14 años son
suficientes para evaluar a un personaje muy querido por unos, muy mal querido
por otros, me refiero al difunto presidente Chávez. En sus largos discursos,
por lo general en cadena de radio y televisión, nunca dejó de recordar su paso
camuflado por las fuerzas armadas para conspirar contra los gobiernos de turno.
Dotado de unas cualidades sobresalientes
entre las cuales se destacaron su carisma, capacidad y facilidad para
comunicarse con las masas, bajo el pretexto y promesa de hacerlas iguales, libres y felices en un
tiempo indefinido.
Un político superactivo que recorría el
país realizando mítines, haciendo
programas de televisión y de radio,
haciendo declaraciones a la prensa para vender el proyecto de socialismo
comunismo del siglo XXI, detrás del cual escondió el propósito de su
permanencia en el poder de por vida, al mero estilo de los Castros en Cuba.
La tesis de la división, del resentimiento y
de los odios, la lucha de clases, la inculpación para todo al imperio
norteamericano de sus ineficiencias y corruptelas, resultaron estrategias que
funcionaron a cabalidad para lograr salir airoso en
todas las contiendas electorales; además de la compra de conciencia y la
creación de misiones sociales que en el fondo no resolvieron los problemas pero
si paliaron algunas necesidades de los grupos sociales más vulnerables.
No cabe duda, el conspirador de Sabaneta logró
amalgamar una relación emocional, de fidelidad absoluta de los más pobres hacia
él, como nunca otro líder en democracia lo había
alcanzado. Una realidad.
Empero, una cosa es convencer, una cosa es
demostrar y otra es realizar. Si bien es cierto
Chávez fue un líder muy seguido y obedecido, no es menos cierto que fue, a la
vez, un pésimo gobernante. En los tiempos venideros seguramente esta
contradicción tendrá explicación de los historiadores; pues no se explica cómo
alguien que hizo tanto daños estructurales a la economía, a la productividad
nacional, a la propiedad privada, dividió en dos partes a la sociedad, dilapidó
mas de un billón de dólares, mantuvo la inflación más alta del continente,
desvalorizó el poder adquisitivo, creó escasez de productos alimenticios, no
encaró la corrupción heredada ni la que se consolidó durante su gobierno, la
más alta de la historia republicana, no solicitó investigación a casos tan
graves y emblemáticos como los del maletín de Antonini, pudreval, Mackled,
Aponte Aponte, plataforma petrolera hundida en el oriente del país, robo del
fideicomiso de trabajadores de Pdvsa, quema de refinería de Amuay, quiebre
técnico de las empresas de Guayana, las denuncias de irregularidades
administrativas de su entorno gubernamental, entre otros, pudo obtener
victorias electorales tan contundentes.
En resumen, fue un político, sagaz e
inteligente, hábil en la maniobra y brillante en la exposición de sus ideas,
pero un pésimo gobernante. Incompetente y
destructor de la economía, con anti
valores y anti principios democráticos y humanistas. Enemigo del capital. Sin
obras por exhibir.
Para entender esa confusión como sociedad, no
me queda remedio que recordar a Clemenceau:
"La guerra es un asunto demasiado
serio para ser confiada a los militares". De igual modo, el manejo de un país es asunto demasiado grave para ser
entregado a políticos sin horizonte e imaginación.
Mientras
no hagamos la distinción, entre el capacitado y el no capacitado para dirigir
algo tan serio como los destinos del país, seguiremos dando tumbos
hacia el abismo.
Internacionalista.
@renenunezr
Pueden
oírme en Diplomacia de Micrófono, 7
a 8 AM, por Circuito Skandalo 90.3 FM en Ciudad Bolívar
y 106.9 FM en Puerto Ordaz
www.skandalo.com.ve
No hay comentarios:
Publicar un comentario