No estamos satisfechos como ciudadano con el
país que hemos tenido. Ni con el que seguimos teniendo. La misión como sociedad
democrática de conquistar el progreso y el desarrollo humano de todos los
venezolanos con oportunidades, educación y trabajo decente, no se ha logrado.
No hay excusas, tenemos riqueza natural y humana de sobra.
No hemos dejado de tener una cultura rentista
petrolera en lo económico. Ahora peor, casi totalmente dependiendo del crudo
que lo tenemos en cantidades incuantificable por explorar y explotar. ¿Qué nos
ha faltado, entonces? Líderes, dirigentes y gobiernos idóneos, convencidos del
trabajo creador e innovador para construir bien común con libertades y respeto.
Llegamos al 2014 con más problemas y menos
soluciones. Este desequilibrio es la causa de la alta conflictividad laboral y
social en todos los estados. Las políticas públicas continúan sin interpretar
las necesidades de la gente, niegan la participación.
Los responsables, en primer lugar, el Estado
por no poner orden, no garantizar justicia y no crear condiciones para el
bienestar de la población sin distingo de color, de religión o de raza.
Segundo, el gobierno (poder ejecutivo) por ideologizar la sociedad -a juro- mediante un modelo centralista destructor de
la institucionalidad, asfixiante y desmovilizador del ciudadano, promotor de
odios y resentimientos sociales (lucha de clases). Tercero, los factores
políticos democráticos por la incapacidad de prever y darse cuenta hacia dónde
estamos yendo bajo un régimen como el que tenemos, sin procurar con aciertos
una propuesta de visión de país compartida y viable. Con la verdad por delante
para advertir las consecuencias del rentismo, del autoritarismo, de la relación
de dependencia absoluta del estado o gobierno.
Estamos entrampados tanto los seguidores del
gobierno con sus dirigentes como los
opositores con los de ellos. Para romper esa polarización que nos está haciendo
mucho daño, se requiere de un punto de encuentro para el diálogo. Un diálogo
colectivo no entre dos interlocutores. No, plural, constituido por los
partidos, los empresarios, los comerciantes, las universidades, los colegios
profesionales, los sindicatos, las iglesias, los estudiantes, las ONG, la
sociedad civil organizada. ¿Cómo? Venciendo las trabas y ambiciones
individuales y grupales. Con un lenguaje directo, franco, cordial y respetuoso.
Un reto por cumplir en una coyuntura política muy difícil con la cual nos
jugamos la suerte y, por ende, los destinos de la nación en los venideros años,
una nación en proceso de ruinas, cuya responsabilidad política y moral es de todos
reconstruirla con participación, imaginación creadora y valores.
La fuerza de los más fuertes hacen que sean
más fuertes los fuertes y la división de los débiles hace que los débiles sean
más débiles. Las mayorías nacionales piensan que sus problemas más serios son:
la pérdida de su poder de compra, la escasez, la inseguridad y las pocas
ofertas de empleos directos e indirectos.
Se nos plantea
como sociedad una tarea fundamental como la de demostrar los desaciertos
y los engaños del sistema instaurado en contra de la voluntad de las mayorías y
de la propia constitución nacional.
Estoy convencido de la profusión de
diagnósticos y de propuestas existentes para la salida de la crisis; pero lo
que realmente hemos fallado es en la habilidad de consensuar la mejor solución
y en la selección de “ejecutores eficientes y transparentes” para hacerla
realidad. El compromiso, por ahora, romper las barreras de la sujeción. Ser
auténtico en los que nos acerca y en los que nos aleja, pero todo para
reforzar cuanto haya de común para
superar cuánto hay de divergente, entendiendo como natural las complejidades y
los intereses disímiles entre los grupos.
La tarea no es encubrir lo viejo. Lo negativo
del pasado. El nuevo objetivo político ha de ser incluyente, para grandes y para pequeños, Hoy
más que nunca estamos ávidos de justicia. La injusticia está basada en el
sistema y es éste el que nos obliga juntos a reordenarlo y reorientarlo. No hay cambio sin hombres
cambiados. No hay nuevas políticas sin políticas renovadas.
Esa renovación ha de inspirarse transmitiendo
credibilidad y confianza. La esperanza se basa en la solidaridad humana.
Defendiendo y promoviendo valores. Nos mienten y se burlan de nuestra dignidad
quienes creen que por el camino de la falta de fe, de la crítica negativa, de
la división de la desesperanza y de los odios y egoísmos, del reino de la
violencia, podemos ser felices. Hagamos de los problemas soluciones tangibles y
venceremos la utopía
Presidente
del Ifedec, capítulo Estado Bolívar
@renenunez51
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