El mundo de buenas intenciones,
porque existe también uno dedicado hacer mal, ha estado preocupado y ocupado en
las últimas décadas por el futuro de la humanidad, en cuanto a las tres
necesidades fundamentales garantes de la vida humana como lo son el agua, la energía
y los alimentos. Esenciales para el bienestar y desarrollo humano de todas las
razas.
Los países más pobres que carecen
de estos vitales recursos se encuentran en Asia y en África, pueblos con escaso
desarrollo tecnológico, una escolaridad baja y una mortalidad alta. En Asia y
el Pacífico hay 650 millones de hambrientos; en África 280. América Latina y el
Caribe 55; en los países desarrollados, los llamados del primer mundo, suman unos 15. Unas
cifras aterradoras de la profunda crisis alimentaria y humanitaria que viven
estos seres humanos, siendo los niños los principales afectados.
Una población con desigualdades
sociales diferenciadas, imposibilitadas de comprar alimentos básicos para sobrevivir por
falta de oportunidades de educación, trabajo y medios para superarlas.
El crecimiento poblacional, la
movilidad social, la modernidad, el desarrollo tecnológico, industrial y
comercial, el cambio climático, se adiciona como causales agravantes de esta tragedia;
hasta tal punto que la ONU ha declarado en este milenio a la pobreza como una
de sus principales prioridades de lucha y combate.
Como consecuencia de lo anterior, la
demanda de agua, energía y alimentos crecerá significativamente en los próximos
treinta años. Según estudios del Instituto del Agua, Medio Ambiente y Salud de
la ONU, para el año 2050, la humanidad demandará un 70% más de alimentos que en
la actualidad; 50% más de producción de energía; mientras el consumo de agua se
estima un aumento de 20%.
Venezuela, en especial, nuestro Estado Bolívar, con una
inmensa y variada riqueza hídrica, energética y minera, como ninguna otra
región en el mundo, atraviesa por una casi crisis humanitaria similar de
proporciones vergonzosas y frustrantes, inmerecida pero real, producida por la
desidia e irresponsabilidad de quienes desde el poder y el Estado no actuaron
ni tomaron las debidas y oportunas previsiones y decisiones para no llegar al
estado infrahumano en que nos encontramos la mayoría de los venezolanos, al no contar con agua, con energía, con alimentos
seguros y suficientes como existieron en abundancia antes del año 2000.
Criminal que reservas naturales
como la del Cerro Guayana, El Caura, La Paragua, Embalse de Guri, Cuenca del Caroní,
Reserva Forestal Imataca y la del Parque Nacional Canaima, se encuentra hoy en
día en peligro. Inexplicable un Estado que concentra la mayor reserva hídrica
nacional (600 millones de m3/año) tenga a las urbes sometidas a racionamiento
de agua y electricidad; y a los municipios del Sur, cercanos a las fuentes
naturales, prácticamente sin el vital líquido.
El embalse Guri, de donde proviene
la energía eléctrica, dicho por el gobierno, está a punto de llegar a la cota
mínima de seguridad; momento que nos dejaría en oscurana por no haber invertido
a tiempo con eficiencia y transparencia el dinero que requería su mantenimiento
y expansión; por haber permitido la alteración del ciclo hidrológico de la
Cuenca del Caroní; por no haber impedido la desforestación irracional de
nuestros bosques; por haber permitido sin control alguno la explotación de la
minera ilegal causantes de la contaminación de ríos y afluentes, de la cuenca y
el embalse por más de 30 mil mineros: brasileros, guyaneses, colombianos,
ecuatorianos y venezolanos; y no evitar las quemas frecuentes de la sabana. Esa es la verdadera explicación
que tienen que reconocer el gobierno; más allá de los efectos de El Niño que han afectado el clima y la
periodicidad de las lluvias. Chávez ofreció salvar la Sierra de Imataca, proteger a
Guayana, para garantizarnos agua limpia y aire puro. Ni lo uno ni lo otro, todo
lo contrario. Escasez, racionamiento, colas, oscurana y enfermedades.
Presidente del Ifedec Capítulo Bolívar
@renenunez51
Los domingos, 8 a 9 am, en Onda Global por Onda 97.3 F
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