Continuamos polarizados
como sociedad, en un laberinto sin salida “por ahora”, acorralados por la
indiferencia y la insensibilidad política y humana de quienes hoy gobiernan (oficialismo)
y de quienes aspiran a ser gobiernos en lo nacional, en lo regional y en lo
municipal (Oposición) al no asumir el diálogo como recurso de inteligencia
humana para resolver diferencias y conflictos. Cada uno por su lado, intentando
demostrar capacidades y fuerzas que en la práctica no se corresponden con los
resultados de bien común menos con las responsabilidad constitucionales de
trabajo armónico con visión compartida del presente y del futuro de los
destinos de la nación, con un modelo de inclusión garante de las libertades,
del orden, de la justicia y de la imaginación creadora de riqueza y de bienestar
de los ciudadanos.
El régimen como estrategia lleva más de 15
años dividiéndonos, obligándonos a creer en su única verdad, la cual nadie
puede negar le ha dado frutos políticos. La Oposición, por su lado, tampoco ha
podido cumplir con su rol de alternativa
democrática; para explotar una gestión de gobierno maula, corrupta y excluyente
donde lo ideológico ha privado sobre lo económico y lo social. Entretanto, el
pueblo en general ha estado reclamando
soluciones a sus problemas del abastecimiento, de los servicios públicos, de la
inseguridad, del empleo, del poder adquisitivo empobrecido, entre otros, sin
esperanza alguna materializada.
La MUD ha estado siendo muy cuestionada por
sus desacuerdos internos, generando baja confianza y credibilidad. La gente tiene dudas y sospechas por la manera
como viene siendo dirigida, no se ponen
de acuerdo en lo fundamental como lo es en el accionar unitario; cada partido
tiene una propuesta, un mensaje, una agenda, una visión diferente de enfocar la
estrategia opositora.
Dentro
de esa dispersión, tanto en el gobierno como en la oposición, hay que reconocer
sigue existiendo espacios políticos y democráticos para dar la lucha contra la violencia, venga
de donde venga. Está demostrado que violencia genera más violencia. Los demócratas
de convicción y de humanidad no podemos
permitirla menos ser cómplice de su propagación.
Desde las propias entrañas del Estado se
produce violencia cuando no se cumple a cabalidad las políticas públicas,
cuando se producen abusos y violaciones de normas, cuando no funcionan los tribunales de
justicia. Como secuela de lo anterior, se viene engendrando en los ciudadanos
otra violencia, quienes ante la impunidad y la exclusión tratan de tomar
justicia con sus manos. Frente a esta triste y deprimente realidad social, no hay otro instrumento más idóneo como el diálogo para
evitar el desorden y la anarquía, independientemente de su alcance y complejidad.
Los intentos, los fracasos que se han dado en
esa dirección, son parte de un proceso que ha de allanarse hasta imponerlo por
voluntad mayoritaria a través del voto. La historia está llena de ejemplos en
el mundo de como la paz dominó la violencia cuando sus pueblos la entendieron y
asumieron como condición de vida humana, sin disparar una bala.
Las mayorías nacionales apuestan por una
salida pacífica, concertada, incluyente, constructora del camino de la prosperidad, de la seguridad social, de la
justicia, del bienestar individual y colectivo. La violencia es el arma de los enemigos de la razón, de la verdad, de
la justicia, del bien.
En ese orden de ideas, comparto sin complejos
ni prejuicios, la necesidad de retomar las conversaciones con el gobierno,
paralizadas hace cuatro meses. Pero, ojo, primero, dirigentes opositores deben
dar un ejemplo de ejercicio sincero de diálogo dentro de la MUD. La doble
moral, no lo ha facilitado hasta ahora.
Con el nuevo Secretario de la UNASUR, Ernesto
Samper, un demócrata reconocido, expresidente colombiano, se abre una
oportunidad para reactivar ese encuentro con el gobierno nacional. La Oposición
unida debe dar el primer paso convencido de sus dificultades pero también de
sus posibilidades de detener, en lo posible, la destrucción nacional; la de
lograr mejores condiciones para el respeto de los derechos democráticos y
humanos.
Paralelamente, la MUD debe iniciar otro
esfuerzo similar mucho más amplio y
retador para transformarse en una auténtica fuerza alternativa democrática con organismos
empresariales y comerciales, gremios profesionales y técnicos, organizaciones
sindicales, universidades, estudiantes, ONG, iglesias, consejos comunales. Trabajar con ellos sin tregua hasta lograr un
consenso social por la prosperidad, la seguridad, el bienestar individual y
colectivo, donde todos nos sintamos satisfechos por la calidad de vida que nos
merecemos como ciudadanos, como seres humanos, como nación civilizada amante de
la paz y de las libertades. Hay una toma de conciencia en progresión a todo
nivel. La oportunidad para canalizarla.
Esa
consulta colectiva, pasa por lograr un sentido de identidad y de pertenencia, unidos
como fuerza se puede demostrar que la felicidad social prometida por los
revolucionarios nunca va a llegar por el camino por donde nos llevan. Esa discusión no debe excluir temas, tales
como:
1)
Lo social, para invertir los mayores recursos
en generación de capacidades humanas e infraestructura social y
productiva.
2)
El crecimiento económico sostenido, para contribuir con el desarrollo social,
mediante la creación de oportunidades (empleos), que permita al ciudadano forjar
su propio futuro
3)
El diseño y la ejecución de una política ambiental, para el mejoramiento de la
calidad de vida y el aprovechamiento sustentable de los recursos naturales para
las generaciones actual y las futuras
4) Una conciencia ciudadana, capaz de asumir sus
derechos y deberes participando en la toma de decisiones públicas de manera
activa y organizada en procura del bienestar colectivo
Presidente
del Ifedec, capítulo Estado Bolívar
@renenunez51
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