Si en algo como sociedad democrática hemos dejado de ejercer a plenitud en los últimos años es la ciudadanía. Para exigir, reclamar al gobierno respeto en el cumplimiento de los derechos constitucionales y humanos. En el trato igual de todos ante la ley. La pretensión del actual gobierno de seguir con la línea del anterior donde hay unos venezolanos buenos y unos venezolanos malos sin derechos ni beneficiarios de los servicios públicos, no deja de ser una segregación política, económica y social inaceptable.
Las violaciones y el mal trato en ese sentido han ido “in crescendo”, en detrimento de los espacios, de las oportunidades de progreso y de libertades que en una democracia funcional un gobierno serio,
como primer ejemplo moral y ético de la sociedad, debe garantizar sin distingo
y preferencia alguna.
En la crecida brecha entre problemas y
soluciones, los ciudadanos de este país tienen una corresponsabilidad directa e
indirecta, pues con su pasividad de alguna manera consciente o
inconscientemente se han estado convirtiendo en cómplices de su propia tragedia
social.
La participación ciudadana requiere de
conocimientos, actitudes y prácticas firmes y efectivas para hacer entender a los
gobiernos y dirigentes que solo hay un objetivo común: una calidad de vida
integral sustentable en el tiempo.
La apatía, el hastío, el desencanto, la
impotencia, el miedo pasivo de las mayorías nacionales estaría facilitando al
régimen de turno a seguir aplicando -al pie de la letra- sin resistencia importante la cartilla
ideológica autoritaria cubana, cuyo fin es el control y sometimiento de la
disidencia, de los medios de producción, de los medios de expresión, de la
ciudadanía en general.
El mejor día para darnos cuenta de ello es
hoy, si lo hacemos hoy mismo, mañana las cosas podrán ser mejores para
nosotros, para nuestros hijos, para nuestros nietos. La historia del desarrollo humano en el mundo,
nos demuestra que las sociedades cercadas por
conflictos domésticos de antagonismos, de anarquías, intereses
encontrados por lo ideológico o religioso, tomaron su tiempo para entender sus
contradicciones y frustraciones. Su fin vino después de mucha “sangre, sudor y
lágrimas” cuando tomaron conciencia de
su miseria, de su atraso, de su involución, encontrando en el diálogo
civilizado el instrumento humano más práctico y efectivo para ponerse de
acuerdo sobre sus destinos, un futuro garante de prosperidad, de seguridad
social, de paz, de imaginación creadora,
productiva y libre. Donde gobernantes y gobernados con sus diferencias se
respeten preservando las normas de
convivencia social y democrática.
Insistimos y no descansaremos de invocarlo acá
en la dividida y desprotegida ciudadanía venezolana. El fruto de ese diálogo hagamoslo realidad
organizándonos en cada sector, no solo bajo las figuras jurídicas del Estado
existentes, hay otras como las ONG, las fundaciones, las gremiales, entre
otras, para hacerlo.
Llegó la hora para exigir a nuestros representantes
ante los organismos deliberantes nacionales como regionales o municipales el
cumplimiento de sus funciones y responsabilidades que se les delegó por votación
directa y popular de conformidad con lo establecido en la Carta Magna. La Asamblea, el primer Órgano del Estado, el
CLEB de la región, y los Concejos de los municipios, la administración de sus
competencias son de responsabilidad de nuestros diputados y concejales que
elegimos, pero que irresponsablemente, en su mayoría, están de espaldas a sus deberes y obligaciones
constitucionales por un lado, y con nosotros, en lo moral y lo ético. No se hacen eco de la discusión necesaria
sobre la libertad de los medios de comunicación, de la corrupción, del grave
problema de inseguridad en todo el país, de la escasez de alimentos, de los
altos pasivos laborales, de las deficiencias en la prestación de los servicios
públicos. Ocupados aprobando créditos
adicionales y despreocupados en la exigencia de fiscalización y control de la
gestión pública, de la rendición de cuentas, de los sufrimientos y falencias de
los ciudadanos, a quienes no se les oye ni toman en cuenta para nada, a
menos que necesiten de sus votos.
Que hacemos, entonces, ciudadanos, nos
quedamos con el desencanto de la política y, sobre todo, de los políticos, culpando
a todos por igual, deslegitimándose de esta manera la democracia y el Estado de
Derecho, y aceptamos el empobrecimiento como una conducción de vida social normal.
YA BASTA, ni un muerto más, ni un producto escaseado más, ni una pérdida de
empleo más, ni una empresa pública o privada quebrada más, ni un acto de
corrupción más, ni una mentira más.
Presidente
del Ifedec, Capítulo Bolívar
@renenunezr
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