Hoy quiero referirme a un tema sensible, delicado e ignorado en la discusión país: el eje
familia. Para algunos, tal vez, insignificante e inoportuno tratarlo en un
momento tan catastrófico como el que atravesamos
la inmensa mayoría de los venezolanos. Para otros, la oportunidad de plantearlo
por el daño estructural y brutal a que viene siendo reducida y sometida por
unas políticas públicas excluyentes.
Mientras se tengan familias
cohesionadas, con valores, mayores posibilidades habrán para contar con mejores
sociedades. Ella personifica la fuerza que determina una formación, una
educación en la vida de un ser humano. La fuente originaria natural de los
valores. La constructora de personalidades y conductas humanas, solidarias y
generosas.
Estas características han
desaparecido del común denominador familiar. Presentan un linaje desconocido y diferenciado.
Han estado inmersas de contradicciones, falencias, desviaciones y abusos. Avivadas por un sistema anti valores que las desnaturalizó, las
dividió, les sembró odios y
resentimientos sociales; conminándolas a respirar un clima emocional disímil fuera
de su control. La secuela: reducción del afecto, del respeto, del entendimiento, de la solidaridad y de la tolerancia. Los conflictos
se multiplicaron.
Un daño
estructural que obliga a los venezolanos de bien y de fe a aunar esfuerzos
sinceros y juiciosos para recuperar las buenas costumbres, los valores y los principios
perdidos. Su identidad criolla.
El valor nace y se desarrolla cuando cada uno
de sus miembros asume con responsabilidad el papel que le ha tocado desempeñar
en su seno, procurando el bienestar, el desarrollo y la felicidad de todos los
demás.
Son
muchas las familias donde hay carencia de la presencia física, la orientación
correcta y espiritual de los padres. Muchos separados. Enfrentados. Dónde los hijos
no cuentan para nada. Ni están dentro de sus prioridades y responsabilidades.
Un Estado inexistente que tampoco vela por su integridad y futuro, provocando
la deserción y toma de la calle de hijas e hijos mal formados y criados. Desprotegidos
e indefensos ante las amenazas de los vicios del entorno.
Acudir al
diálogo y a sus encuentros para recuperarlos, una necesidad de caridad y
humanidad ineludible e impostergable. Las propuestas de cambio que no están
basada en valores y principios, son inaceptables, no tienen sentido ni
propósitos comunes nobles.
Las
estadísticas de todos los estados muestran cifras aterradoras. Una acelerada descomposición
social que alcanza niveles inimaginables; cuyos víctimas y victimarios
provienen de las familias más vulnerables en lo educativo, lo económico y lo
social.
La
recuperación de nuestra sociedad pasa inexorablemente por la recuperación de la
familia. Haciendo de su estabilidad, los fundamentos de la libertad, de la
seguridad y de la generosidad.
Se trata
de un compromiso superior colectivo con la vida social de los tiempos por
venir. Fortaleciéndola de virtudes, y preparándola para resistir y sobrevivir
los ciclos de los desequilibrios políticos, económicos y sociales que son parte
de la naturaleza humana. Así como del engaño y de las manipulaciones perversas
del populismo.
Esta
experiencia de malos ratos de estos últimos tiempos, ha de servirnos de cobijo
espiritual, vivificando los conocimientos, las alegrías, las emociones y las tristezas
de los mejores y peores momentos sufridos para encarar en positivo y con
dignidad los conflictos que se presenten.
Ningún
proyecto de futuro tendrá éxito social sino hace de la célula familiar su
principal protagonista. Reconociendo y valorando su trascendencia e impacto
en la comunidad. Dejando abierto y libre la participación de todos los factores
y actores interesados en el progreso y desarrollo humano.
“El que es bueno en familia,
es también buen ciudadano”.
Presidente
del Ifedec Capítulo Bolívar
@renenunez51
Los
domingos, 8 a 9 am, en Onda Global por Onda 97.3 FM
En todo Sistema hay una unidad fundamental o básica para que este funcione optimamente.
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