jueves, 22 de agosto de 2013

¿Participación ciudadana activa o pasiva?


 Si en algo como sociedad democrática hemos dejado de ejercer a plenitud en los últimos años es la ciudadanía. Para exigir, reclamar al gobierno respeto en el cumplimiento de los  derechos constitucionales y humanos. En el trato igual de todos ante la ley. La pretensión del actual gobierno de seguir con la línea del anterior donde hay unos venezolanos buenos y unos venezolanos malos sin derechos ni beneficiarios de los servicios públicos, no deja de ser una segregación política, económica y social inaceptable.
 Las violaciones y el mal trato en ese sentido han ido “in crescendo”, en detrimento de los espacios, de las oportunidades de progreso y de libertades que en una democracia funcional un gobierno serio, como primer ejemplo moral y ético de la sociedad, debe garantizar sin distingo y preferencia alguna.
 En la crecida brecha entre problemas y soluciones, los ciudadanos de este país tienen una corresponsabilidad directa e indirecta, pues con su pasividad de alguna manera consciente o inconscientemente se han estado convirtiendo en cómplices de su propia tragedia social.
 La participación ciudadana requiere de conocimientos, actitudes y prácticas firmes y efectivas para hacer entender a los gobiernos y dirigentes que solo hay un objetivo común: una calidad de vida integral sustentable en el tiempo.
 La apatía, el hastío, el desencanto, la impotencia, el miedo pasivo de las mayorías nacionales estaría facilitando al régimen de turno a seguir aplicando -al pie de la letra-  sin resistencia importante la cartilla ideológica autoritaria cubana, cuyo fin es el control y sometimiento de la disidencia, de los medios de producción, de los medios de expresión, de la ciudadanía en general.
 El mejor día para darnos cuenta de ello es hoy, si lo hacemos hoy mismo, mañana las cosas podrán ser mejores para nosotros, para nuestros hijos, para nuestros nietos.  La historia del desarrollo humano en el mundo, nos demuestra que las sociedades cercadas por  conflictos domésticos de antagonismos, de anarquías, intereses encontrados por lo ideológico o religioso, tomaron su tiempo para entender sus contradicciones y frustraciones. Su fin vino después de mucha “sangre, sudor y lágrimas” cuando  tomaron conciencia de su miseria, de su atraso, de su involución, encontrando en el diálogo civilizado el instrumento humano más práctico y efectivo para ponerse de acuerdo sobre sus destinos, un futuro garante de prosperidad, de seguridad social, de paz, de imaginación creadora,  productiva y libre. Donde gobernantes y gobernados con sus diferencias se respeten  preservando las normas de convivencia social y democrática.  
 Insistimos y no descansaremos de invocarlo acá en la dividida y desprotegida ciudadanía venezolana.  El fruto de ese diálogo hagamoslo realidad organizándonos en cada sector, no solo bajo las figuras jurídicas del Estado existentes, hay otras como las ONG, las fundaciones, las gremiales, entre otras, para hacerlo.
 Llegó la hora para exigir a nuestros representantes ante los organismos deliberantes nacionales como regionales o municipales el cumplimiento de sus funciones y responsabilidades que se les delegó por votación directa y popular de conformidad con lo establecido en la Carta Magna.   La Asamblea, el primer Órgano del Estado, el CLEB de la región, y los Concejos de los municipios, la administración de sus competencias son de responsabilidad de nuestros diputados y concejales que elegimos, pero que irresponsablemente, en su mayoría, están  de espaldas a sus deberes y obligaciones constitucionales por un lado, y con nosotros, en lo moral y lo ético.  No se hacen eco de la discusión necesaria sobre la libertad de los medios de comunicación, de la corrupción, del grave problema de inseguridad en todo el país, de la escasez de alimentos, de los altos pasivos laborales, de las deficiencias en la prestación de los servicios públicos.  Ocupados aprobando créditos adicionales y despreocupados en la exigencia de fiscalización y control de la gestión pública, de la rendición de cuentas, de los sufrimientos y falencias de los ciudadanos, a quienes no se les oye ni toman en cuenta para nada, a menos que necesiten de sus votos.  
 Que hacemos, entonces, ciudadanos, nos quedamos con el desencanto de la política y, sobre todo, de los políticos, culpando a todos por igual, deslegitimándose de esta manera la democracia y el Estado de Derecho, y aceptamos el empobrecimiento como una conducción de vida social normal. YA BASTA, ni un muerto más, ni un producto escaseado más, ni una pérdida de empleo más, ni una empresa pública o privada quebrada más, ni un acto de corrupción más, ni una mentira más.


  Presidente del Ifedec, Capítulo Bolívar              @renenunezr  

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