No hay otro sistema de vida política con reglas definidas y claras para la participación de los interesados en evolucionar hacia una sociedad más justa y equilibrada que el democrático. Un sistema perfectible siempre.
Facilitador de la toma de decisiones colectivas mediante la mayor participación posible de los ciudadanos. Auspiciador y protector de unos poderes públicos autónomos e independientes garantes del trato igual ante las leyes de los ciudadanos.
La democracia no es un discurso, tampoco una ideología. Es libertad. Entendida como el derecho libre del ciudadano de hacer su vida a su manera bajo el amparo del estado, responsable de normar sus relaciones con equidad y justicia evitando las desviaciones, el abuso y la arbitrariedad. Mi libertad termina donde se inicia la suya.
La libertad plena de una nación se compone de tres tipos: las civiles, que se refieren al imperio de la ley, la de tránsito, la de expresión, la de prensa, etc. Las económicas, referidas a un mercado regido por la ley de la oferta y de la demanda, al sistema bancario, a la de enajenar y poseer bienes, etc. Por último, las políticas, relacionadas con el sufragio universal, el respeto al voto, la transparencia e independencia de las autoridades electorales.
Si analizamos desde este compendio de razones de ser de la democracia, y las aplicamos al país nuestro de hoy, no hay duda, encontraremos sobrados argumentos para estar preocupados no solo como demócratas sino como seres humanos ávidos de una vida más próspera, segura y justa en un ambiente de paz y de libertad plena.
Ahora bien, para lograr esa realidad es necesario la participación activa en los venideros comicios electorales; en especial, los del domingo 12 de este mes, los del 07 de octubre, luego los de diciembre y finalmente los de abril del próximo año.
En este juego democrático, donde nuestro futuro humano está de por medio, no hay lugar para espectadores. Ni para excusas. Ni para “dejar hacer”. Ni para “dejar pasar”. Porque el equipo a que pertenecemos como ciudadanos se llama Venezuela.
El que no participe en estos procesos no tiene derecho a quejarse de nada, menos reclamar o exigir correctivos, por lo menos en lo moral y ético. Porque esa responsabilidad, ese derecho de elección, de exigencia y de participación es insustituible e inajenable. De allí la importancia ¡demócratas! de salir masivamente a votar este domingo que viene en las primarias por una de las opciones que le inspire mayor confianza y credibilidad a la presidencia, a la gobernación y a las alcaldías.
Los triunfadores serán los legítimos candidatos de la unidad democrática responsables de encarar a los del gobierno autoritario, enemigo de las libertades humanas, de los derechos democráticos, y del progreso y desarrollo nacional sustentable.
El máximo y único jefe de la revolución que ya lleva 13 años de gestión maula, viene afirmando insistentemente las últimas semanas que de perder las elecciones presidenciales el proyecto del socialismo-comunismo del siglo XXI se vendría abajo. Claro que cesará; y la razón es muy simple, la mayoría del pueblo se cansó de tanta corrupción, de la dilapidación de los recursos financieros, del desasosiego por las constantes amenazas, odios y resentimientos, de la exclusión social, de la guerra civil delincuencial, del desempleo, de la confiscación de bienes, de las violaciones de los derechos humanos, y del “mal vivir”.
Se han cometido muchos errores y desaciertos en 52 años de democracia; pero los trece últimos han sido los peores de toda la historia. El gobierno llegó al poder con un propósito bien claro. Desmantelar la institucionalidad democrática. Restringir las libertades. Los derechos democráticos. Para progresivamente controlar al ciudadano en toda su integridad y naturaleza humana, al mero estilo cubano que permita mantener en el poder al mesías de la revolución de por vida. En eso andan ellos. ¿Y ustedes ni ni?
Internacionalista.
Edición 1189. @renenunezr Diplomacia de Micrófono de 5:00 a 6:00 PM por Skandalo 106.9 FM. Por la Web www.skandalo.com. ve
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