La semana pasada leí dos
declaraciones contundentes sobre el régimen que tenemos desde hace casi 16 años
con el consentimiento de las mayorías de este país, las que hicieron dos veces presidente
a Chávez, ahora a Maduro por sucesión revolucionaria. La primera a que me
refiero es la del periodista Wladimir Villegas, expte del canal 8 y embajador
de Venezuela en México en tiempos del difunto presidente, quién dejó muy claro que
el régimen no es marxista-leninista ni socialista. La otra, nada más y nada
menos de la senadora Isabel Allende, actual presidente del Congreso de Chile, hija
del expresidente Salvador Allende, la cual afirmó categóricamente que en
Venezuela había una dictadura militar.
Lo que si no hay duda, porque nunca lo han
ocultado sus defensores, es la absoluta relación de dependencia del régimen
chavista-madurista del gobierno de los Castros en Cuba, donde en el pasado Chávez viajaba con
frecuencia, ahora Maduro, a recibir directamente consejos comunistas, para
lograr la destrucción progresiva de la institucionalidad democrática, la
asfixia y desmovilización del ciudadano, el desmontaje de la economía
productiva privada, y la concentración de todas las decisiones de los poderes
en uno solo, en el poder central.
Lento pero firme se ha venido ejecutando el
pacto Caracas- La Habana; no es
casualidad o improvisación el plan socialista de la nación aprobado en marcha. Para
ello se ha contado con el petróleo, cuyo rentismo ha proveído los inmensos
recursos financieros para comprar, en lo interno, la conciencia del pueblo y la
de los rectores de los poderes públicos; y en lo externo, la conciencia de
gobiernos extranjeros a cambio de solidaridades automáticas para no ser
acusados de anti demócratas y violadores de derechos humanos.
Desde su llegada al poder, se ha hecho mucho
daño estructural a una sociedad que confió y sigue confiando (una mitad) en la promesa
del extinto comandante de concederle la mayor suma de felicidad social.
Poseídos por la destrucción y la división,
continúan acosando y tentando de temores a vidas inocentes y humanas, si no acompañan
su proyecto de socialismo del siglo XXI.
Los tipos ufanados de trabajar por el pueblo y
para el pueblo con conciencia de sus padecimientos y restricciones, solo les
importa cumplir a rajatabla el rol del mandato hegemónico de apropiarse de los
derechos de la gente, del país, para mantenerse en el poder, donde ellos sean
los únicos ricos fuertes, y los demás
los pobres débiles.
Por el lado de la oposición se observa varios
grupos intentando protagonizar la resistencia; el más radical, no termina de
entender que si no se derrota políticamente al chavismo en próximas elecciones,
una de ellas importante y estratégica como las parlamentarias, este país no
tendrá salida “por ahora”.
Nos oponemos a los discursos y a las campañas
de descréditos contra dirigentes, líderes sobrios y decentes opositores que
hacen esfuerzos por sumar voluntades y abonar el camino del diálogo para
unificar criterios alrededor de una Alternativa Democrática, donde todos son
necesarios y útiles.
Para facilitar su comprensión, traigo a
colación estas dos sabias reflexiones de dos auténticos demócratas: la de
Konrad Adenauer cuando le pedía a los alemanes inquietos por el socialismo en
la Alemania Oriental: “paciencia mucha paciencia” en espera de su fracaso, y,
sin duda, en el éxito de la Alemania Occidental; la otra, la de Ricardo Lagos después
de la derrota de Pinochet en el referendo popular, cuando cedió su candidatura
a la presidencia a Patricio Aylwin, al considerar que viniendo él de ser
ministro de Allende, al llegar a la presidencia, los chilenos podían dividirse
de nuevo. 17 años de dictadura militar fueron suficientes para entenderlo. ¿Cuántos
Ricardo Lagos tenemos en este país?
Presidente
del Ifedec, capítulo Estado Bolívar @renenunez51
Muy buen artículo René. Sin embargo, no pudiste responder la pregunta del título. Y es que es muy difícil responderla. ¿Qué es lo que realmente quiere la gente, dictadura o democracia? Parecería evidente que fuese la democracia, pero los hechos desdicen de esa evidencia y la respuesta hay que buscarla más adentro. Aún quedan residuos de pueblo que clama por un gendarme, el gendarme necesario, la "mano dura" que ponga orden. El asunto es que esta mano dura lo que ha hecho es destruir el país, de paso sin poner orden. El ciudadano común lo que quiere es que las cosas funcionen, y con este "gobierno" no funcionan. Esperemos con esa paciencia que dijo Adenauer.
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