Más allá de los aspectos políticos
que en estos momentos privan en la toma de decisiones públicas, hay una
realidad inocultable de empobrecimiento a todo nivel; a pesar de que la cancillera
de la república en su discurso de la semana pasada ante la OEA haya invertido
la valoración veraz del contexto nacional: una Venezuela con una crisis
institucional, económica, moral y ética extrema. Se le olvidó el
empobrecimiento progresivo de sectores de alto, medio y bajo niveles sociales,
cuyos testigos somos casi 30 millones de venezolanos.
Cuando llegaron al poder los
actuales conductores de los destinos de la nación, había una base ancha y sólida
clase media; hoy fracturada y reducida por la mala e indebida distribución en
los últimos 17 años de los ingresos petroleros. Los desiguales niveles de
educación, la destrucción de la institucionalidad (poderes públicos
politizados), el fracaso de un modelo contrario a la productividad y al trabajo
libre, creativo e independiente del Estado, al excesivo y desigual control de
la economía privada, a la casi total
impunidad frente a vicios y arbitrariedades, suman una cadena de
desaciertos que hoy nacionales justos por pecadores pagamos las consecuencias directas.
La dependencia en un 97% de los
ingresos petroleros, la destrucción y sometimiento de los medios de producción
nacional, encuentra a la república desvalida, incapacitada y vulnerable ante la
baja sensible de los precios petroleros.
No se invirtió, no se ahorró, ni se hicieron lo que toda administración pública
seria y responsable con excedentes de recursos financieros hubiera aprovechado para
mejorar la calidad de vida integral de los ciudadanos.
Los poderes político y económico
están en manos de una minoría. Los del gobierno. Responsables directos de la
marginación y de la división de la sociedad. La clase media ha pasado, en los últimos
años, por un indetenible proceso de empobrecimiento. Los que ya estaban en la
pobreza, ese entonces, incrementaron su vulnerabilidad a condiciones extremas. Los
empleos y oportunidades, sobre todo para la gente joven, se redujeron.
La democracia no funciona
correctamente. La baja calidad del voto, sigue presente, los electores lo hacen
con poca seriedad o con ignorancia.
Todo ello ha conllevado a una
acelerada pérdida de credibilidad, confianza y esperanza en el sistema político
en general. El problema del círculo de poderes político y económico bajo el
control absoluto del Ejecutivo no solo genera e incrementa la pobreza sino
también la división, desigualdad e injusticia. No hay conciencia de Estado en
la estrategia y prioridad de la educación para el desarrollo de una nación
justa, sana y democrática. Se está ante un país disfuncional, uno de
apariencias y uno pragmático. Más preocupado y ocupado en mantenerse en el
poder como objetivo ideológico. Entretanto, la emergencia económica y social desatendida.
La buena educación (privada) está
reservada para quienes pueden pagarla, la misma situación tenemos en los marcos
de vivienda y salud. Esto limita la profesionalización de los jóvenes y
ensancha el círculo de la pobreza.
Salir de este estado de exclusión
social, obliga a cada integrante de la sociedad a entender que la democracia no
funciona si no se participa activa y comprometidamente en ella, eligiendo como
gobernantes, a personas capacitadas,
decentes y comprometidas con la producción diversificada, el trabajo, las
libertades, la prosperidad, la seguridad, la justicia y el bienestar de todos
sin distingo alguno. Apoyando y estimulando a los inversionistas nacionales y
extranjeros a invertir en áreas productivas de interés nacional (“hecho en
Venezuela”).
La salida constitucional de Maduro
no es suficiente, sino se está preparado para entender y afrontar los días
siguientes de su partida. “El político se convierte en estadista cuando
comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”,
Winston Churchill
Presidente
del Ifedec Capítulo Bolívar
@renenunez51
Los domingos, 8 a 9 am, en
Onda Global por Onda 97.3 FM
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