Al desnudo una sociedad de
cómplices
Hay un proyecto histórico de
país agotado. Que no da más. En lo político, lo económico, lo social, lo moral y lo ético. No
hay otra alternativa como la construcción de un diálogo sincero, serio y
decente de todos los sectores que hacen vida de nación para repensarla y hacerla
incluyente, productiva y justa. Una reingeniería completa viable y
diversificada en lo económico, sustentable en lo social; utilizando el medio
ambiente con sentido común, racional y protector. Con la misión de lograr una
economía independiente de los ingresos y altibajos del petróleo. Una nación de
leyes, estado de derecho funcional y oportunidades.
Se impone la siembra de una nueva cultura política
donde seamos “modestos en el hablar pero
abundantes en el obrar”. Con un
“parao” firme al reciclaje del mecanismo de conformación de élites políticas y
económicas – siempre de la mano – que viene actuando en Venezuela desde la
Independencia. Hay historiadores que atribuyen
a Antonio Guzmán Blanco, “el Ilustre Americano”, como el primer político corrupto
de la república por haber recibido una multimillonaria comisión por un empréstito
londinense que lo convirtiera en el latinoamericano más rico de los salones
franceses de la época. Desde entonces, el descarrío público no ha parado.
En la tumultuosa y precaria democracia de los
últimos años, la indecencia ha llegado a niveles inimaginables e
insospechables. No se me puede olvidar
expresiones de los ya fallecidos dirigentes: Gonzalo Barrios y Hugo Rafael
Chávez Frías, cuando coincidieron al afirmar “no había razón valedera alguna para no robarse los dineros públicos en
nuestro país”, pues los osados han contado siempre con la impunidad más
absoluta de un estado y el silencio cómplice de una gran parte de la sociedad. Las
últimas denuncias sobre las súbitas riquezas de algunos ciudadanos venezolanos dentro
como fuera del país se habrían forjado al calor de la complicidad, la
alcahuetería y los derroches del poder político. Lo penoso, con el descaro de un respaldo popular de los marginados,
los más vulnerables socialmente pero también de los más ricos. De dirigentes
políticos, intelectuales y medios de comunicación social atrincherados algunos
de ellos a la vileza y oportunismo.
En lo económico se sigue fortaleciendo una
economía nacional, una ciudadanía, parasitaria dependiente de los ingresos
petroleros, de la riqueza fácil sin trabajarla y sudarla. A título de
reflexión, traigo de nuevo el ejemplo de la economía noruega, un país petrolero
sin la variedad y las inmensas riquezas naturales de Venezuela, cuya economía es
independiente del petróleo (solo la financia su crudo en un 2%); en cambio, la
nuestra, todo lo contrario, depende casi total de los ingresos petroleros (92%).
Durante los gobiernos de Chávez y el actual de Maduro, entre los dos, la nación
ha recibido no menos de un billón y medio de dólares por renta petrolera, cifra
no reflejada en inversiones productivas, en progreso y desarrollo humano. ¿Adónde han ido a parar esos reales? pregunta sin respuesta. Entretanto, infelizmente nos
encontramos ante una sociedad atrapada de escándalos donde la corrupción y la
impunidad van de la mano. Y nada ni nadie garantiza aplicación de la justicia.
Ni donde se da información veraz, objetiva y oportuna. Mientras escasean
alimentos, medicina, productos y servicios de primera necesidad, empleos
decentes y estables. Con una inflación de 69%, un PIB -3,99% y 25 mil asesinatos en 2014.
Decía estos días el ex presidente socialista
español, Felipe González, que la gravedad de nuestra crisis nacional es
comparada con la que tuvo Cuba cuando los rusos le quitaron el subsidio
financiero; con la diferencia que la Venezuela de hoy no tiene “capacidad de suministro de calorías ni hay
institucionalidad para administrar la escasez”.
Como sociedad tenemos responsabilidades en
este proceso de destrucción nacional. Por
negligencia, “por no hacer”, “por dejar hacer”, “por dejar pasar”. Cualesquiera sean las razones o las
excusas, tenemos un compromiso de vida de país con nuestros mayores, con
nuestros jóvenes, con nuestros niños, con los que están por venir. Estamos
obligados a cambiar y rectificar. Por donde nos llevan, nos alejan de la
prosperidad, de la justicia, de la democracia, de la esperanza. Un callejón sin
salida. No se trata de soluciones emocionales
o ideológicas sino de garantías de vida, de respeto al derecho ajeno, de crecer
libre en lo material, lo espiritual y lo humano con capacitación y
oportunidades para todos, independientemente de pensamientos y creencias
diferentes.
Ello implica oírnos, entendernos, ponernos de
acuerdo donde tengamos coincidencia; discernir las diferencias, pero sobre todo
persuadirnos del bien común como prioridad estratégica de Estado y de sociedad.
Nuestros padres y abuelos carecieron de
oportunidades de estudios y trabajo pero fueron unos pobres dignos, ricos en
rectitud, valores, respeto y solidaridad humana. Mi modelo.
Presidente
del Ifedec, capítulo Estado Bolívar
@renenunez51
No hay comentarios:
Publicar un comentario