Cuando la civilización se
dio cuenta de que el ser humano no era capaz de reconocer y respetar a sus
semejantes, aparece la necesidad de crear unas normas de convivencia social; incluyendo
las relaciones entre pueblos o naciones.
Es en la revolución francesa
cuando se abre el debate del tema de los derechos del hombre y del ciudadano. A
asociarse la moral con la política. Originándose después las condiciones quimeras
que hizo realidad un nuevo modelo de Estado, el de los ciudadanos, el Estado de
Derecho.
Es en la tercera Asamblea
General de las Naciones Unidas celebrada en París un 10 de diciembre de 1948, cuando se produce
la primera Declaración Universal de Derechos Humanos; aprobada por casi todos sus
miembros (56); absteniéndose Sudáfrica, Arabia Saudita y la Unión Soviética. Desde
entonces, la temática se ha convertido en una preocupación y ocupación permanente
ya no solo de la ONU sino de otras organizaciones internacionales (OEA, UE y ONG).
Tal vez sea una de las materias en las relaciones internacionales que más evolución
y consenso político ha tenido. Muchas de las violaciones a esos derechos están tipificadas
como crímenes de “lesa humanidad”. Y no prescriben.
Más que analizar esos delitos,
lo que hoy pretendo es seguir sumándome
a esa lucha de concienciación ciudadana
y política de nuestro país para reducirlos y evitarlos, si cada uno cumple con
el “deber ser ciudadano” “el deber ser dirigente” “el deber ser Estado
democrático”.
La prioridad de un Estado Democrático
y la de sus gobiernos no debe ser otra que la de garantizar progreso y
desarrollo humano, a todos por igual. Bajo tres premisas, la primera: Situar a las personas en el centro del plan de desarrollo
nacional; potenciándoles sus fortalezas, sus condiciones, sus posibilidades, y sus
oportunidades en libertad para vivir la
vida que valoran y quieren. Con salud, educación y trabajo digno y decente.
La
segunda:
Reconocer al trabajo como el motor del desarrollo para la creación de no solo
riquezas económicas sino riquezas humanas.
La
tercera:
Convertir el Estado en un facilitador del desarrollo, creando capacidades,
oportunidades y garantizando empleos decentes, libertades, respeto a los
derechos laborales y derechos humanos.
Las naciones que lo
entendieron, lo internalizaron y lo aplicaron son hoy exitosas y diferenciadas
por su calidad y seguridad de vida. Se han caracterizado por su desarrollo
sustentable, dejando al mercado solucionar
problemas económicos de la sociedad, bajo la supervisión y control del
Estado en cuanto al cumplimiento de las normas establecidas para tales fines. Respetando la propiedad privada y la vida de
los habitantes; condiciones propicias para atraer inversiones necesarias para
el financiamiento país.
Conclusión:
Solo promoviendo el crecimiento económico sostenido, viable e inclusivo, generando
pleno empleo y productivo, y garantizando
trabajo decente para todos, tendremos desarrollo humano.
@renenunez51 Instagram
nuñezrodriguezrenejesus
elportachueloderene.blogspot.com (edición 1429)
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