En la columna pasada me refería al perfil ideal que
cualquier demócrata sensato y serio desearía tener como país. Específicamente lo
asociaba al caso de Venezuela. Necesitada de un liderazgo decente, consciente y
bien preparado en lo educacional y ético. Pues, manejar o administrar la cosa pública,
nada fácil cuando de por medio las instituciones democráticas son débiles en
autonomía e independencia para garantizar eficiencia y transparencia de la Gestión
Pública.
Un proceso político democrático país se inicia mal
desde el mismo momento cuando los ciudadanos deciden electoralmente “al azar”
sus dirigentes y gobiernos. Confundidos e inducidos por quienes aspiran el
poder; maximizando los males que padece la población y los cambios que
ocurrirán de lograr la victoria, pero no dicen como lo van a lograr y
garantizar.
“Quítate tu para ponerme yo” pareciera de manera
recurrente ser la principal sensación que trasmite la Oposición en América Latina
para justificar un cambio de gobierno. Solo que, al asumirlo, a los pocos días,
comienzan las excusas y a darse cuenta de que no es tan fácil resolver los
problemas por los variados y complejos intereses encontrados. Como llegan, se
van en su mayoría, mientras los problemas quedan igual o peores e incrementados.
Terminan siendo “más de lo mismo”: corruptos, viciados y abusadores de leyes y
derechos humanos.
De allí la importancia y necesidad de que los
ciudadanos asuman la responsabilidad de educarse y concientizarse en lo
político para no dejarse fácilmente confundir por quienes solo los toman en
cuenta para comicios. La responsabilidad de saber elegir un buen liderazgo y gobierno
que interpreten sus necesidades e intereses de convivencia humana social.
Los diagnósticos políticos son herramientas técnicas para
analizar y comprender cualquier situación política, económica y social, valorar
su importancia y como se debe actuar y las posibles consecuencias sino se
superan. Permiten la orientación de la toma de acciones y decisiones que
contribuyan con el progreso y desarrollo de la nación, interpretando y
transformando los problemas en soluciones. En esa etapa, se hace un análisis
pormenorizado de debilidades, fortalezas, amenazas y oportunidades que han de
aprovecharse en su momento.
Un buen plan de acciones dependerá del buen y objetivo
diagnostico que se haga. Transformadas en políticas públicas inclusivas de gran
impacto en el territorio. Que no son más que soluciones estructuradas para dar
respuestas a las necesidades de la población. El “deber ser” del Estado
democrático.
Se invoca una dirigencia y unos funcionarios públicos
que asuman, entiendan y comprendan los fenómenos naturales y sociales en su dimensión
y contexto real. Que unan y no desunan. Que concilien y no profundicen las
diferencias entre las normas de convivencia social establecidas y las perspectivas
del “deber ser” del “deber hacer” y las practicas humanas.
Resumiendo, gobernantes y gobernados participando y poniéndose
de acuerdo en las soluciones de los problemas y dirimiendo los conflictos de
manera pacifica y civilizada.
“Un poder
situado por encima de toda responsabilidad humana, debe estar fuera del alcance
de todo ser humano”.
Charles Caleb Corton.
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