Donde la mediocridad se ha
impuesto a la inteligencia, donde el dinero y el poder son las prioridades,
desplazando a las personas y los valores sustantivos de la sociedad como la ética,
la honradez, la igualdad, la tolerancia, la solidaridad y la justicia.
Una realidad societaria que
no queremos ver ni reconocer, nos quejamos pero no actuamos, pedimos elecciones
pero no participamos, exigimos cambios a otros pero nosotros no cambiamos. Todo
se mide en términos de rentabilidad personal, económica o electoral, en lugar
de lo que es cabal y decente. Lo que importa es cómo seguir manteniendo o
alcanzar el poder, aunque haya que mercadear propaganda en lugar de soluciones
reales y viables. Entretanto, la verruga de la clase de dirigente y del sistema
sigue creciendo.
@renenunez51 Instagram
nuñezrodriguezrenejesus
elportachueloderene.blogspot.com (edición 1425)
No hay comentarios:
Publicar un comentario