Transitaba el Dr. Caldera su
segundo gobierno cuando le tocó vivir las consecuencias brutales que produjeron
la baja del precio del crudo petrolero, llegándose a situar por los $8/barril.
Tal vez el más serio y embarazoso aprieto que había tenido Venezuela en su
historia democrática. Lo que forzó hacer ajustes fiscales y económicos severos;
entre otras, decisiones impopulares tomadas, una de ellas, la privatización de
la Siderúrgica del Orinoco “SIDOR” para salvar su continuidad y sobrevivencia
en el difícil y competitivo mercado del acero. Bajo la administración del Consorcio Ternium
Sidor, la factoría se recuperó,
saneándose en pocos años los estados financieros en rojo recibidos.
“Estamos mal pero vamos bien”, fue el mensaje
que dio el gobierno de Caldera al pueblo venezolano, a través de Teodoro Petkoff, Ministro de Planificación,
en tan malos, delicados y tensos momentos vividos. Una declaración corta, clara
y circunspecta. Con la cual se hizo un reconocimiento de la grave realidad que
atravesaba el país pero también oportuna para sembrar sosiego y certidumbre de
que el gobierno estaba ocupado buscando soluciones posibles y certeras para
superar la crisis económica. El “deber ser”, cumpliendo además con el sagrado derecho
de informar a los ciudadanos del proceder público.
En la economía, una decisión puede
cambiar el rumbo de un país. En positivo o en negativo. Es por ello, que los
venezolanos no nos explicamos cómo en las actuales circunstancias catastróficas, en lo económico y lo social, el
gobierno nacional no ha sido sensato con la república en asumir sus
responsabilidades que le corresponden, de acuerdo con lo establecido en la
Constitución Nacional. No ha sido capaz siquiera
de informar ni de reconocer sus desaciertos en materia de políticas públicas, a
pesar de haber contado con recursos y excedentes de ingresos petroleros suficientes
para haberlos invertidos en progreso (infraestructura) y desarrollo humano,
haberlos ahorrado en las reservas internacionales en prevención de una futura y eventual nueva baja del
precio petrolero, y no cómo ocurrió, dilapidarlos sin control alguno ante la mirada complaciente
de la anterior Asamblea Nacional. Para colmo, destruyeron el aparato productivo
privado. Por razones ideológicas.
La crisis les explotó en sus manos,
para evadir responsabilidades se han dedicado a la tarea permanente de fabricar
“chivos expiatorios” y enmendarles la total responsabilidad de su gestión
pública dilapidaría. “Guerra económica” “Álvaro Uribe” “Barack Obama”, son
entre otros, las “cabezas de turco” señaladas.
Por otra parte, siguen optando por
la conflictividad de poderes con apoyo del supremo poder de la justicia el cual
viene declarando todas las leyes aprobadas por la Asamblea Nacional como
inconstitucionales; impidiendo al Legislativo una función fundamental como la
de controlar la Administración Pública.
Entretanto, los ciudadanos, además
de sufrir la secuela del desabastecimiento de alimentos, medicinas y productos,
la inflación, la reducción progresiva
del poder adquisitivo, incremento del
desempleo, la inseguridad y la impunidad, estamos siendo objeto de
desconocimiento de la voluntad expresada el 6D, como fuente originaria de
legitimidad e institucionalidad y de representación política. Casi 8 millones
de electores impusieron con sus votos una mayoría calificada de diputados opositores
para rescatar la funcionalidad de la AN, y la búsqueda de una visión
democrática de la salida de la crisis.
Ya basta de conflictividad de
poderes. El empobrecimiento de los habitantes no es una percepción, una
realidad. El Estado no puede ignorar sus responsabilidades con los ciudadanos,
a quienes se deben. Las cifras de heridos y enfermos en hospitales, de presos
en cárceles y de entierros en el cementerio, son alarmantes; lo peor, no se ve intenciones
ni soluciones viables para encarar estas dificultades y desequilibrios. Hacia
afuera solidaridad e integración, hacia adentro todo lo contrario.
Presidente del Ifedec, Capítulo
Bolívar
@renenunez51
Los domingos, 8 a 9 am, en
Onda Global por Onda 97.3 FM
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