Desde 1999, el régimen
chavista ha estado aplicando dos estrategias políticas muy certeras que le ha permitido mantenerse en el poder
durante 15 años en la dirección del proyecto socialismo del siglo XXI con
apariencia democrática. Una ha sido la
lucha de clases y, la otra, mantener a los factores democráticos concentrados
y ocupados en procesos de consultas,
elecciones y en confrontación permanente.
Con la primera, el
chavismo logró el objetivo de dividirnos en dos mitades, satanizando una de
ellas como “chivo expiatorio” de todos los desaciertos del pasado y del
presente histórico de la nación. Burgueses, oligarcas, conspiradores,
desestabilizadores, golpistas, apátridas, son entre otros, los epítetos que los
venezolanos en desacuerdo con sus pensamientos y acciones vienen recibiendo en
cadena nacional casi todos los días del alto mando del poder cívico-militar instaurado.
Con la otra fracción, sus seguidores, obviamente, el trato ha sido especial, deferente,
con distinguida atención y protección absoluta del Estado, siempre y cuando no critiquen sus ejecutorias. La maniobra discursiva y propagandística les
ha permitido congraciarse en todo este tiempo con los grupos más vulnerables a
quienes a diario les recuerdan que la génesis de su pobreza es obra de los
ricos, de los dueños de la propiedad privada.
Con la segunda, no cabe duda, han logrado distraer a la
dirigencia democrática de los graves problemas
económicos y sociales que padece el pueblo en general. Su lucha ha sido sobrepasada por las rastras
del ventajismo, de los abusos, de la complicidad de unos poderes públicos al
servicio de la conjurada causa chavista, ahora madurista.
No sería objetivo si no admitiera, el avance y
la legitimación del proyecto revolucionario antidemocrático, facilitado por una
Oposición que ha mantenido una conducta
confusa e incoherente desde el
vacío de poder del 11 de abril de 2002; luego cuando asumió la torpeza de no
participar en las elecciones parlamentarias de 2005. Con ambos eventos el chavismo creció y se consolidó en el poder.
Desde entonces, a la Oposición le ha costado
convertirse en una mayoría electoral clara y definitoria. Los problemas
domésticos de desunión y de protagonismos individuales de sus líderes naturales,
sigue siendo el talón de Aquiles para avanzar con mayor celeridad. Continúa
privando la agenda electoral y no la agenda democrática de país, de Estado, que pasa no solo por un triunfo electoral sino
también por suscribir un acuerdo amplio y plural a corto, a mediano y a largo
plazo con la finalidad de recuperar la gobernabilidad, la institucionalidad,
las libertades y el respeto a la propiedad privada.
El acuerdo unitario construido alrededor de
Henrique Capriles, ganador de las primarias, permitió reducir la diferencia con
el oficialismo en las últimas elecciones presidenciales a menos de un 3%, compromiso
muy efímero; pues con los comicios de gobernadores y de alcaldes, volvieron
aflorar las diferencias entre los partidos, hasta tal punto que a la fecha, se
desconoce el método y la estrategia común a desarrollar de cara a los sufragios
legislativos de 2015. Cada partido anda
celosamente cuidando su territorio tanto a nivel nacional como regional. En
Bolívar, hay hasta 4 grupos, cada uno por su lado, haciendo campaña adelantada
por las alcaldías y la gobernación. Deberían
estar reuniéndose para ponerse de acuerdo como van a garantizar el triunfo en
la región, contribuyendo con el mayor número posible de diputados. El reto
opositor es conquistar la mayoría en la Asamblea Nacional (AN) para obligar al
gobierno central a dialogar y a rectificar sus políticas públicas ineficientes,
maulas y excluyentes.
Ello requiere de la escogencia de los mejores
líderes o dirigentes de mayor credibilidad, luchadores sociales honorables, que
los hay dentro como fuera de los partidos capaces de ofrecer esperanzas y
garantías de gobernabilidad, con sentido plural, incluyente, conscientes de abrir
espacio a chavistas y maduristas hartos de engaños, burlas y falsas promesas. Igualmente, la tarea de convencer a los radicales a deponer su manera de hacer
política, invitarlos a formar parte de la alternativa de cambio.
Resumiendo, no hay razones ni derecho a más
equivocaciones, dilaciones, a posturas personales y grupales por encima de los destinos
de 30 millones de venezolanos. El régimen ya no da más. Se le agotaron las
excusas. No pareciera estar preocupados
por los severos daños estructurales causados a la nación. Han dicho, no van a
cambiar su modelo fracasado y retrógrado. No nos queda entonces, a hombres y
mujeres de este país, independientemente de la condición política, económica,
social, religiosa que se tenga, imponer la voluntad política mayoritaria para
detener la destrucción de lo que nos ha costado “sangre, sudor y lágrimas” desde la independencia
como es la república.
Presidente
del Ifedec, capítulo Estado Bolívar
@renenunez51
Mucho de la que tiene por hacer la oposición se centra no solo en la consecución del poder, sino en el trabajo de base y en la concepción de un programa de gobierno atractivo, de un discurso que "enamore" a los votantes no alineados. Esto último es importante, pues el discurso es soso y no tiene realmente un programa de gobierno, una propuesta de país, salvando algunos tips sobre economía, que sí los tiene.
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