martes, 12 de marzo de 2013

Perjurio revolucionario



  Muy difícil lograr respeto, convivencia y paz social cuando se está ante un Estado-gobierno legitimado de origen más no de ejercicio. La situación se complica cuando entre ambos hay una complicidad política de actuación donde la aplicación e interpretación correcta de la norma constitucional se ignora a conveniencia del régimen de turno.
 La democracia no se basa solo en procesos eleccionarios donde los pueblos se expresan a favor o en contra de sus dirigentes en un período determinado. Va más allá de una escogencia, no basta elegir gobiernos: locales, regionales o nacional si los poderes públicos no son autónomos e independientes en la administración de las competencias constitucionales. Cuando éstas son vulneradas desde el poder ejecutivo, se deja a la sociedad en condiciones de desigualdad y discriminación en el trato ante la ley. Pues, desaparecen las garantías del equilibrio y la transparencia en sacrificio de la verdad y de la razón, en otras palabras de la justicia a todo nivel: político, económico, social, religioso, cultural, deportivo, artístico, etc.
 Las sociedades latinoamericanas se han caracterizado, en su mayoría, por un dominio insincero de sus gobiernos, en lo que prometen y en lo que realmente hacen. Gobiernos populosos a conciencia, aprovechadores de las vulnerabilidades sociales de sus poblaciones.  Dirigidos por presidentes perjuros.
 El perjurio, conocido en otros países como falso testimonio  es un acto delictual que consiste en mentir estando bajo juramento constitucional. En democracias funcionales, cuando ello ocurre entra en juego los tribunales de justicia para arbitrar la querella legal tomando en cuenta los actores involucrados: demandante, demandado y testigos quienes se presentan en el juicio bajo juramento de decir la verdad. Los responsables de cometerlo son castigados por lo general con penas de prisión.
 En Estados Unidos, uno de los países más desarrollados del mundo, dentro o fuera de ese país el perjurio se considera un delito mayor, imperdonable, cuyos culpables, excepto en casos previsto por ley, son multados o encarcelados por no más de 5 años, o ambos. Esto pudiera explicar el por qué la democracia norteamericana se mantiene incólume por más de 200 años. Se les reconoce como un país de leyes y de respeto. Desde el gobierno nacional, los gobiernos federales, los poderes públicos hasta los ciudadanos e inmigrantes.
 Dos ejemplos de cómo opera la justicia frente a la mentira en esa nación: Varias superestrellas del deporte han sido enjuiciadas por ocultar la verdad en el consumo de esteroides,  utilizados para mejorar el rendimiento. La justicia norteamericana lo interpreta como un ventajismo para sacar provecho frente a sus competidores. Otro caso, fue el de Watergate de Richard Nixon por espionaje, lo que lo sacó de la presidencia.
 Esta reflexión la traigo a colación porque en Venezuela, nuestro país, el perjurio se ha convertido casi en una política de estado. Evidente, notorio y comunicacional la alineación ideológica y las directrices recibidas por los poderes públicos del gobierno central, del ejecutivo, un poder más. De 100 casos incoados en tribunales solo 8 son procesados; lo que nos demuestra el elevado grado de impunidad existente en la república, en consecuencia, la desprotección e indefensión en que nos encontramos los venezolanos ante la falta de garantía de equilibrio y de justicia por quienes hoy  dirigen los sagrados intereses nacionales saltando normas, valores y principios democráticos y humanistas.
Internacionalista.  @renenunezr 
Pueden oírme en Diplomacia de Micrófono, 7 a 8 AM, por Circuito Skandalo 90.3 FM en Ciudad Bolívar y 106.9 FM en Puerto Ordaz
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