martes, 14 de octubre de 2014

PORTACHUELO
                         Por: René Núñez
¿Vivir dependiendo del Estado  
o vivir independiente con apoyo del Estado?
 La vida no hay que interpretarla, hay que disfrutarla a placer. Por naturaleza es libre. Esa libertad le da al ser humano el derecho a definir su futuro. Sus destinos. A ser protagonista de su propia misión de vida. Con respeto y reconocimiento de las otras misiones de vida de sus semejantes con iguales deseos de regocijo. Es aquí cuando la libertad comienza a tener límites y espacios comunes y no comunes, que requieren de reglas claras de convivencia, de equidad social, mediante el imperio de un Orden o gobierno para todos por igual; de un sistema administrador de razones y de verdades con objetividad, equilibrio y capacitado para sancionar a los que infrinja o se desvíen de las normas y de las buenas costumbres.
 Para evitar la anarquía, con el transcurrir de los tiempos modernos, nace el Estado como garante de la sociabilidad. Muy recientemente, la democracia,  el fruto más preciado de ese proceso evolutivo, pues, el sistema político de vida que más cercano ha llegado a la justicia humano-social.
 El tema de esta semana para la reflexión y discusión como sociedad, es si debemos convivir  bajo la sombra o dependencia del Estado o si debemos convivir con independencia con apoyo del Estado.  ¿Los ciudadanos se deben al Estado o el Estado se debe a los ciudadanos?, un dilema que  debemos tener claro los venezolanos para desenmarañar una cultura política, donde ha prevalecido los favores, el protagonismo y personalismo de los gobiernos y los dirigentes.  Un jaleo que los venezolanos tenemos que resolver y debatir sin complejos ni prejuicios a todo nivel para entender una realidad que por la fuerza de la costumbre nos tiene confundido como sociedad. Una sociedad que pareciera haber renunciado a sus destinos y hasta ahora no ha sido capaz de darse cuenta de los desaciertos, de los errores y de los horrores que se vienen cometiendo desde el Estado contra su propia naturaleza humana, contra sus derechos humanos, contra sus libertades.
 No se puede ocultar este último lustro, la intencionalidad del régimen de turno de legitimar una situación de sujeción, de dependencia en lo político, en lo económico, en lo social, en lo cultural; de modo tal que la voluntad del ciudadano común se vaya reduciendo o anulando en la toma de decisiones fundamentales como sociedad libre y democrática. La asfixia y su desmovilización, bajo la fuerza de la amenaza y del chantaje, forma parte de una realidad social deprimente y excluyente.
 A nivel de discurso se juega con el concepto político de independencia y de soberanía nacional. Como nación. Como Estado. Pero, a nivel de población, no hay garantías de gobierno para que los ciudadanos ejerzan como derecho natural sus propias determinaciones de vida.
 En el pasado se luchó contra el colonialismo: la dependencia de sistemas autoritarios de gobiernos extranjeros; hoy en día, si bien es cierto no somos una colonia de la otrora monarquía española, no es menos cierto se está ante el potencial de un nuevo tipo de colonialismo; donde el Estado es el nuevo colonizador de las vidas de los venezolanos, al cual ha de deberse, de respetarse, de obedecerse, independientemente si lo hace bien o mal.
 Las libertades, los derechos humanos, la autonomía e independencia individual y colectiva de los venezolanos, son derechos naturales y constitucionales irrenunciables. Por la vía de la arbitrariedad y la inmovilización, muy difícil hacer de la convivencia social un goce humano. Por ello, hemos de levantar la mirada y revisar con conciencia otra opción de Estado, facilitador de la paz, de la concordia y de la armonía para lograrlo. Un Estado administrado para apoyar de manera incondicional la cultura de la vida, la de la convivencia social libre; garante de la igualdad de todos en el trato ante la norma o la ley, respetuoso de la diversidad de pensamientos y de acciones, de la participación y de la solidaridad humana.
 En las sociedades modernas, con calidad de vida integral, los pueblos son independientes en el pensar y en el obrar, son libres, valoran el trabajo, ingeniosos para buscar sus propias oportunidades de crecimiento y de bienestar, obviamente, con apoyo de un Estado y unos gobiernos muy claro hasta donde llegan sus límites, donde comienzas los de los ciudadanos. Creadores de capacidades, de oportunidades; preocupados y ocupados de la salud, de la educación, de la seguridad y de estimular todas las posibilidades para que haya inversiones productivas, por ende, empleos, en las áreas que interesan al desarrollo nacional que es el desarrollo de sus nacionales.
 El Estado más eficiente y más transparente es aquel que delega responsabilidades y funciones. Cultiva, protege, defiende y fortalece la clase media. Reduce la miseria y la pobreza, creando riquezas materiales y humanas. Estimula la excelencia, la competitividad, y mantiene en alto siempre la moral y la ética pública y ciudadana.  Pero por encima de todo, su mayor responsabilidad es la de abrir y despejar sendas a las generaciones de hoy y las que vienen atrás para que disfruten con sosiego sus vidas.
Presidente del Ifedec, capítulo Estado Bolívar      @renenunez51 

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