Hoy los venezolanos sufrimos las
consecuencias de la aplicación de un modelo político cuyos objetivos los tenían
muy claro desde el comienzo los protagonistas del proyecto “Socialismo del
siglo XXI”; tomando como plataforma de
legitimidad la democracia. Un plan que se inicia con la convocatoria de la asamblea
constituyente y la elaboración de una nueva constitución, donde se lograron dos
exigencias importantes para el chavismo: una, la reelección indefinida y, la
otra, el período de 6 años; aunque la solicitud original fue de 8. Aprovechándose
de sus mejores momentos de apoyo popular, lograron enredar al TSJ para que el
período oficial se contara a partir de la puesta en vigencia de la Carta Magna
del 99.
Desde entonces, la prioridad del
régimen siempre ha sido anteponer lo
político-ideológico sobre lo económico y social. “No importa que andemos desnudos, no importa que no tengamos ni para
comer, aquí se trata de salvar la revolución”. Así arrancó este proceso con la tarea progresiva
y revolucionaria de desmantelamiento de la institucionalidad y del aparato
productivo nacional como estrategia estatal para mantenerse en el poder y asegurar
una economía centralizada y controlada; donde grupos políticos y económicos revolucionarios
fueran los beneficiadores de las políticas económicas socialistas a ponerse en
marcha.
No tardaron en implantar medidas de
controles de precios, de divisas, de exportación, de inamovilidad laboral; a
pesar de los mayores ingresos petroleros de toda la historia republicana,
estimados en un billón y medio de dólares. Riqueza que no invirtieron pero si derrocharon
sin control alguno. Incluyendo los préstamos nacionales e internacionales, que
hoy pesan en las cuentas del Estado para el pago de los intereses y amortización
de capital. Según el presidente, en los últimos 20 meses la nación ha cancelado
$35 mil millones por intereses de deuda externa. La misma cifra de la deuda
externa heredada del gobierno de Caldera.
No había que ser un experto de la
macro y micro economía para darse cuenta del daño estructural que el gobierno
revolucionario le estaba causando a la producción nacional; por ende, a mediano
plazo, al pueblo en general. Esta es la verdadera guerra económica planificada
que el régimen tenía “in pectore”.
Entretanto, nos mareaban con sus
discursos de esperanza y justicia y emprendía la tarea de preparar la siquis
del venezolano para que culparan a propietarios, dueños de capital, al mercado,
al imperio norte americano (no al chino o ruso) de sus desigualdades sociales.
Lo político privó sobre lo
económico. Cuando los dos factores deben de andar articulados promoviendo
prosperidad, otorgando mayores capacidades y oportunidades, buen intercambio
entre trabajo y salarios, seguridad individual y jurídica, motivando la
producción, creación y distribución equitativa de la riqueza. No se puede y así
está demostrado científicamente, alcanzar el bien común, cuando lo político anda por un lado; y lo económico controlado
y amenazado, por otro. Cómo es nuestro caso.
Para colmo, lo político tampoco
cumplió con su rol de establecer y proteger
los derechos de los ciudadanos, la
libertad y la justicia; promesas tan fanfarroneadas en alocuciones oficiales.
Cómo era de esperarse, la crisis explotó por todos los ámbitos provocando
descontento social del pueblo, engañado y frustrado por que las ofertas de
mejoras de sus condiciones de vida no se cumplieron sino se agravaron. Ahora hay
más miseria y pobreza, con avanzada desnutrición , escasez de alimentos y
medicina, poniendo en peligro la salud de los habitantes. Esa es la única y
verdadera razón, por la cual, más del 82% de los venezolanos exigen el justo
derecho constitucional de un revocatorio al presidente de la república al cual
le perdieron credibilidad y confianza
para resolver esta grave situación.
Cómo acoplar la política a la
economía, y viceversa, en la misma
dirección del plan de desarrollo humano nacional es el reto del estado moderno
y eficiente. Y de la nueva Venezuela por construirse.
Presidente del Ifedec Capítulo
Bolívar
@renenunez51
Los domingos, 8 a 9 am, en
Onda Global por Onda 97.3 FM
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