Como todos sus similares, el régimen de turno
ha cumplido en estos quince años -al pie de la letra- la estrategia de obligar
a sus seguidores y a sus opositores a no hacer uso de la memoria descriptiva de
las tropelías que a diario cometen en flagrancia, violando normas, derechos
constitucionales y humanos.
Se ha valido de la masiva y abusiva propaganda
mediática para distraerlos y desorientarlos con una agenda adelantada de
permanente confrontación y discusión de temas irrelevantes, nada que ver con los
graves problemas estructurales económicos, sociales, laborales, de empleos, de
orden, de disciplina, de justicia, de progreso y desarrollo nacional.
Ni dentro del sector oficialista ni dentro del
opositor, nadie está dispuesto asumir su cuota de responsabilidad en lo que ha
pasado con la destrucción del país. Bien sea por haber apoyado o por haber
votado o por dejar de ser, por dejar de hacer o por dejar de participar para
impedir la desintegración de una sociedad que hasta hace poco con sus virtudes
y fracasos se mantenía unida en cuanto a identidad y sentido de pertenencia
nacional.
Mucho se habla de decencia y de democracia, tanto en un lado como en el otro, pero el
autoritarismo, la dedocracia, la resistencia a la rotación de liderazgo y a los
cambios de paradigmas, forma parte de una conducta política dominante y excluyente.
La revolución chavista, ahora mezclada con la
madurista, no ha hecho realidad cambios prometidos en 1998, a
pesar de haber tenido y lo siguen teniendo control de poderes públicos, apoyo
popular y recursos financieros provenientes de la renta petrolera. Se les ha
pasado el tiempo echando la culpa al imperio norteamericano y a la Oposición de
sus falencias e incumplimientos de sus responsabilidades gubernamentales.
Entretanto, se someten a otros dominios imperiales más inhumanos, ajenos a
nuestra cultura, a nuestra historia, a nuestras costumbres, a nuestro idioma, a
nuestras creencias religiosas, a nuestros valores, a nuestra realidad
continental.
Los dirigentes oficialistas inconformes con lo
que están viendo de gobierno y dirección, tampoco aprovecharon su reciente congreso
del Psuv para plantear renovación y rectificación de las políticas públicas, incluyendo
la separación de la dirección del partido a jefes de gobierno, por no atender sus
reclamos sociales y laborales para los cuales dieron su apoyo electoral.
Por el lado de la Oposición, las fuerzas han
estado dispersas, con intereses y visiones distintas de la estrategia común
para convencer a las grandes mayorías nacionales de la necesidad de cambio del
gobierno y del sistema. No ha sido posible a la fecha amalgamar propósitos,
objetivos y ejecutorias comunes bajo la figura de una alternativa democrática amplia
e incluyente capaz de sumar los que ya no están dispuestos a esperar más tiempo
por los que hoy regentan sus destinos.
En la MUD, no se puede negar la existencia de
una división emocional hasta ahora no superada con prudencia y convicción democrática.
Mientras grupos de Leopoldo López, de María Corina Machado, de Henrique
Capriles Radonski, de Antonio Ledezma, de Henry Ramos Allup, de Roberto
Enrique, y otros disímiles factores radicales enemigos del diálogo, obren por
separado con mensajes, mecanismos, organizaciones paralelas y enfoques
diferentes, difícilmente se podrá llegar a un punto de encuentro inspirador de confianza y esperanza para la Venezuela próspera, segura y libre que
soñamos y nos merecemos todos los venezolanos.
El Alzheimer no escapa a ningún sector
político y no vale la pena mencionar ninguna en especial porque todos sabemos
cuáles son. El reto, para ambos sectores, recuperación de la pérdida de memoria
de nación, hacerse cargo de sus problemas internos y ofrecerle al país
soluciones.
Presidente
del Ifedec, capítulo Estado Bolívar
@renenunez51
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