El tema del desarrollo nacional en América Latina sigue
siendo una tarea pendiente de sus gobernantes y gobernados. Por ahora, ha sido
una excusa “per se” de quienes no lo han logrado, atribuyéndole la culpa de
todos sus males a factores externos. Debilidad que los actores protagónicos del
populismo han sabido aprovechar para alcanzar y mantenerse en el poder,
sirviéndose a sí mismo y no a la gente a la que se debe su liderazgo.
Son varias las teorías que intentan explicar y
justificar el tema del desarrollo. Me quedo con la más sensata, juiciosa, con
resultados concretos, y es la que basa el proceso en el sistema político de
libertades. Su ampliación, profundización y, en particular, la democratización
de la gestión pública como el camino más expedito para superar la miseria y
pobreza de los pueblos en paz y con mayor humanidad. Un proceso de
perfeccionamiento continúo pugnando siempre por una democracia plena fundamentada
en los derechos de información, participación, asociación y expresión sobre lo
público. Es aquí donde el derecho de participación ciudadana en la gestión
pública tiene que hacerse sentir proactivamente.
La materia ha venido siendo objeto de amplia discusión
en las últimas cumbres de los países iberoamericanos. Habido consenso en el
compromiso para adoptarla, pero no lo aplican. Sigue prevaleciendo en ellos la “Cultura
de la excusa” la “Cultura de búsqueda de culpables”. Les cuesta hacer autocrítica
país; pues la prioridad sigue siendo la electoral y no el futuro de la próxima generación.
Los pueblos del mundo que reconocieron sus debilidades
y deficiencias, después de tanto fracasos y errores, se pusieron de acuerdo dirigentes
y ciudadanos en el sistema político más idóneo para alcanzar el progreso, el bienestar
y la seguridad social; aceptando dirimir los desencuentros o conflictos de
manera civilizada.
Alcanzar la calidad de vida integral de la población,
no es un problema de historia colonial, de tamaño país, de cantidad de
habitantes, de geografía, de clima o de tener o no riquezas naturales. Japón: el 80% de su geografía es montañosa,
importa toda la materia prima; arrastra la remora de las consecuencias traumáticas
derivadas de la explosión en Hiroshima y Nagasaki de las primeras bombas atómicas
lanzadas en el mundo, los japoneses no se quedaron en el pasado por el
contrario se concentraron con pasión en el futuro aprovechando el valioso y único
recurso disponible que siempre han contado, el RECURSO HUMANO, para convertirse después en la potencia económica y tecnológica que es hoy. Ejemplos
similares sobran en el mundo en esto del desarrollo humano.
¿Y saben cuál ha sido la diferencia?, que esas
sociedades adoptaron el paradigma cuántico: prevalencia del espíritu sobre la
materia. El nivel de conciencia del pueblo, de su espíritu. Constituyéndose en
el objetivo mayor del Estado en todos sus niveles de poder, bajo los siguientes
principios de vida:
1. La ética,
como principio básico de gestión pública y de ciudadanía.
2. La
integridad.
3. La
responsabilidad
4. El
respeto a las leyes y reglamentos.
5. El
respeto por el derecho de los demás ciudadanos.
6. El amor
al trabajo
7. El
esfuerzo por la inversión y la productividad.
8. El deseo
de superación.
9. La
puntualidad
10. La libertad,
sostenida por un sistema político funcional y decente.
Cuando revisamos y aplicamos estos principios a cada
uno de los países latinoamericanos, nos damos cuenta el porqué de su miseria,
pobreza, inseguridad natural y jurídica.
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