No basta encomendarse a Bolívar, a Fidel o a
Chávez para las proclamas de la paz nacional. Hace falta otra cosa concreta y
práctica, además de la buena intención: Justicia. Un estado donde los
ciudadanos se sientan seguros, libres, con bienestar, progreso y desarrollo
humano.
Para hablar de actos justos o injustos, es
imprescindible que frente a mi exista otro como yo, con los mismos derechos,
con las mismas oportunidades de aprender, de formarse, de contar con un trato
igual ante la ley. Pues no puede haber justicia entre desiguales. La justicia
supone igualdad, y la igualdad supone, a su vez, que las soluciones que se da a
un caso determinado tienen que ser la misma para todos “iguales”.
Para aplicarla requiere de un orden, capaz de
colocar cada cosa en su lugar con equilibrio, con racionalidad, con ecuanimidad
donde el Estado, en democracia, asuma la rectoría con la colaboración de la
ciudadanía para garantizar la convivencia social pacífica, erradicando la
violencia y evitando las faltas y los delitos contra las personas y sus bienes.
La seguridad es sinónimo de orden público, la
garantía del ejercicio de los derechos humanos sin distinción ni preferencia alguna.
Cuando ese orden no funciona significa que los poderes públicos de la
democracia no están obrando de manera autónoma e independiente como pareciera
ser nuestro caso. No es “conspiración” ni “sabotaje” que el 80% de los
venezolanos sientan que la seguridad es su primer dolor de cabeza, lo que le
afecta su tranquilidad social a todo nivel. Aunque el gobierno no quiera
reconocerlo, en el fondo le afecta igual, en materia de inversión nacional como
extranjera, nadie quiere invertir en un país inseguro y violento.
Se está ante un régimen, ocupado y haciendo uso
indiscriminado de los recursos del Estado, en convencer a la gente que la
realidad económica y social actual no existe sino otra. La de ellos, la
imaginaria. Un poder ejecutivo sin voluntad política para trabajar con seriedad
las causas que hoy nos tienen como uno de los países más inseguros del mundo,
donde 25 mil venezolanos perecen anualmente por hechos violentos. Preocupado por
lo que reseñan los medios de comunicación social en vez de detener el baño de
sangre que en casi todos los rincones de nuestra nación tiñe el alma y el dolor
de familias impotentes e indefensas frente al crimen. Son muchos los planes de
seguridad anunciados con bombos y
platillos, ninguno ha podido detener la guerra civil declarada por la
delincuencia organizada y desorganizada contra sus propios hermanos. El
desahogo de pueblo contra pueblo. Con resentimientos y odios.
Mientras no hayan respuestas serias y efectivas
a las demandas sociales y laborales, mientras los cuerpos de seguridad no sean
depurados, fortalecidos con las herramientas y los medios adecuados, sus recursos
humanos formados y especializados para
combatir estas desviaciones, además de la valoración de sus condiciones propias
de trabajo y sociales, mientras los tribunales de justicia no sean operados por
jueces honestos y éticos garantes de sentencias justas, mientras las cárceles
no sean administradas por especialistas en la materia y éstas sean convertidas
en oportunidades para ayudar a los abusadores de derechos y criminales a reinsertarse en la sociedad como ciudadanos
útiles y humanos después de pagar sus condenas, mientras desde los poderes públicos
hayan funcionarios con doble moral dejando de cumplir sus obligaciones
constitucionales para servirse a sí mismo de manera fraudulenta y corrupta, no
cabe duda, el otro gobierno paralelo, el de la inseguridad, seguirá imponiendo
su dominio arbitrario y violento alejándonos de la paz y de la justicia.
A los ciudadanos nos queda involucrarnos en
actitud, comportamiento y control, cerrando filas frente a dos realidades: una,
la delincuencia y, la otra la desidia e irresponsabilidad de unos gobernantes
insensibles e inhumanos. La droga, el
consumo de alcohol, la exclusión social, la corrupción, la ineficiencia, los
abusos y las mentiras gubernamentales, son factores que como sociedad nos
obliga hoy más que nunca a unirnos para exigir
los cambios sin temor alguno por una Venezuela próspera, libre y segura.
Presidente
del Ifedec, Capítulo Bolívar
@renenunezr
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