Los problemas forman parte
de la naturaleza humana. Lo que nos debe preocupar, el que no haya voluntad de
superarlos. Cuando se trata de ocultarlos por conveniencia de gobierno o de
Estado, como es el caso de nuestro país, la situación es mucho más grave. No
hay información oficial veraz de los problemas ni de las soluciones, trayendo
como consecuencia especulaciones e interpretaciones encontradas en la sociedad.
Oscuridad.
En algunos
países como los Estados Unidos el perjurio está tipificado en la ley como un
delito mayor, castigado severamente, independientemente del status social o de
poder de quien lo cometa. Como debe ser.
En América
Latina no es así. La mentira forma parte de una cuasi cultura, donde dirigentes
políticos y funcionarios públicos, por lo general, la practican con
naturalidad. En estos últimos catorce años el régimen que dirige los destinos
de la república, la ha convertido en una política de Estado perversa. Porque no
hay separación de poderes funcionando como lo exige la constitución nacional
del 99.
Desde la
llegada de la –supuesta revolución de bien colectivo- se ha venido sistemáticamente ejecutando una
lucha de clases entre poseedores y desposeídos, una declaración de guerra
contra quienes no la compartan, los cuales deben desaparecer. Quién no está con la revolución
es considerado un apátrida. Sin derechos y oportunidades.
Se pretende
llegar a la felicidad social sin producir. Sin darse cuenta de que, para poder
subsistir, hay que vender, obtener divisas para poder financiar el progreso y
el desarrollo. Se sigue creyendo y sosteniendo el gasto de la nación con la
venta de petróleo. Entretanto, las necesidades y los problemas del país crecen
y las divisas que se están recibiendo ya son insuficientes.
La revolución
solo habla de ideología y de golpes de estado, y las cuentas públicas cada vez
son del color que ellos representan ideológicamente. No terminan de entender,
tal vez porque no les interesa, que los países de primer mundo llegaron porque
asumieron el riesgo y la realidad del comercio exterior. Soportando hambre, con
sacrificio y mucho trabajo para no solo autoabastecerse sino también para
exportar. Emprendedores y no
revolucionarios.
Pareciera,
los intereses prioritarios del gobierno son hacer negocios y sostenerse en el
poder a todo riesgo. Paralelamente, prometiendo convertir a la nación en una
potencia económica. Ignorando que los mercados internacionales no se inspiran
en términos de justicia sino en la libre competencia.
Mientras los
venezolanos no lo entendamos ni hagamos esfuerzos mancomunados sinceros más
allá de lo electoral, los cambios no se van a producir con la prontitud
demandada por las mayorías nacionales. Menos la verdadera batalla que es la de
la eficiencia. No la declarativa y discursiva de Maduro. Sino la de los
resultados tangibles y transparentes. Para ello, hace falta la imaginación
creadora que permita repensar el país hacia un camino de progreso y desarrollo
integral con participación de todos los sectores que hacen vida de nación. Que
no la tienen ellos.
Henríquez
Capriles, ha diseñado una orientación certera y realista pero hace falta
solidaridad humana. Se lucha contra un sistema que persiste en negarnos el
avance, la prosperidad y la paz social. No dispuesto a conceder espacios y
oportunidades algunas. No solo porque no creen sino que los tiranos de Cuba no
se lo permiten.
Humildad y
valentía en los obstáculos y fracasos, pero conscientes de los grandes triunfos
que han de construirse para derrotar al mal.
Presidente del
Ifedec, Capítulo Bolívar @renenunezr
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