La
última Asamblea de la Organización de Estados Americanos, OEA, realizada
recientemente en Guatemala, dejó de nuevo sinsabores y frustraciones al
perderse otra oportunidad para haber discutido y tomado posición firme y
ejemplarizante frente a dos temas que vienen haciendo mellas en la vida
democrática de la región como lo son las violaciones de los derechos
democráticos y de los derechos humanos. Se llegó a la 43 asamblea de 2013 sin mejoras sustanciales en el
combate por la reducción de la pobreza;
menos con una evaluación seria de los gobiernos responsables de incumplimiento
de la Carta Democrática. Nadie se atrevió proponer la creación de un espacio
legítimo para que los distintos sectores de la sociedad como ONG, partidos
políticos, entre otros, puedan comunicar directamente sus quejas y reclamos no
satisfechos por los gobiernos domésticos. Se mantuvo el statu quo de preservación,
protección y defensa de la legitimidad de origen de los gobiernos, sin tomar en
cuenta la ilegitimidad de ejercicio de unos cuantos, quienes amparados detrás
de la democracia del voto vienen impidiendo la separación de poderes, garantía
de equilibrio y contrapeso del ejercicio democrático.
Siguió
pendiente las explicaciones de las posturas contradictorias asumidas por el
ente supranacional americano en los casos de Honduras y de Paraguay, los
desacatos de varios países, entre ellos Venezuela, de sentencias de organismos
internacionales, además de la solicitud formal de Venezuela de retirarse de la
CIDH.
Brasil, a la calladita ha jugado un rol
protagónico complaciente en la distracción de esos derechos de convivencia
latinoamericana en los últimos años cuando de manera abierta y categórica se ha
puesto de lado de Venezuela, hasta hace
poco con el gobierno de Chávez y ahora
con el de Maduro, renunciando a sus respetados principios democráticos a cambio
de lograr, como en efecto lo ha logrado, una balanza comercial favorable a sus
intereses nacionales. Permisivo con un modelo revolucionario de corte
socialista comunista que Chávez en vida exportó a varios países de la región
como: Bolivia, Nicaragua y Ecuador con asesoría de Cuba. Igualmente sus
relaciones con las FARC e Irán. Los carteles de la drogan se han estado
mezclando con algunos de estos gobiernos corrompiendo funcionarios, y creando
desorden y caos social.
Brasil
bajo la jefatura de Lula, ahora de Dilma, “dejaron hacer” “dejaron pasar” a
Chávez muchas desviaciones democráticas que hoy la región, ha comenzado a
resentirse de los letales efectos de esa alcahuetería diplomática. Brasil no esperó el tiempo razonable y
prudente para dar legitimidad a Maduro como presidente; no tomó en cuenta
siquiera el compromiso que hizo Maduro en UNASUR de facilitar la auditoría de
las elecciones solicitada por la oposición venezolana dada la estrecha diferencia
de votos pero sobre todo las centenas de irregularidades del proceso incurridas
por el organismo electoral que no ha dejado de mostrar sesgo ideológico para
favorecer al chavismo.
Hoy
Brasil de manera inesperada y sorpresiva, sus instituciones democráticas están
siendo puestas a prueba por una primavera de protestas callejeras en todo el
país exigiendo rectificación en lo que consideran un gasto vilipendioso,
exagerado e innecesario en la organización de la Copa de Confederaciones,
actualmente en marcha, y en el mundial de fútbol de 2014; sumado al incremento
de escándalos de hechos de corrupción de altos funcionarios públicos, poniendo de
manifiesto –no cabe duda- un problema de debilidad institucional que la propia
Dilma ha reconocido “La energía que viene de las calles es mayor que cualquier
obstáculo” Como salida pide un plebiscito para
realizar reformas políticas. Ya en Venezuela lo vivimos y no resultó. Se
peca de nuevo en el subdesarrollo político en pensar en soluciones coactivas
cuando el problema es ético. De pérdida de valores y principios. De
transparencia gubernamental. Qué no lo resuelven leyes ni constituciones
nuevas. (1253).
Presidente
del Ifedec, Capítulo Bolívar @renenunezr
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