jueves, 7 de abril de 2011

Hagamos de Venezuela, un país Alto promotor de la imaginación… (III)


  No podemos seguir como vamos. Este no es el país soñado y deseado, menos el prometido por la clase dirigencial de los últimos 51 años. No se trata de un tema de revolución o de contrarrevolución. De lo que se trata es de contar con gobiernos serios y responsables convencidos de la eficiencia y de la transparencia como cultura política de Estado. De gobiernos con resultados tangibles a satisfacción de los ciudadanos de cualquier nivel social. Hay una deuda social acumulada inmensa. Con una sociedad  encapsulada de malos hábitos, de utopías, de vagabunderías, de mentiras, de problemas complejos como los de la corrupción, del narcotráfico, de la violencia ejecutada de diferentes maneras con la complicidad institucional, cuyas soluciones no dependen de un superhombre, ni de hacer mas leyes ni de crear mas ministerios. Ni tampoco de dirigentes preocupados por los problemas pero no ocupados de ellos.  

  Se está ante una insensatez ciudadana y dirigencial. Exigiendo cambios por doquier pero ninguno de ellos se han atrevido hacerlo realidad individualmente primero. Por un lado, tenemos un gobierno ufanado de cambios que en nada responden a los requeridos por el pueblo mayoritario sin contenido moral, ético, democrático y humano, como para seguirlos como ejemplos serios. Por otro, los opositores partidistas pidiendo a otros democratizar las decisiones para escoger nuevos liderazgos pero en sus organizaciones no lo hacen, a pesar de las exigencias de los militantes...

  No me cabe duda estamos ante una encrucijada de país altamente explosiva. Muy pocos trabajan en una propuesta colectiva seria, inteligente, capaz de despertar conciencia de las responsabilidad que estamos obligados todos asumir por un país distinto y mejor al que tenemos. Eso pasa por entender y asimilar la necesidad de hacer políticas creativas  de bien para el bien común colectivo sin distingo de ninguna naturaleza. Rompiendo paradigmas convencionales que nos han hecho creer por mucho tiempo que solo a través de los partidos se puede hacer y ejecutar esas políticas. Los partidos son maquinarias esenciales en una democracia pero sus directivos tienen que comprender que en los tiempos de hoy las organizaciones: sociales, sindicales, gremiales y profesionales también son interlocutores válidos y efectivos en la participación del diseño y la ejecución del proyecto de país que nos merecemos. 

  Cuando se revisa la historia de nuestra cultura política democrática, uno se encuentra que los líderes de los cambios ofrecidos en campañas electorales una vez alcanzado el poder terminan repitiendo los mismos errores de los anteriores, convirtiéndose, muchos de ellos, en gobiernos para servir sus intereses personales, familiares y partidistas y no, como debe ser, servir al colectivo.

  En esta historia decadente los ciudadanos pasivos han sido parte del problema convirtiéndose en cómplices de esta tragedia social en progresión. La siembra de petróleo sigue pendiente. Y saben  ¿por qué? La mediocridad, la viveza criolla y “pendeja” a la vez, la actitud de “dejar hacer” “dejar pasar” se ha impuesto como cultura enemiga de la inteligencia y como caldo de cultivo para alimentar el populismo, el orgullo de los “Juan Bimba”  dominados por mesías, superhombres, sabelotodos. 

  Dirigentes y dirigidos no terminan de superar complejos y prejuicios políticos donde todo gira alrededor de un caudillo. Se pone uno y se ofrece como alternativa otro. Renunciando a la autonomía e independencia de la conciencia, del conocimiento, de la imaginación creadora. La gente -en su mayoría- ha preferido convivir con los abusos de sus derechos humanos, de sus derechos democráticos, de sus derechos políticos, terminando complacidamente con el rol de victima planificado por la mediocridad y la perversión dirigencial.

  El país de hoy es el menos deseable que nos ha tocado vivir por lo miserable, lo dominante, lo excluyente  y lo escaso de imaginación de sus conductores. Han hecho de los problemas soluciones ideológicas para revindicar  la revolución y a su jefe, que se ha puesto por encima del Estado para dejar claro que solo está en este proceso para obedecerlo y adularlo cuantas veces sea necesario sin importar que no se tenga que comer, o vestir con tal de defender su hegemonía absoluta de por vida sobre la sociedad venezolana.

  Mientras los venezolanos no asumamos esta realidad histórica, no seamos capaces de distinguir las limitaciones de las oportunidades de alianzas con las mejores capacidades, con los poseedores del conocimiento real de las soluciones y con la voluntad firme para hacer las cosas bien y correctas con visión de país a corto, a mediano y a largo plazo, muy difícilmente podremos superar las trabas mentales que  mantienen secuestradas el progreso y el desarrollo humano de toda una república.  Ya basta que nos sigan diciendo que el petróleo es nuestro, que el oro, el hierro, el carbón, el uranio, etc., son nuestros; que Pdvsa, las empresas del acero, de los minerales, de la electricidad, de las comunicaciones, son nuestras. Que la riqueza nacional es de todos;  cuando en la realidad no somos dueños de nada. 

  Para finalizar con el tema, comparto la alternativa de hacer que la Imaginación alcance el poder, para comenzar a construir la Venezuela próspera, con alto desarrollo humano, pacífica y tolerante. Sí es posible. Pensemos en los mejores y honestos. Que los hay de sobra. Con experiencia privada exitosa, pues pública hay muy poca que mostrar a nivel presidencial.

Edición 1149. Twitter: @renenunezr


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