lunes, 13 de julio de 2015

Antes había un país pobre pero digno




 En los primeros  cuarenta años de ejercicio republicano liberal se construyó y fortaleció la democracia venezolana. Igualmente se inició, lento pero firme, un proceso de progreso y desarrollo humano después de la caída de la dictadura de Pérez Jiménez.
 Los gobiernos de turno, unos más que otros, mantuvieron sus planes quinquenales en la procura de mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos.  Obviamente, no fue un avance agigantado en todos los órdenes como debió ocurrir; pues siempre tuvimos de sobra, lo seguimos teniendo, recursos minerales, humanos y financieros suficientes para habernos transformado en una sociedad de primer mundo con una economía diversificada, incluyente, no rentista petrolera.
 Este proceso incipiente de industrialización iniciado en Zulia, Bolívar, Anzoátegui, Carabobo, entre otros estados, se achicó con la llegada al poder de Chávez, luego de Maduro, responsables de la instauración y continuación respectivamente de un modelo político, económico y social distinto al heredado constitucionalmente de la llamada IV república. Desde su instalación progresiva, no ha parado la destrucción de la institucionalidad, la contracción  del sector privado en la economía, la merma de libertades ciudadanas y el empoderamiento del ejecutivo como autoridad suprema de planificación y control total del Estado y de la sociedad. 
 Haciendo memoria de los años sesenta y setenta, la mayoría de mi generación, éramos pobres pero ricos con dignidad. Tuvimos la dicha de crecer bajo las égidas de valores y principios moralistas, cívicos y éticos de nuestros padres, muy superiores en cuanto a obediencia a los que hoy se experimenta en esta Venezuela irreconocible, dividida, intimidada, de odios ideológicos y resentimientos sociales.
 Nuestros patriarcas, casi todos sin estudios completos de primaria, fueron exigentes a la hora de la disciplina y el respeto. Seres virtuosos, serios, solidarios, trabajadores incansables, visionarios de los tiempos por venir; por eso, nos inculcaban a cada rato la necesidad de estudiar para que cuando llegaran estuviéramos preparados para competir y subsistir.
 Se contó -ese entonces- con un Estado y unos gobiernos facilitadores y cumplidores en materia de educación. Oportunidad que no desaprovechamos. Estudiamos como la mayoría nacional en una escuela primaria pública (Napoleón Narváez, Tacarigua de Margarita) con unos maestros comprometidos y exigentes no solo en la enseñanza sino en la moral y cívica.  Recuerdo, la escuela tenía un servicio de comedor; el cual solo podían disfrutarlo los niños  que por su bajo peso y estatura requerían de una alimentación balanceada y adecuada.  A nivel de secundaria, tuvimos garantizados un transporte público que nos llevaba y traía en la mañana como en la tarde del liceo (Francisco Antonio Rísquez, La Asunción).  Dotado de profesores, unos empíricos otros graduados, pero todos muy competentes en la transmisión del conocimiento de su materia. El grado profesional universitario, en mi caso, lo obtuvimos en la Universidad Central de Venezuela, para satisfacción familiar. Con orgullo, 6 hermanos lo logramos en diferentes universidades.
 Porque estoy convencido que esta vivencias la tienen -por igual- la inmensa mayoría de los venezolanos de la época, son las razones por las cuales esta semana las traigo a colación para destacar la importancia que representan los valores familiares, contar con un Estado cumpliendo con su rol de cooperador en el crecimiento de cada venezolano, únicos responsables de diseñar su futuro individual y familiar.
  El Estado se debe a los ciudadanos, no los ciudadanos al Estado; como ha venido pretendiendo en estos últimos dieciséis años el régimen de turno a través de un modelo conspirador de  todo estos buenos y sanos propósitos familiares y humanos.  
 Por ello fracasó ese modelo. El mismo que ha fracasado en varios países donde intentaron aplicarlo. Las libertades, los derechos de vida, el respeto a la propiedad privada, son derechos humanos irrenunciables e innegociables.  Inaceptable ver un gobierno nacional intentando  apropiarse de todos ellos para decidir qué, cómo y cuándo los ciudadanos debemos opinar, pensar, actuar, trabajar, vestirse y alimentarse. 
 Cuando Chávez dijo “Ser rico es malo, ser pobre es bueno” “No importa andar desnudos, no importa  no comer, todo por la revolución”, tenía conciencia plena del modelo que quería aplicarnos.
Recuperar el modelo anterior, ampliarlo, mejorarlo con nuevos actores políticos capacitados, decentes y motivación al logro, ha de ser el reto de todos los venezolanos que creemos en las libertades, en la inclusión social, el progreso y el desarrollo humano. Este 6 de diciembre tenemos la oportunidad de iniciar el rescate de la ruta democrática votando masivamente.
Presidente del Ifedec Bolívar                  @renenunez51                                                                                 

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