No sé si como sociedad estamos obrando de buena
o de mala fe en esto de buscar mejores destinos que nos hagan libres, felices,
seguros y pacíficos. Sigo teniendo dudas razonables. La perfección social no
existe; sin embargo, la lucha permanente de los últimos tiempos ha estado enfocada en alcanzarla. Nada fácil, cuando
el esfuerzo se queda apuntalado en solo pensamientos o buenas intenciones. Hay
quienes todavía siguen anclados en etiquetas ya superadas como de izquierda o
de centro o de derecha. Los linderos de
las tres grandes corrientes políticas del mundo moderno: socialdemócrata,
socialcristiana y socialista, tienden a desaparecer por cuanto cada vez hay mayor
conciencia en los resultados como pruebas fehacientes para evaluar con mayor
objetividad la gestión pública independientemente del color o pensamiento en que se sustenta; pues el
éxito depende de un equipo capacitado, probo y comprometido en la ejecución del
programa de gobierno, controlado por unos poderes públicos autónomos e
independientes.
La democracia como sistema de vida sigue siendo
hasta ahora el único garante de uno de los cinco principios fundamentales de la
convivencia social que es la participación. Mientras mayor sea la participación
social mayores posibilidades de éxito tendrá
la administración pública. El problema radica cuando ésta se reduce en un acto
aislado como el de ir a votar por el presidente de la república o gobernador o
alcalde o diputados o concejales. Como pareciera ser nuestra realidad nacional. Renunciando a otros derechos como la
planificación, la ejecución, la evaluación y demás beneficios de las políticas
públicas que afectan la calidad de vida integral o bien común.
Se observa con suma preocupación como nuestra
gente, a todo nivel, tiende a involucrarse menos en los problemas de su entorno
o de su comunidad. Ignorando la importancia que representa convertirse en un
agente activo de su solución individual y colectiva. La de integrarse a sus organizaciones sociales más
cercanas y distantes, de acuerdo con su necesidad social. Dejar de lado la pasividad y liberarse del
yugo político que las autoridades nacionales, regionales, municipales suelen
imponer, para informarle a su manera y a su conveniencia de sus actividades y
decisiones como un mero invitado-espectador; negando sus derechos
constitucionales y democráticos de plantear sus propios problemas y soluciones en
la búsqueda de oportunidades y mejoras.
Los gobiernos que hemos tenido en democracia,
todos sin excepción, han venido formulando y aprobando políticas públicas sin
tomar en cuenta a quienes son los beneficiarios: los ciudadanos. La situación
se ha agravado estos últimos quince años cuando el gobierno central ha venido arrebatando
y concentrado las decisiones que constitucionalmente corresponden a gobiernos regionales y locales.
El régimen ha estado promoviendo lo de la
contraloría social, los consejos comunales ahora las comunas como una forma directa
de participación pero que en la práctica se reduce simplemente a una figura política
“populosa” cuyo poder decisorio se lo reserva absolutamente el poder ejecutivo,
quien asigna y aprueba presupuesto, donde influye la lealtad incondicional
ideológica como condición -sine qua non-
para recibirlo. Los consejos comunales, las comunas, en su mayoría,
terminan fatigadas y abrumadas de consultas y debates. El reto ciudadano es hacer valer sus derechos,
los gobiernos están obligados a rendirles cuentas claras y oportunas.
Presidente
del Ifedec, Capítulo Estado Bolívar
@renenunezr
Muchas gracias por estas reflexiones, quiera Dios que su contenido se multiplique en tiempo y espacios, especialmente en el sector educativo, donde todavìa podemos salvar la racionalidad...
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