En
estos tiempos –dizque- de revolución en Venezuela, uno no aprecia las bondades.
La promesa de justicia social sustentada en el discurso de sus promotores no se
ha materializado en cuanto a igualdad de oportunidades y respeto a los derechos
humanos de los venezolanos.
Por ningún lado se ha garantizado
la equidad como condición -sine qua non- para que cada nacional pueda
desarrollar su talento, su conocimiento bajo un clima de paz y seguridad. Los revolucionarios
de ayer, hoy en el poder, defendieron la capacitación de los jóvenes para luchar
por una sociedad más justa, en su país y fuera de él. Por los años setenta en
los cafetines de la UCV era normal oírles la dialéctica discursiva. Ahora, ni
por el carajo, la recuerdan o practican por el temor que siempre han
tenido a la diversidad del pensamiento y
a la inteligencia.
Se les olvidó que la prédica de satisfacción de necesidades básicas
comunes de la gente -de ese entonces- se
mantienen, pero en grado superlativo. Fundamentalmente aquellas relacionadas
con los derechos
humanos: el derecho a la propia
identidad y pertenencia, a la supervivencia, a la educación, a expresarnos con
libertad y a ser tratados con dignidad y respeto.
Por esas injusticias, izquierdistas de
la época, tomaron las calles para persuadir a los gobiernos de turno a dar
respuestas al clamor social. Desde el poder,
han estado haciendo lo contrario. No solo han ilegitimado los paros y las
huelgas, sino también han ido contra sus protagonistas por defender las mismas
causas cuando ellos no eran gobierno. Con sus conductas públicas han mostrado
ser enemigos de la justicia social. La justificación, muy sencilla, la
revolución es lo más importante “No importa que no haya que comer, que no se
tenga vestimenta con tal de defender la revolución”, palabras mas palabras
menos se le oyó decir en sus comienzos al jefe supremo de la revolución.
En 14 años de mandato revolucionario
la lucha contra la distribución desigual de bienes que son de todos, la
prometida paz social, ha brillado por su ausencia.
El balance de las desigualdades sociales ha llegado a niveles insostenible,
caracterizado por el desprecio al desarrollo humano y de la sociedad venezolana
entera. La crisis económica-social y la pérdida de valores son causales que
explican el porqué del incremento de la violencia en todo el país. Las ofertas
de viviendas, empleos, salud, educación, seguridad natural y jurídica, infraestructura,
han estado por debajo de las demandas sociales.
Los bienes de Venezuela son de los venezolanos. Sin embargo, por la manera como se administra, se utiliza y se
dispone de ellos, pareciera fueran de exclusividad de los revolucionarios que
hoy nos gobiernan. Esa sensación la sentimos las mayorías nacionales.
Entretanto, la pobreza aumenta, no hay empleos suficientes, no hay trabajo
decente, el acceso al bienestar social y la justicia social solo está reservado
a los burócratas de la revolución. Según
la literatura marxista, los trabajadores en el
capitalismo son explotados, no reciben salarios y sueldos justos, ni los
beneficios de la plusvalía; pero en esta revolución las desigualdades se
incrementaron llegando al extremo sus actores de convertirse en enemigos de los
trabajadores al negar sus convenciones colectivas, destruir los sindicatos,
perseguir y enjuiciar a sus dirigentes, secuestrar participaciones accionarias
de trabajadores (clase “B” de Sidor), e imponer a la fuerza una ley laboral con
pensamiento de los años 50. (Edición 1202).
(*)
Internacionalista
@renenunezr Pueden oírme en Diplomacia de Micrófono
de 7 a 8
AM por Skandalo 106.9FM
http//:elportachueloderene.blogspot.com
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