Toda democracia descansa sobre tres poderes públicos
claves: ejecutivo, legislativo y judicial. En el caso de la nuestra, se le agregaron
dos más: el electoral y el moral. Para que haya garantía de equilibrio y
respeto entre todos los sectores de la sociedad se requiere que estos poderes
sean autónomos e independientes. Mientras mas fuertes sean éstos, los pueblos
tendrán más posibilidades de evolucionar en la búsqueda de la prosperidad, la seguridad
y la convivencia social en paz.
La diferencia entre una sociedad democrática
desarrollada y una en desarrollo, radica en que en la primera las instituciones
públicas obran con transparencia e independencia. Cosa que no ocurre por lo general en la
segunda; por la injerencia del partidismo y/o del poder ejecutivo como es el
caso de la venezolana.
La calidad democrática de una
sociedad se mide constatando el grado de cumplimiento y respeto de sus integrantes a los principios
de la libertad, de la igualdad, de la diversidad de pensamientos, de la
solidaridad y de la participación.
Bajo esta premisa, cualquier ciudadano sensato
y demócrata puede hacer su propio examen de la realidad que tenemos y padecemos. En mi caso, pregunto ¿Hay
autonomía e independencia de los poderes públicos en nuestro país? ¿Cumple el
poder legislativo con el sagrado deber de pensar y repensar los destinos de la
nación a través de leyes para la facilitación del progreso y desarrollo de los
variados intereses nacionales con participación de todos los sectores y actores?
¿Controla la Asamblea Nacional la gestión pública para garantizar que los
recursos del Estado sean administrados con eficiencia y transparencia? ¿Utilizan
los actuales diputados de la AN el recinto parlamentario para discutir,
investigar y proponer soluciones a los problemas estructurales de toda la
nación? La respuesta es NO. Y saben por
qué, el poder legislativo en los últimos diez años renunció a los derechos de
legislar al estar otorgando leyes habilitantes al Presidente de la República
sin estado de emergencia; por otro lado, el parlamento se ha ufanado de ser el brazo
ejecutivo de la revolución; aprobando todo lo que desde Miraflores se les
ordene; subestimando su rol constitucional de velar con ecuanimidad los
intereses de toda la sociedad; así como tratar los graves problemas económicos
y sociales, de corrupción, de droga, de improductividad de empresas e
instituciones estatales y privadas.
Por ello, no nos sorprendió esta semana los
últimos actos bochornosos celebrados jubilosamente en nombre de la república en
cadena nacional con presencia de todos los rectores de los poderes públicos, como fueron los del 04
de febrero, fecha en que Chávez junto a otros compañeros de armas hace 21 años intentaron
irrumpir el hilo constitucional para derrocar al entonces presidente Carlos
Andrés Pérez, secuela que dejó mas de 300 muertos, y que todavía sus familiares
esperan de la AN nombre una comisión de la verdad que esclarezca
responsabilidades de esta cruenta revuelta militar. El otro, el 5 de febrero,
cuando convirtieron la Asamblea Nacional en un templo del irrespeto y la
intolerancia, para amenazar, insultar, descalificar, y burlarse de los que
ellos califican como traidores a la patria por el mero hecho de no compartir sus
ideales y su gestión de los últimos catorce años.
Por el lado de la Oposición, en ese mismo
acto -dizque- parlamentario, algunos
dirigentes mostraron también la fibra moral y ética de que están formados, como el caso del
diputado sucrense que se despojó de sus convicciones de demócrata para aliarse
con la bancada del chavismo y convertirse de punta de lanza para criticar a sus
excompañeros que lo respaldaron como candidato a la gobernación de su estado
por la Unidad democrática el pasado 16 de enero de 2012
@renenunezr
Pueden oírme en Diplomacia
de Micrófono, 7 a
8 AM, por Circuito Skandalo 90.3 FM en Ciudad Bolívar y 106.9 FM en Puerto
Ordaz www.elportachueloderene.blogspot.com
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