Lo que nos faltaba sobrevino a
complicarnos la vida individual y familiar. Nuestros hábitos de consumo
cambiaron radicalmente. Afectando y alterando nuestra “siquis”. Por la escasez,
los altos precios y la baja sustancial del poder de compra. Un proceso que se
aceleró este año y que hoy nos impide satisfacer los carbohidratos y las
proteínas básicas tanto vegetal como animal. En cantidad y calidad.
Nos acostamos y levantamos todos
los días pensando en la comida. Las primeras preguntas obligadas de cualquier
familia venezolana al amanecer, no cabe dudas, son ¿Qué comemos hoy? ¿Dónde vamos? ¿Cuánto tengo
de dinero? ¿En qué cola me meto para anotar mi número de cédula y encomendarme
a Dios y a la Virgen, para regresar a casa con algo y alimentar a nuestros
hijos? Ni el atún ni la sardina, ni el arroz, ni los huevos, ni la harina, ni
el pan, ni la pasta, ni la carne, ni el pollo, conseguirlo es una osadía humana.
Ya se come con lo que haya, una mala nutrición que nos hace vulnerable a las
enfermedades
A este vía crucis humano, se
adiciona otro también delicado y tortuoso, el de las medicinas; agravando el
riesgo salud. Son varios los venezolanos
muertos que no resistieron el tiempo de espera. Niños, mayores y ancianos.
La gente está comiendo con lo poco
que consigue para saciar el hambre, no para nutrirse y eso es alarmante e
inaceptable desde toda consideración humana. Quienes están obligados a
responder, poderes públicos del Estado, según la constitución, no han asumido la causa
menos la secuela de la tragedia en marcha; algunos de sus voceros han llegado
hasta la desdicha de negar la escasez de alimentos; atreviéndose a afirmar en
el exterior que hay suficientes alimentos como para abastecer tres países más.
“Somos campeones en defensa de derechos humanos”. La industria farmacéutica
venezolana ha reconocido una escasez del 90% en medicinas; mientras el poder
ejecutivo y el poder judicial unidos decidieron negar la entrada de ayuda y donaciones
de organizaciones no gubernamentales desde el exterior porque la consideran una
“intervención”. Ojalá, todas las intervenciones en el mundo fueran ayudas
humanitarias.
Las cifras son más dramáticas de lo
que se informa oficialmente. Los ciudadanos son testigos excepcionales de la
escasez, la inflación y bajo poder adquisitivo. No es una percepción. Un dolor,
un sufrimiento individual y colectivo.
Sí no se toman medidas urgentes
para encarar esta catastrófica situación con medidas acertadas y correctas, el
país está a la vuelta de la esquina de una indeseable crisis humanitaria por no
contar con alimentos y medicinas.
Prohibido seguirla ignorando. Los
actuales servicios asistenciales del país se encuentran colapsados. Incapacitados
para reducirla y superarla. Ya se ha
visto desde hospitales a directivos, médicos, enfermeros, empleados y pacientes
quejándose de no contar con insumos, equipos e instrumentación adecuada para
atender la demanda creciente de sus servicios.
Las causales se conocen. Están identificadas.
Igual las responsabilidades. La salud pública de una nación no puede depender
de que unos poderes públicos se pongan de acuerdo y asuman por su lado el rol y
los compromisos que les corresponden por derecho y humanidad. Inhumano.
Se requiere de una asistencia
humanitaria con urgencia, pasando por disuadir al gobierno de turno de abrir un
corredor humanitario para recibir la ayuda económica y de medicina de otros
países y ONG. Se trata de salvar vidas inocentes que nada tienen que ver con la
diatriba ideológica, partidista o electoral.
“Los derechos humanos no se violan
solo por el terrorismo, represión o asesinato, sino por estructuras económicas
injustas que crean enormes desigualdades”, Su Santidad Papa Francisco.
Presidente
del Ifedec Capítulo Bolívar
@renenunez51
Los
domingos, 8 a 9 am, en Onda Global por Onda 97.3 FM
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