Hay
estudios muy serios y objetivos que se
han hecho sobre cómo salir de los gobiernos maulas o autocráticos. Casi todos concluyen
que las crisis económicas son la principal causa de su debilitamiento. Hay
ejemplos de ejemplos, pero cada uno tiene sus particularidades diferentes para
permitir el cambio.
Caso
“Bill Clinton”: Clinton derrotó a George Bush, contra todo pronóstico, en
elecciones estadounidenses en 1992 con el slogan “la economía, estúpido”. Pues,
Bush había tomado como bandera política el triunfo de la Guerra Fría y la
primera Guerra del Golfo.
Otro
caso, distinto, el de Chile de Pinochet. Hubo protestas masivas contra un
régimen dictatorial pero la economía siempre estuvo bien. Se resalta la madurez
política de los factores opositores (socialcristianos, socialdemócratas y
socialistas demócratas) para ponerse de acuerdo y actuar desde un frente de
lucha antes y después de Pinochet.
El
de “Venezuela”, muy diferente: un régimen con una legitimación de origen (con
votos) pero que de ejercicio no ha dejado de ser autocrático, autoritario. Se inició con Chávez y está terminando con Maduro.
Un
régimen sobreviviente, a pesar de la destrucción de la economía nacional,
apoyada fundamental e históricamente en la renta petrolera. Cuando llegaron al
poder en 1999, la dependencia del crudo criollo era alrededor de un 63% con una
producción de 3 millones de b/d; ahora es del 98% produciéndose menos de
300 mil b/d. Con hiperinflación y una pobreza equivalente al 98%. Con una
popularidad y aprobación en un 14%. Igual sobreviven con sus crisis económicas
dictaduras, entre otras, como las de Corea del Norte, Irán y Cuba.
La
sociedad venezolana se enfrenta a todo un sistema dictatorial transnacional dispuesto
a cometer todo tipo de crímenes para mantener el poder. Utilizando recursos humanos cubanos y
aplicando conceptos y métodos represivos del Castrismo. La conseja de Fidel a Chávez
ha funcionado hasta ahora: hacer partícipe a los altos mandos militares en
negocios del Estado y otorgándoles poderes especiales a cambio de su lealtad incondicional a la revolución.
Además de exigir aplicación uniforme de los métodos brutales de torturas,
detenciones arbitrarias, represivos contra opositores y los que se rebelen en
contra de su corporación política-militar.
Juan Guaidó, el pasado 23 de enero, logró un milagro político: la reunificación de todas las fuerzas opositoras que andaban dispersas y encontradas con sus intereses de poder; así como la confianza del pueblo, para construir una plataforma de lucha unitaria posible de derrotar la dictadura de turno.
El
grupo de Lima, la Unión Europea, el apoyo de 50 países (los países más desarrollados
y democráticos del mundo), las sanciones del gobierno de Estados Unidos y la recuperación
de activos de la nación; ha sido -sin duda- una victoria diplomática muy
importante con Guaidó al frente de la lucha como presidente interino; mas no ha
sido suficiente para la salida de Maduro.
La
opción de la intervención militar externa, no ha tenido ni tendrá, por razones
obvias, el apoyo del grupo de Lima ni de la Unión Europea. La presencia de rusos
y chinos en el país, cuidando los intereses de sus deudas y negocios; todo ello
ha hecho compleja su viabilidad, por ahora. Según encuesta reciente de Datincorp
57% quiere un cambio negociado y un 13% intervención extranjera.
La
impaciencia y desesperación del pueblo y de algunas figuras políticas por la
espera de los resultados, comienzan a manifestarse
en público; afectando ligeramente la credibilidad y el apoyo a Guaidó; quien en
febrero arranca con una popularidad en 61% y en abril tiene 56%, según última
encuesta de Datanálisis del mes de abril.
Siendo
autocritico y conociendo la impaciencia política venezolana, ha sido un error
haber hecho creer que la salida de Maduro era una tarea fácil y rápida. Cuando
los partidos percibieron que todo estaba listo, se activaron para sus campañas
particulares e iniciaron su preparación para lo que pensaban venía pronto, las
elecciones. No han entendido la dimensión y consecuencias sociales que se van
heredar como nación, después de Maduro y Cía.
Las
condiciones objetivas de cómo el actual régimen se comporta, permiten conocer diáfanamente
la estrategia autocrática en marcha, lo que debe hacer reflexionar a los
factores opositores que primero hay que
derrotar a la dictadura, para después -en democracia- disputar el poder en
elecciones libres, seguras y justas. Pasando por un acuerdo estratégico de
resistencia unitaria a largo plazo.
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