martes, 27 de enero de 2015

Iglesia católica con voz y compromiso social



 Regímenes como el que tenemos en el país, siempre han considerado a la iglesia católica como un factor perturbador de su proceso por la labor y el contacto permanente que mantienen con los distintos estratos sociales llevando la palabra de Dios para convertirlos en buenos ciudadanos humanos. Sin ir tan lejos, desde que llegó al poder en Cuba el ateo Fidel Castro, nuestra religión ha sido mal tratada, humillada y vejada por la dictadura comunista. La visita de Juan Pablo II a la isla en enero de 1998, logró con Raúl Castro una ligera distensión que ha permitido -desde entonces- a laicos cristianos cubanos practicar la religión con menos restricciones y amenazas.  Recordamos de ese Papa  -ahora Santo- el extraordinario discurso pronunciado ante los jóvenes “He venido a Cuba, como mensajero de la verdad y la esperanza, para traerles la Buena Noticia, para anunciarles «el amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro». Sólo este amor puede iluminar la noche de la soledad humana; sólo él es capaz de confortar la esperanza de los hombres en la búsqueda de la felicidad”. Esta felicidad invocada confirma la presencia activa de la iglesia en la lucha social por mejores hombres y mujeres renovados en la fe y la esperanza para servir al prójimo de bondades y fortalezas para su emancipación como ser humano en libertad y en paz. Eso es política pero política sana, sin colores ni ideologías específicas, pugnando siempre por el bien común donde todos los seres humanos tengamos las capacidades y las oportunidades garantizadas de vida.


 En estos últimos 16 años los que nos gobiernan no han dejado de declararse católicos a conveniencia. Nos trae el recuerdo de Chávez en cada intervención de televisión mostrando con sus manos alzadas el crucifijo de Cristo redentor. Bastaba que un prelado o la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) se pronunciara exigiendo justicia social, para que  el expresidente fallecido reaccionara contra el clérigo con descalificaciones e injurias. Todavía me retumba en los oídos los agravios antes y después de su muerte contra el Cardenal Ignacio Velasco, entre otras frases  “Se vería en el infierno con él”  “No le di una patada voladora por respeto al ser humano”. Por cierto, el 11 de abril cuando Chávez fue sacado de la presidencia abruptamente, para entregarse puso como condición la presencia del Cardenal Velasco en resguardo de su integridad personal y la de su familia. Por instrucciones de éste, Monseñor Baltazar Porras acompaño a Chávez hasta el fuerte Tiuna. Igual recuerdo el discurso del jefe de estado a su regreso cuando el general Isaías Baduel, hoy preso (de Chávez), lo rescató y lo puso de nuevo en Miraflores, sus primeras palabras cargadas de emociones, de autocrítica, de arrepentimiento pero sobre todo de reconocimiento sublime a los oportunos y cristianos oficios de los monseñores Velasco y Porras, garantes de su vida en difícil momento cuando tenía de espalda a un sector militar.
 Maduro, sucesor impuesto por Chávez, no ha dejado de seguir el mismo patrón, el mismo trato anfibológico contra nuestra religión. Acaba de hacerlo contra la CEV porque ésta dijo lo que la oposición no ha sostenido con claridad meridiana, que la causa de la grave crisis nacional es el modelo político autoritario aplicado, de controles e intervención estatal a todo nivel. El vicepresidente Arreaza, ufanado de ser un irreverente católico, también manifestó su desacuerdo exigiendo a los sacerdotes quitarse las sotanas para hablar de política. Lo último, en el acto de entrega de la memoria y cuenta  del año de su gestión pública, el presidente se refugió y dejó todo el peso de la responsabilidad en manos de Dios reconociendo sus manifiestas incapacidades para gobernar con eficiencia y transparencia.    
 Traigo a reflexión esta historia del socialismo del siglo XXI en marcha, porque me parece necesario aclarar y poner en discusión abierta la responsabilidad política de la iglesia católica en nuestra sociedad como cualquier otra institución o sector no gubernamental con iguales derechos de opinión en esto de la política cuando se aleja de la protección de la vida, de los derechos humanos, de las libertades.
 La razón es simple, el evangelio no es más que un compromiso con los pies en la tierra en defensa de un mundo incluyente, de respeto, de amor, de solidaridad humana, de paz. No es un monasterio de altos muros que le impide ver las desigualdades y mal tratos entre gobiernos y gobernados sin poder  cumplir con los sagrados diez mandamientos. No hay domingo donde el celebrante de la misa no haga hincapié en la responsabilidad cristiana de estar siempre de lado de los pobres. No lo hacen para buscar o aspirar un cargo político burocrático porque se le tiene prohibido. La iglesia católica no puede ser esquiva ni indiferente mirar como tantos ciudadanos caen abatidos por la violencia, en la pobreza y en vicios de toda índole mientras los rectores del Estado se mantienen indolentes, insensibles, ocupados y concentrados en como servirse asimismo preferentemente y perpetuarse en el poder. Los feligreses tenemos responsabilidades compartidas con Dios y la política, saber a quién elegir. La disputa por el dominio de la verdad, la iglesia cumple su función sin necesidad de tener que demostrar el credo.
Presidente del Ifedec, capítulo Estado Bolívar      @renenunez51                                                            

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