La revolución ya no puede
mantenerse bajo la promesa populosa de hacer de Venezuela un país socialista y
feliz. Tuvieron la oportunidad de construirlo, de haber administrado con
eficiencia y decencia la bonanza económica petrolera que tuvieron durante
muchos años con el precio del crudo: $100/barril.
Casi 2 billones de dólares
se habrían recibido desde 1999 por renta petrolera; recursos financieros suficientes
para haberlos invertidos; una parte, en más producción petrolera, más producción
nacional, más infraestructuras (educativa, sanitaria, vial, civil, tecnológica
y científica); haber pagado la totalidad de la deuda nacional (37 mil millones de dólares) heredada en 1999; y el
resto, prácticamente la mitad, haberlo ahorrado en reservas internacionales para
protegernos como país de una eventual amenaza por baja del precio del crudo o de una recesión económica, como en efecto ha
ocurrido.
Se ha vuelto a desperdiciar otra oportunidad histórica
para haber transformado semejante
riqueza en prosperidad, seguridad y bienestar social. El tamaño del fracaso revolucionario
es directamente proporcional a las dimensiones de la bonanza; los resultados
están a la vista y son verificables: desabastecimiento
de alimentos, medicinas, repuestos y productos en general; una grave recesión
económica (-7PIB), una hiperinflación y un “default” en puerta de consecuencias
nefastas. En vez de progreso, más atraso,
miseria y pobreza.
Entretanto, el régimen
sigue concentrado en mover pasiones, en el fomento de antagonismos de clase, clientelismo
político-ideológico, campañas asistencialistas; en la excusa y búsqueda de
culpables internos y externos y, en el invento de nuevas frases de alivio
populista “guerra económica”, “votar por la paz”, etc. etc..
No terminan de entender los
protagonistas de la revolución que los responsables de la tragedia-país no
están afuera, no señores, los enemigos de la pobreza están adentro,
identificados y conviviendo con nosotros la corrupción, la incompetencia, la
injusticia social.
No pueden ocultar los índices más altos de la historia del país en materias de: inflación, corrupción, criminalidad, improductividad, violaciones de derechos humanos y democráticos.
El ciudadano común sólo les
pide y exige ¡revolucionarios! ponerse en sus corazones las manos y puedan
comprender y entender las calamidades sociales que atraviesan y reducen cada
día sus posibilidades de vida individual y familiar.
La verdadera revolución
humanista es la que sitúa a las personas en el centro del desarrollo; potenciándoles
sus fortalezas, condiciones, posibilidades, y oportunidades en libertad para vivir la vida que valoran y
desean.
“En la presente crisis, el
Gobierno no es la solución a nuestro problema: el Gobierno es el problema”.
Ronald Reagan. “Cualquiera semejanza a la realidad, mera coincidencia”.
@renenunez51 Instagram
nuñezrodriguezrenejesus
elportachueloderene.blogspot.com (edición 1424)
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