jueves, 11 de julio de 2013

Unidad y democracia



 Si bien es cierto en los primeros cuarenta años de nuestra democracia se abrieron los espacios adecuados para la reconciliación nacional y el progreso, tras la caída de la dictadura de Pérez Jiménez, no es menos cierto que en la década de los noventa la institucionalidad y los partidos políticos experimentaron una sensible pérdida de credibilidad producto de las contradicciones de los dirigentes políticos en lo que decían y lo que hacían, ignorando los reclamos de cambios exigidos por todos los sectores de la sociedad.  La brecha de insatisfacciones a todo nivel facilitó la llegada de Chávez al poder en 1998 con el apoyo incondicional de personalidades en el ámbito político, económico, intelectual, medios escritos, radiales y televisivos; factores utilizados inteligentemente por Chávez  para  sus ocultos propósitos, que después excluyó para dar inicio al proyecto autocrático bautizado como “Socialismo del siglo XXI”. Después vino la alianza y la asesoría con los Castros para llevarlo adelante. Desde entonces, el país ha estado sometido a un proceso de desmantelamiento progresivo de las instituciones del Estado, poniéndolas al servicio ideológico del proyecto; desestimulando y destruyendo la economía privada; cercenando libertades, derechos democráticos y derechos humanos de los venezolanos.
 Los resultados del 14 de abril, bajo el liderazgo de Henrique Capriles, permitió a la oposición unificar y articular una fuerza electoral capaz de producir derrotas contundentes en próximas elecciones al chavismo ante la orfandad de liderazgo pero sobre todo por la manifiesta incapacidad de Maduro para reducir la brecha social y económica heredada del caudillo.
 Ganar las alcaldías más importantes del país en diciembre constituye para la oposición un compromiso obligado de cumplir para continuar consolidando el proceso de rescate de la democracia iniciado, convirtiendo las victorias en un plebiscito contra Maduro, y de alguna manera forzar la reducción del grosero ventajismo y abuso del gobierno en el manejo de los recursos del estado bajo la mirada silenciosa de los poderes públicos. Para ello se requiere contar con una unidad amalgamada de todas las fuerzas democráticas que perdure, incluso,  en el tiempo después de la salida de los chavistas del poder central. La democracia hay que  ofrecerla como una opción de paz. Capaz de producir resultados de bien común y colectivo. Garante de crecimiento y de bienestar social. No ha existido en la historia de la humanidad un sistema de vida política más cercano a la justicia como el democrático. Se trata de una representación de la sociedad que eleva la importancia, la diversidad del pensamiento y la inclusión de toda la sociedad.
 La dialéctica vale la pena plantearla y abordarla sin complejos ni prejuicios. Cotejar bondades y debilidades entre autocracia y democracia. Explicar a la gente con claridad que bajo la senda del autoritarismo no se evoluciona, no se progresa, no se desarrollan las sociedades. No se alcanza la felicidad social. La explicación, muy sencilla. No se garantiza el sistema de libertades. El igualitarismo pregonado,  una utopía. La no separación de poderes públicos ha facilitado al régimen la aplicación de la  desigualdad en el trato del ciudadano ante la norma. Cultivo de la intolerancia. La solidaridad incondicional obligada. La participación social puro espejismo, a final de cuentas las figuras creadas para permitirla no tienen poder de decisión, reservado solo al autócrata.
 Estas últimas semanas en el estado Bolívar hemos observado con suma preocupación las conductas políticas encontradas e irreconciliables de algunos sectores de la MUD poniendo en riesgo la unidad como estrategia -sine qua non- para el restablecimiento de la normalidad  democrática. La experiencia chilena de socialistas, socialdemócrata y socialcristianos frente a Pinochet, vale la pena analizarla dirigentes.   

Presidente del Ifedec,  Capítulo Bolívar                  @renenunezr 

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