jueves, 28 de noviembre de 2013

Basta de farsa y autoritarismo



 Hace quince años al pueblo venezolano le ofrecieron como alternativa a la llamada IV república, una quinta, distinta y mejor con  “mayor suma de felicidad social”. Su predicador, ya fallecido, no pudo lograrla.  Y por los vientos viciados que siguen soplando con el sucesor, tampoco hay esperanza de que se cumpla con la promesa.
 No han podido ni se podrá por cuanto nunca han tenido un modelo de desarrollo viable, sustentable e incluyente. El país rentista no solo se mantuvo sino que ahora más que nunca la dependencia del petróleo es casi total.
 Se dejó de lado la economía de mercado, las capacitaciones y las bondades de la democracia para imponer un capitalismo de Estado salvaje de carácter autoritario, emulando experiencias fracasadas como la cubana, con la desgracia de que los tutores siguen siendo los hermanos Castros.
El asistencialismo ha privado como medida compensatoria social, desvalorizando el trabajo y el esfuerzo individual y colectivo como instrumento clave para el desarrollo familiar y del país.
 No se puede seguir adelante sin pensar en alto, en una economía innovadora, de conocimiento permanente, donde ocupe por su lado espacios importantes tanto los centros industriales como las medianas y pequeñas empresas.
 El estado descentralizado, pluralista, participativo, de imaginación creadora ha de ser el reto del futuro de quienes piensen en una Venezuela de progreso y desarrollo fortalecida sobre la base de unos poderes públicos autónomos e independientes como contra peso institucional.
 Se trata de ponernos de acuerdo a todo nivel para asignarnos la tarea de democratizar el acceso  a los recursos y a las oportunidades de la producción y de la educación para garantizar las transformaciones del sistema en su globalidad.
 No hay ejemplos en el mundo que haya alcanzado la igualdad con subsidios o misiones. Menos con dogmatismos ideológicos.
 Un gobierno con un alto gasto público, orientado prioritariamente a cosas no productivas, siempre conlleva a situaciones sociales negativas y perjudiciales como secuela de los altos índices de inflación y de las devaluaciones.
 La población sin darse cuenta ha sido  sometida todo este tiempo a un nuevo colonialismo, el mental, el gobierno regresa al centralismo con fines perversos de controlar al ciudadano como estrategia de supervivencia política y de poder.
 Seguimos careciendo de una estrategia nacional. De un proyecto serio y visionario. El que vienen pretendiendo los que hoy nos gobiernan esta endosado de una mezcla de comunismo con fascismo avergonzado y contaminado desde su propia estructura.  
 Ante esa realidad, lo más preocupante es la escasa rebeldía de la clase intelectual, de la élite empresarial y comercial, de los sindicatos, de los estudiantes, de los propios partidos para conjurar unidos un sistema de vida política, que detenga la destrucción total de la institucionalidad democrática en marcha.
 Los autoritarios le temen al conocimiento, a una alternativa. Son especialistas en dividir y provocar recelos y antipatías. Usan la descalificación personal, desprestigiando al que piensa o actúa diferente. No reconocen un error. Culpan a otros. Se apropian de méritos ajenos. Mentirosos. Abusadores. Corruptos. Inhumanos.
 Solo participando unidos y exigiendo derechos, votando y defendiendo lo expresado en las urnas electorales, se puede detener la barbarie.

 Presidente del Ifedec, Capítulo Estado Bolívar              @renenunezr 

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