martes, 24 de febrero de 2015

¿Modelo creador de riqueza o de pobreza?



 Hay dos frases o pensamientos que vale la pena revisar para intentar entender desde otra óptica, la actual realidad política de nuestro país. Cada vez más confusa y manipulada por el gobierno  bajo la complicidad de una parte importante de la sociedad que “por ahora” sigue ignorando los desaciertos, los vicios, los resultados y las responsabilidades de quienes tienen a una nación al borde del abismo en lo económico y lo social. Una de ellas es universal “Salud, amor y dinero”  y la otra inédita, del difunto presidente Chávez “Ser rico es malo”.
 Comencemos con la primera: La Salud asociada al estado de bienestar general del ser humano. En lo físico, lo mental y lo social. La sumatoria de factores biológicos, emocionales y espirituales producen un equilibrio en el sistema de vida. La prosperidad no solo se refiere a la ausencia de enfermedades sino una condición de desarrollo humano que todo ciudadano debe cuidar y preservar. Hoy en día, se reconoce como un derecho humano que los gobiernos y el Estado deben garantizar y potenciar para que la población en general disfrute de una vida larga y saludable.
 El Amor se refiere a los sentimientos, la pasión (fuerte deseo de unión) y el compromiso para conservarlo y enriquecerlo.
 El Dinero, no es más que un instrumento de intercambio de bienes y servicios en una economía. En épocas pretéritas coloniales existió el trueque, cambiar una cosa por otra. La ley de la selva donde cada individuo buscaba satisfacer sus necesidades sin pensar en los demás más allá de los intercambios de subsistencia. Aunque algunos pudieran estar en desacuerdo conmigo, el dinero ha servido como medio facilitador del progreso, del desarrollo de las sociedades  cuando los gobiernos y ciudadanos lo han administrado con inteligencia, sentido común y racionalidad.
 Cuando la trilogía (Salud, Amor y Dinero) se ha aplicado con equilibrio y sabiduría, los pueblos han alcanzado el bienestar social,  sintiéndose felices.
 La segunda “Ser rico es malo”  la dijo Chávez en sus comienzos de su primer período constitucional como preparatorio sicológico del pueblo de caras al modelo que tenía “in pectore” aplicar y que aplicó (centralista, intervencionista y controlador de la ciudadanía al mero estilo del cubano); por cierto, ese entonces,  los economistas liberales y la dirigencia opositora dejaron pasar por debajo de la mesa las aclaratorias del tema y si lo hicieron, algunos, no tuvieron la contundencia crítica que merecía semejante afirmación. En su descarga  el país -ese momento-  era casi todo chavista. Vale recordar otra oración revolucionaria “Cuba es el mar de la felicidad. Hacia allá va Venezuela”.
 La realidad es que no hay en el mundo un ser humano que se haya ufanado de su pobreza. Qué no aspire contar con buena salud, amor y dinero suficiente para cubrir sus necesidades individuales y familiares. Mi  respeto para  quienes sostienen que “ser pobre es tener más tranquilidad en la vida, vivir más cercano a Dios y ser más humilde”.
 Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), la pobreza se ha convertido desde hace varias décadas en su principal preocupación y ocupación contra la cual se han hecho planes incluyendo los de este milenio con la finalidad de reducirla y erradicarla. Más de 1000 millones de habitantes en todo el planeta siguen viviendo en la miseria y muchos más sufren hambre y son vulnerables a las crisis ambientales o la inestabilidad de los precios. El Banco Mundial por su lado, viene igual trabajando con la comunidad internacional en esa dirección para aumentar los ingresos del 40 % de la población más pobre de cada país.
 Vivir en pobreza extrema, significa no tener recursos ni oportunidades para su crecimiento personal y el de su familia. La responsabilidad de combatirla es del gobierno y  debe asumirla con seriedad y firmeza como prioridad de Estado.  No para hacer dependiente al ciudadano del Estado sino,  lo contrario,  independiente con la capacidad de superar sus propias barreras y limitaciones sociales. Para lograr el desarrollo armónico de toda la población, los gobiernos inteligentes suelen apoyarse en la ciencia, en la tecnología, en las universidades, en las empresas nacionales e internacionales con la finalidad de garantizar  la estabilidad económica, la reducción de la inflación, la revalorización del poder adquisitivo y la eliminación de  las desigualdades sociales; en otras palabras, para derrotar la pobreza creando riquezas con productividad, libertades y justicia.
 Los ciudadanos deben contar con una vivienda digna, una alimentación sana y equilibrada, capaz de adquirir un automóvil según sus ingresos, comprar una ropa del estilo que mejor le guste, o sea, darse sus gustos personales. Si se canaliza de una buena manera es más lo que se puede construir con dinero que lo que se pudiera destruir.  Lo que no hizo la revolución chavista con la bonanza petrolera.
Presidente del Ifedec, capítulo Estado Bolívar      @renenunez51                            

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