Una de las fortalezas políticas
con que cuentan los ciudadanos en democracia es la del derecho al voto.
Mientras más consciente, objetivo y responsable se ejerza y no se tome como un
acertijo; mayores posibilidades existirán para tener mejores gobiernos y mejores
legisladores. Sí haciéndolo con sentido común y racional los elegidos nos llegaran
a defraudar, la democracia ofrece la alternativa de castigarlos políticamente en
la próxima convocatoria electoral por sus gestiones maulas. Votar siempre ha de
ser una responsabilidad de los electores para insistir y procurar lo que debe cambiar
en el país.
La democracia funcional descansa
fundamentalmente en tres poderes: el ejecutivo, el legislativo y el judicial.
Acá en Venezuela “más papistas que el papa”, los constituyentes del 99 adicionaron dos: el electoral y el moral. A
final de cuentas y burlándose del espíritu de estos legisladores efímeros, el
régimen de turno no desperdició tiempo después para alinearlos y subordinarlos
a otro poder “imaginario” de carácter supranacional no previsto en la Carta
Magna, el de la revolución; cuya coordinación está bajo las égidas del poder
Ejecutivo. Aquí está la causal madre de la grave crisis de país que se viene
padeciendo y que cada día se hace más incontrolable y perturbadora del quehacer
venezolano.
A los venezolanos y venezolanas se nos vuelve
a presentar otra oportunidad electoral propicia para contener los
desequilibrios y las inestabilidades que viene produciendo el modelo
centralista en marcha, destructor de la institucionalidad, y controlador de la vida
integral de los ciudadanos. Esa ocasión la ofrece las próximas elecciones
parlamentarias; para mí, una de las más importantes del sistema de libertades
por cuanto descansa en el parlamento nacional la salvaguardia de la separación
de poderes, que en estos momentos se adolece en Venezuela.
No hay razón alguna para que jóvenes y mayores
no ejerzan su derecho al voto en estos comicios legislativos. Alcanzar la
mayoría calificada en la Asamblea Nacional (AN) ha de ser un reto de partidos,
dirigentes y votantes democráticos. Hay una necesidad de restablecimiento del
orden, la gobernabilidad y la independencia de los poderes públicos. Estas son responsabilidades
de la actual AN; a las cuales renunció desde hace 16 años con el otorgamiento
de plenos poderes al presidente de turno. La mayoría calificada de los
diputados del oficialismo no les ha dado la gana de habilitar las facultades constitucionales
para controlar la gestión pública; garantizar la independencia y transparencia
en la escogencia de rectores de los poderes públicos, la convivencia social, la
productividad, las libertades, el respeto a la propiedad ajena y los derechos
humanos.
Para revertir la insuficiencia democrática se
requiere que todos y cada uno de los ciudadanos y ciudadanas de este país, hoy
más que nunca, hagan del poder del voto su mejor instrumento para desaplicar un
modelo de gobierno cuyas políticas públicas no están dando respuestas a las
necesidades básicas de la gente como son
las de: alimentación, seguridad, salud, empleos decentes y servicios públicos
eficientes. Además por no asegurar un trato igual a la población en la
aplicación de leyes y administración de justicia.
Muchas de las personas que piensan renunciar a
votar en estas elecciones, están atiborradas de quejas y reclamos, entienden
que hay problemas que solventar en el país; sin embargo, están cayendo en el
desinterés total ante un proceso tan importante como este, y eso es un craso error.
Ya se cometió uno en el 2005 cuando la dirigencia de los partidos de oposición
decidieron no participar en las elecciones legislativas de ese año; resbalón democrático
por el cual hoy estamos como estamos en lo político, lo económico y lo social.
Renunciar a ese derecho es convertirse en cómplice de lo que se critica. Con esa
postura no se aporta absolutamente nada a la posibilidad de cambio de rumbo de
la patria y recuperación de la democracia. Por el contrario se relegitima el
“status quo revolucionario”
No es hora de la rendición ni del cansancio.
La capitulación no es una solución inteligente cuando uno es el afectado y
cuenta con el poder de transformar las cosas en positivo. Los grandes cambios en
la historia de los pueblos, resultaron de una toma de conciencia colectiva de
sus miserias después de múltiples sacrificios, esfuerzos y trabajo. Hora de
asumirlo.
La recuperación del país no termina con una
victoria legislativa de la oposición, apenas
el primer paso. La Venezuela cortoplacista, rentista petrolera,
ineficiente, viciada y corrupta debe cesar sin dilación. Sustituirla por una de
planeación a corto, a mediano y a largo plazo; inclusiva y sustentable, ha de
ser compromiso de todos. No tenemos otra arma más efectiva y temible que el
VOTO, ejerzámoslo.
Presidente
del Ifedec, capítulo Estado Bolívar
@renenunez51
Por
Onda 97.3fm de 9 a 10.30 am, de lunes a viernes, en CAMBIO 973
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