Las sociedades tienen
necesidades, aspiraciones y compromisos. El “deber ser” de todo Estado democrático
serio y responsable es el de satisfacer los requerimientos de los ciudadanos, a
quienes se deben.
Los poderes públicos de manera coordinada, autónoma e
independiente, son los responsables de velar por el cumplimiento, la
transparencia y eficacia de la gestión pública.
Los ciudadanos, por su
lado, tienen una corresponsabilidad determinante que es la de elegir periódicamente
mediante el voto los rectores de sus destinos nacionales, regionales y municipales.
Aquí hemos de hacer una precisión teórica práctica autocrítica: una cosa es
votar y otra es elegir. Cuando se vota al azar, sin evaluación previa de las
capacidades, experiencia, valores morales y éticos de los candidatos, la
población corre un alto riesgo de no contar con gobiernos decentes y eficientes
durante el mandato. Cómo en efecto nos ha ocurrido en las últimas décadas; en
especial los últimos veinte años, una gobernabilidad catastrófica en lo humano
social.
La ONU define la
gobernabilidad como la capacidad que tienen las sociedades de elaborar
políticas consensuadas y dirimir sus conflictos de manera pacífica. Si lo
aplicamos al régimen de turno; podemos afirmar sin temor a equivocación: no existe
gobernabilidad. Menos Estado de Derecho, capaz de garantizar los servicios
básicos de alimentación, salud, seguridad y educación de los venezolanos.
Se aprecia una “in
crescendo” erosión de las autoridades: nacional, regionales y municipales. Una
incapacidad para dar respuestas oportunas, diáfanas y eficientes. Con un
mandatario nacional imposibilitado para relacionarse e interactuar con otros jefes de gobiernos o
Estados. Hasta tal punto que en la recién realizada Cumbre de las Américas de
Lima, Perú, fue el único que no fue invitado. Por atribuírsele un uso excesivo
y sin control alguno de la fuerza frente a sus propios nacionales, que no han
dejado de protestar y exigir respeto a sus derechos civiles, económicos,
sociales y humanos.
El fracaso político,
económico y social es evidente y se ve reflejado en la propagación de una
miseria y pobreza que de no haber una rectificación pronto, será generalizada y
nefasta. Dos indicadores nos confirman ¿Dónde estamos? ¿Cómo estaremos a finales de 2018?: una
inflación de 15.000% y un P.I.B. (-15%). Ninguno de los 194 países del mundo,
tendrá este año resultados como los de Venezuela.
Resumiendo, hay una
creciente huida crónica y masiva de compatriotas, una crisis económica grave; una
criminalización y deslegitimación del Estado; un deterioro progresivo de los
servicios públicos; una violación constante y general de los Derechos Humanos; un
aparato de seguridad que supone un ‘Estado dentro del Estado’. (Edición 1444).
@renenunez51 Instagram renejesusnuñezrodriguez elportachueloderene.blogspot.com
Pueden oírme en “Dialéctica”, lunes a
viernes, 8 a 9 am por News 105.3 FM
www.news1053fm.com
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