LOS
latinoamericanos no deberíamos tener dudas sobre el daño estructural que nos ha
venido haciendo años tras años el populismo e intervencionismo del Estado. Ese
liderazgo carismático “encantador de pueblos” suele prometer un “Estado de
bienestar” que nunca llega: igualdad, seguridad y justicia social para toda la población.
Apelan a los argumentos emocionales sobre los racionales, manipulando la
conciencia popular, explotando sus falencias sociales y educativas. Esos populosos
los encontramos tanto en regímenes de izquierda como en los de derecha, donde
la planificación y control de la economia brilla por su ausencia. Cada uno de
estos gobiernos farsantes suelen tener proyectos políticos de cualquier índole.
“La excusa y echar la culpa a otros” de sus incapacidades es su característica durante
el mandato.
El intervencionismo económico
El
populismo por su propia naturaleza es intervencionista. Es interventor de la
producción y los precios, llegando a la expropiación de empresas productivas.
Decretan sueldos y salarios. Al principio estas medidas obtienen apoyos y
resultados inmediatos más de carácter emocional que otra cosa. A mediano y
largo plazo producen efectos negativos y distorsionadores en la economía. Lo
grave es que las medidas correctivas implementadas son nuevas intervenciones.
Todo
este proceder conlleva a más burocracia, a incremento de la corrupción, al
clientelismo, a la ineficacia, al impedimento a la expansión del conocimiento, de
bloqueo de la innovación, de sacrificio de las libertades individuales, de
riqueza y "bienestar". En resumen, el “Estado de Bienestar” ofrecido termina en la perversión de la
democracia, creando más miseria, pobreza y desigualdades sociales.
Privatización
Este
es otro tema que el populismo ha manejado políticamente, manipulando a la
población y haciéndola creer que eso va en contra de sus intereses, vida social
de pertenencia y patriotismo. La dirigencia política, incluyendo algunas no
populistas, le ha temido a la discusión del tema, tal vez, por los efectos de
popularidad que pudieran afectar sus pretensiones electoreras a posterior.
El
gobierno de Caldera no le quedó más opción que privatizar a SIDOR cuando el
Estado se declaró incapacitado financieramente para mantenerla. Forzado por los
costos de la deuda externa, incluyendo la de la siderúrgica, la baja de los
precios del mercado internacional del petróleo, del acero y sus derivados. Al
principio implicó resistencia política a varios niveles sociales y de los
sindicatos; al final se impuso la decisión impidiendo su cierre inminente. En
dos años, la empresa con el socio privado mayoritario (51%) y el Estado
Venezolano (49%), pusieron los libros en azules. Vino después el populista Chávez
la estatizó de nuevo y ya conocemos los resultados de hoy: QUEBRADA TECNICA Y
ECONOMICAMENTE.
En
la Venezuela por recuperarse y reconstruirse, aunque no sea del agrado de
ciertos grupos y dirigentes, SIDOR y el resto de las empresas de Guayana, su
recuperación pasa por un proceso de privatización, adoptando un modelo por lo
menos mixto donde el Estado no sea propietario mayoritario. Pues el hueco
fiscal que se heredará cuando salgan estos populosos de la izquierda comunista,
será tan grande que el Estado no tendrá otra opción. Empresas, además,
desactualizadas en lo tecnológico, en maquinarias y equipos, a nivel de
recursos humanos, destruidas en lo organizacional, incluyendo en lo emocional
por el cambio de cultura impartido todos estos años de revolución y dirección
militarista.
Beneficios económicos de la
privatización
1)
Imposición de los principios de competencia. Los bajos costos provocados por la
desregulación y por la mayor competencia incrementarán la productividad y la
eficiencia de las actividades empresariales, mejorando la calidad y diversificación
de la oferta de bienes y servicios
2)
Reducción de las distorsiones económicas provocadas por las interferencias
políticas en el sector público empresarial.
3)
Disminución del déficit del Estado. Los ingresos del Estado serán previsiblemente
mayores, a través del cobro de impuestos.
4)
Reducción de la deuda externa e interna.
5)
Desarrollo de los mercados de capitales nacionales y locales, y mayor
participación de los inversores institucionales.
6)
Permiten la posibilidad de ofrecer acciones a los trabajadores.
En
conclusión, aquella pretensión de "nosotros, el Gobierno, podemos hacerlo
mejor que la sociedad libre", no es más que una excusa para impulsar y
tomar nuevas medidas intervencionistas.
(Edición
1476. Pueden leerla también los martes
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