A veces me levanto frustrado por el país que
tenemos, el no aprovechador con inteligencia del inmenso y variado potencial
natural y humano que como nación siempre hemos tenido. Impotencia que se
me pasa rápido al entrar en razón cuando
me viene a la memoria recuerdos de procesos históricos de otros pueblos que
pasaron por situaciones mucho más difíciles
como conflictos bélicos mundiales y nacionales y luego se pusieron de acuerdo para
superar las dificultades y los antagonismos internos y externos. Entendieron la
necesidad de luchar por un solo país respetuoso de la diversidad de
pensamientos y acciones, incluyente, participativo, garante de paz y de la convivencia
social.
Hoy Venezuela atraviesa -tal vez- por una de
sus peores crisis política y económica de toda la historia republicana, con
pronósticos delicados y extremos que de no actuarse con prontitud se corre el
riesgo de caer en la ingobernabilidad
cuyas consecuencias sociales serían impredecibles ante la ausencia de un
estado de derecho garante de equilibrio y de justicia. El gobierno de turno
pareciera no darse por aludido. Uno serio ya hubiera convocado sin condiciones a
todos los sectores representativos de la sociedad para conocer las diferencias
que los separan y las coincidencias que los acercan en la búsqueda de las
mejores soluciones. Está más interesado en resolver los problemas del mundo que
los nacionales. Entretanto, se sigue dependiendo de una economía rentista. Mono
productora. Importadora del 80% de bienes y productos alimenticios. Atiborrada
de problemas de toda índole, a pesar de los extraordinarios ingresos recibidos
por renta petrolera.
Desde hace catorce años el régimen nos viene prometiendo
el camino a la felicidad social, pero, los resultados muestran todo lo
contrario. La pérdida de libertades y el incremento de la impunidad agravan aún más el panorama del presente y del
futuro de todos los venezolanos. Para detener
y superar este proceso de “involución”, se requiere de la sinceridad, de la
decencia, de la disposición y de la voluntad de los dirigentes de las
organizaciones: políticas, gremiales, sindicales, estudiantiles, sociales, religiosas,
entre otras, para hacer del diálogo el mecanismo más idóneo en el diseño del
proyecto país ideal, procurador y hacedor de condiciones de vida dignas sin
distingo de ninguna naturaleza.
Un compromiso nada fácil, pero posible y
viable, si nos ponemos de acuerdo las mayorías nacionales, sobre la base de una
democracia funcional, con derechos humanos y democráticos garantizados. Vuelvo
a insistir lo dicho en la columna pasada, la necesidad de promover, de defender
y de demostrar las fortalezas de la
democracia como sistema político, el más cercano a lo justo y a lo humano. Contrario
a la autocracia o al autoritarismo.
Los primeros que se deben convencer son nuestros
dirigentes. Quienes deben dar ejemplo de rectitud, de tolerancia y de respeto
mutuo. No se puede seguir hablando de democracia sino se hace ejercicio de
ella. No se puede seguir hablando de transparencia sino se es honesto. No se puede hablar de
valores, principios morales y éticos cuando no se creen en ellos. No se puede
hablar de unidad democrática cuando no se practica. Da tristeza la actual dispersión
de criterios, de esfuerzos, de divisiones, como las consumadas la semana pasada
por miembros importantes hasta hace poco de la MUD Caroní y que en las
primarias no tuvieron respaldo popular, como los casos de Douglas Dago (ex
secretario ejecutivo MUD) y Carlos Villasana (secretario ejecutivo adjunto MUD,
Puerto Ordaz).
El irrespeto
a los acuerdos, a los resultados de las primarias que favorecieron a Wilson
Castro como candidato unitario de la MUD a la alcaldía del municipio Caroní,
nos obliga de caras al futuro inmediato como sociedad a corregir y evitar se
sigan repitiendo estos actos; comparto con Capriles cuando afirma “aquellos que se lancen fuera de la MUD le
hacen el juego al chavismo”.
Presidente del Ifedec, capítulo
Bolívar @renenunezr
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