HOY vivimos en una
Venezuela irreconocible si la comparamos con la de 15 años atrás en cuanto a problemas, vicios, abusos y
desaciertos. No me cabe duda, en la de ahora hay más violencia, una violencia
que mantiene a la inmensa mayoría de los venezolanos en zozobra las
veinticuatro horas del día. Hay marcados desniveles económicos, sociales y
culturales provocando tensiones de diversos tipos por doquier. Un gobierno, un
Estado divorciado y abocado a cosas que nada tienen que ver con soluciones
serias y justas para detener el baño de sangre y la orfandad familiar que va
dejando esta espiral criminal. Con una
población inerme aterrorizada. Aunque pareciera contradictorio en lo que se
sostiene y se hace desde el gobierno central, se está en presencia de la
explotación del hombre por el hombre, bajo la fuerza de un dominio ideológico
que pretende destruir valores y principios morales y éticos, instituciones
públicas de la democracia, con la única y perversa intención, no solo de
controlar el ciudadano sino dominarlo en todos sus derechos,
El gobierno se la pasa hablando de paz pero se
olvida del camino que ha de construirse para lograrlo, que es el del desarrollo, un camino largo pero
lento y seguro para alcanzarlo si se toma conciencia de la importancia de
resolver lo económico, lo social, lo
cultural, lo jurídico, lo sanitario.
Nada fácil, nada esperanzador cuando se depende de una administración
pública plagada de vicios profundos y generalizados.
Las estadísticas muestran un crecimiento
desequilibrado en todos los órdenes, Una minoría en el poder enriquecida y una
amplia y creciente mayoría con carencias de servicios, de bienes, de productos,
de alimentos, de medicina, y sobre todo sin protección del Estado de sus
verdades y de sus derechos humanos. De justicia social.
Históricamente la literatura marxista ha
venido afirmando que la dominación económica de los pueblos conduce a la
penetración política y cultural de los imperios o dueños del capital. Hoy
podemos también sostener lo contrario
-sin temor a equivocarnos- la dominación ideológica conduce al control y la
explotación económica, política y cultural de hombres y mujeres. Una explotación
peor por la inexistencia de estado de derecho que garantice equilibrio en la
sociedad. Formas de opresión con
opresores convencidos de practicar la violencia como medio y fin a la vez. En Venezuela se observa un desprecio a la
regla y el desconocimiento de su contenido ético. No entienden ni están interesados en las transformaciones
sociales, políticas, económicas, científicas, tecnológicas y culturales que han
permitido acercar a los ciudadanos del mundo. Quienes cada vez toman conciencia
del rol de la individualidad en la sociedad. El destino de cada uno está vinculado
al destino de los demás. En otras
palabras, el colectivismo lo han logrado como sumatoria de esas
individualidades; y no al revés, como lo
siguen invocando los promotores de esperanzas y fabricadores de miseria y de
pobreza.
Los odios ideológicos y resentimientos
sociales, característicos en estos regímenes, engendran actitudes y conductas sectarias y fanáticas
generadoras de violencia. Llegan al convencimiento que todo hecho violento es
bueno si le permite conseguir los fines que persiguen. Creando una atmósfera de
terror como secuela de las diferencias graves y profundas marginales de la
población al no haber justicia social. Por no recibir respuestas claras y eficientes a los problemas
de servicios públicos, de salud, de educación, de vivienda, de escasez, de
empleo...
Nada de estas consideraciones las vemos en la
discusión y el debate de quienes por un lado, constitucionalmente están
obligados a combatir la violencia, el gobierno, y por otro, los voceros de los ciudadanos excluidos y
maltratados. La presión social organizada no termina de consolidarse como
fuerza sistémica para hacer respetar el derecho libre de progreso y desarrollo según
la visión y las convicciones de cada individuo o familia.
No nos olvidemos como sociedad, el acto
violento sucede otro acto violento, una orden injusta produce una reacción
injusta, con esta revolución hay un saldo de 23 mil muertos por año
En conclusión, la lucha contra la violencia no
es, solo, un hecho jurídico sino también político, económico, social, ético,
cultural. Es tarea de todos. Supone una acción individual y colectiva. El
cambio del sistema autoritario y explotador, prioridad electoral. La
instauración de un nuevo orden interno, con justicia, respetuoso de las
libertades y constructor de bienestar sin exclusión alguna. Las parlamentarias,
primer paso y reto democrático a corto plazo.
Presidente
del Ifedec, capítulo Estado Bolívar
@renenunez51
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