lunes, 8 de septiembre de 2014

¿Esclavos de la violencia?



 HOY vivimos en una Venezuela irreconocible si la comparamos con la de 15 años atrás  en cuanto a problemas, vicios, abusos y desaciertos. No me cabe duda, en la de ahora hay más violencia, una violencia que mantiene a la inmensa mayoría de los venezolanos en zozobra las veinticuatro horas del día. Hay marcados desniveles económicos, sociales y culturales provocando tensiones de diversos tipos por doquier. Un gobierno, un Estado divorciado y abocado a cosas que nada tienen que ver con soluciones serias y justas para detener el baño de sangre y la orfandad familiar que va dejando esta espiral criminal.  Con una población inerme aterrorizada. Aunque pareciera contradictorio en lo que se sostiene y se hace desde el gobierno central, se está en presencia de la explotación del hombre por el hombre, bajo la fuerza de un dominio ideológico que pretende destruir valores y principios morales y éticos, instituciones públicas de la democracia, con la única y perversa intención, no solo de controlar el ciudadano sino dominarlo en todos sus derechos,
 El gobierno se la pasa hablando de paz pero se olvida del camino que ha de construirse para lograrlo, que es el del desarrollo, un camino largo pero lento y seguro para alcanzarlo si se toma conciencia de la importancia de resolver  lo económico, lo social, lo cultural, lo jurídico, lo sanitario.  Nada fácil, nada esperanzador cuando se depende de una administración pública plagada de vicios profundos y generalizados.
 Las estadísticas muestran un crecimiento desequilibrado en todos los órdenes, Una minoría en el poder enriquecida y una amplia y creciente mayoría con carencias de servicios, de bienes, de productos, de alimentos, de medicina, y sobre todo sin protección del Estado de sus verdades y de sus derechos humanos. De justicia social.
 Históricamente la literatura marxista ha venido afirmando que la dominación económica de los pueblos conduce a la penetración política y cultural de los imperios o dueños del capital. Hoy podemos también sostener  lo contrario -sin temor a equivocarnos- la dominación ideológica conduce al control y la explotación económica, política y cultural de hombres y mujeres. Una explotación peor por la inexistencia de estado de derecho que garantice equilibrio en la sociedad.  Formas de opresión con opresores convencidos de practicar la violencia como medio y fin a la vez.   En Venezuela se observa un desprecio a la regla y el desconocimiento de su contenido ético. No entienden  ni están interesados en las transformaciones sociales, políticas, económicas, científicas, tecnológicas y culturales que han permitido acercar a los ciudadanos del mundo. Quienes cada vez toman conciencia del rol de la individualidad en la sociedad. El destino de cada uno está vinculado al destino de los demás.  En otras palabras, el colectivismo lo han logrado como sumatoria de esas individualidades;  y no al revés, como lo siguen invocando los promotores de esperanzas y fabricadores de miseria y de pobreza.
 Los odios ideológicos y resentimientos sociales, característicos en estos regímenes, engendran  actitudes y conductas sectarias y fanáticas generadoras de violencia. Llegan al convencimiento que todo hecho violento es bueno si le permite conseguir los fines que persiguen. Creando una atmósfera de terror como secuela de las diferencias graves y profundas marginales de la población al no haber justicia social. Por no recibir  respuestas claras y eficientes a los problemas de servicios públicos, de salud, de educación, de vivienda, de escasez, de empleo...
 Nada de estas consideraciones las vemos en la discusión y el debate de quienes por un lado, constitucionalmente están obligados a combatir la violencia, el gobierno, y por otro,  los voceros de los ciudadanos excluidos y maltratados. La presión social organizada no termina de consolidarse como fuerza sistémica para hacer respetar el derecho libre de progreso y desarrollo según la visión y las convicciones de cada individuo o familia.
 No nos olvidemos como sociedad, el acto violento sucede otro acto violento, una orden injusta produce una reacción injusta, con esta revolución hay un   saldo de 23 mil muertos por año
 En conclusión, la lucha contra la violencia no es, solo, un hecho jurídico sino también político, económico, social, ético, cultural. Es tarea de todos. Supone una acción individual y colectiva. El cambio del sistema autoritario y explotador, prioridad electoral. La instauración de un nuevo orden interno, con justicia, respetuoso de las libertades y constructor de bienestar sin exclusión alguna. Las parlamentarias, primer paso y reto democrático a corto plazo.
Presidente del Ifedec, capítulo Estado Bolívar      @renenunez51

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