Se percibe un país a la
deriva sin controles ni intenciones pensadas, maduras y racionales de
rectificación de los responsables de conducirlo por el camino de la
prosperidad, de la seguridad y de la justicia social. Mientras un 82% de los
venezolanos manifiestan sus desacuerdos con la actual gestión pública; una
élite política reducida desde el poder, continúa usufructuando súbitas y
sospechosas riquezas, prebendas y prerrogativas con el silencio cómplice de
unos poderes no autónomos e independientes.
Entretanto, grupos sociales más vulnerables siguen
asumiendo una conducta política “bipolar” frente los graves problemas sociales que
les aquejan y hacen difícil su convivencia social en paz. La inflación, el bajo
poder adquisitivo, el desabastecimiento, la inseguridad natural y jurídica, la
reducción de empleos formales y decentes, la corrupción y los abusos de los
derechos humanos, son males sentidos pero no comprendidos por ellos. Ignorando el principal
culpable de su desgracia humana: el modelo
político- económico socialista instaurado en 1999 y que explota 15 años después
en una crisis devastadora tanto en lo económico-social como en lo
institucional. Un sector que no termina de reconocer sus sufrimientos y los
daños infringidos por un sistema que en
vez de hacerlos prósperos como se les prometió, hoy son más pobres que antes.
Es tal la enajenación cultural, que están impedidos del reconocimiento de los beneficios, de las
ventajas ofrecidas por los contrarios. Un sectarismo declarado debilitador del
pluralismo, las libertades, características esenciales de una sociedad democrática.
En los momentos de confusión y desmotivación
popular, antes lo hacía Chávez ahora lo hace Maduro, la máxima instancia
revolucionaria persiste en recurrir a la lealtad incondicional de sus
seguidores como el mayor e ineludible
compromiso que todo revolucionario debe mantener y defender a ciegas y sin
fisura alguna, indistintamente si el programa de acciones del gobierno mejora o
desmejora sus condiciones de vida.
Por otro lado, los partidos de oposición han
sufrido también las consecuencias de las decisiones autoritarias
gubernamentales. La campaña en su contra de descréditos y chantajes ha
provocado fisuras y divisiones internas; haciéndoles difícil la estructuración
de una alternativa democrática sostenible, doctrinal, creíble y viable.
Todo este desorden institucional, ha tenido
como secuela que en estos momentos un 57% de la población está indecisa para
acertar y comprender a que propuesta asirse o acogerse en las próximas
elecciones parlamentarias. Muy preocupante la baja credibilidad del liderazgo y
los partidos.
La confianza de una sociedad la generan sus
líderes. En la Venezuela de hoy, dirigentes y partidos son los responsables
hacia adentro de recobrar el rol y sentido común dogmático para evitar que el
electorado siga refugiándose en la abstención o recurra a opciones engañosas,
de dudosa humanidad y viabilidad en lo económico y social. El 6D no resuelve
los problemas del desabastecimiento, la inflación, la inseguridad, la
corrupción, la impunidad, entre otros; pero si se abre el camino de las
soluciones si las asumen todos los sectores con diálogo, respeto e imaginación
creadora. En democracia.
Presidente de Ifedec Bolívar @renenunez51
Estamos en "Onda Global" con Ing. Waldo Negrón, los domingos de 8 a 9 am por www.onda973fm.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario