La falta de integridad en el ejercicio democrático suele
terminar en vicios, corruptelas y desconfianza en las instituciones como en los
ciudadanos. Giovanni Sartori decía “La democracia solo es capaz de
sobrevivir cuando sea entendida por los ciudadanos”.
La democracia no es simplemente salir los electores a
votar por sus representantes de gobierno. Se trata de que el sistema garantice la
eficiencia, la transparencia, la rendición de cuentas y la participación
ciudadana para prevenir o evitar las crisis políticas, económicas y sociales en
las sociedades.
La democracia, insisto, no se inicia y concluye en la
urna. El voto es el paso inicial para estructurar la complejidad de gobierno
que se precie de serlo. Se exige un voto ejercido con conciencia y calidad,
asociado esta última a la pertinencia de una institucionalidad garante de
amplios derechos civiles, políticos y humanos más allá del mero ejercicio del sufragio.
Igualmente, a la selección de los más capacitados y probos como autoridades
políticas y legislativas, para asegurar una democracia abierta y funcional.
La democracia descansa fundamentalmente en 5 principios:
1. La libertad de: opinión, de asociación, de reunión, de creación, de
protesta, de comunicación social. 2. El trato igualitario de todos los
ciudadanos ante la Constitución y las leyes. 3. El respeto a la diversidad de
pensamientos y acciones (la tolerancia) 4. La solidaridad (inteligente no
incondicional) y 5. La participación de los ciudadanos en todos los espacios
previstos en la normativa constitucional y legal.
El régimen democrático “per se” es transparente. Garante
de que la gestión y los resultados sean conocidos por el pueblo mediante la
rendición de cuentas claras y oportuna. La ciudadanía le asiste el derecho de exigir
explicaciones cuando sus gobernantes y legisladores cometen abusos, corruptela,
fraude o despilfarro con los dineros públicos.
Se trata, entonces, de un compromiso holístico de
eficiencia, probidad y justicia sistémica. La estructura justiciera constituida
es la responsable de velar por que el mandato constitucional se ejerza ajustado
a derecho, a la ética, a los valores y a los planes de compromisos convenidos con
los nacionales.
Las deficiencias en estas materias son muy marcadas y
evidentes en las democracias latinoamericanas. Las instituciones vigilantes y
responsables de controlar la gobernabilidad como el Tribunal Supremo de
Justicia, los tribunales ordinarios, la Fiscalía General del Estado, la Controla
General de la Republica, están altamente politizadas y, por ende, viciadas.
Un sistema de libertades es abierto y participativo.
La tecnología comunicacional de estos tiempos modernos permite, facilita y
garantiza la inclusión de los pueblos en procesos de toma de decisiones públicas.
Hay países, como el novedoso caso de Islandia; donde la población utilizó las
redes sociales como medio de debate, redacción y aprobación de su constitución
nacional. Después de tantos años de desencuentros y conflictos domésticos. Un acto
de conciencia soberana y avance democrático sin precedentes.
La calidad de la democracia tiene que ver también con
la profesionalización, competencia y meritocracia de los funcionarios públicos.
No cabe duda, el conocimiento y la competencia contribuye significativamente a
combatir el mal común de los pueblos atrasados en desarrollo como lo son el nepotismo
y las influencias partidistas en el ejercicio de gobierno.
Los partidos, por su lado, han de ser los primeros en
dar ejemplo de democracia interna y representativa. Procurando y permitiendo a la
militancia escoger sus líderes o autoridades mediante elecciones primarias;
evitando el autoritarismo y la oligarquía en los partidos que tanto daño han
hecho a la gobernabilidad política. Si a la mayoría de las organizaciones
partidistas latinoamericanas se les aplicara los 5 principios antes referidos, muy
pocas de ellas pasarían el examen.
También se hace necesario la regulación de los grupos y
medios de presión a favor de determinados intereses políticos y de gobiernos (Grupos
económicos, financieros y medios de comunicación social)
En resumen, se puede concluir, para que el Estado
pueda cumplir con sus tres fines a los que se debe: proporcionar a sus
ciudadanos bienestar, seguridad y justicia en libertad; se requiere
contar con una democracia y una ciudadanía de calidad.
“La democracia no es el silencio, es la claridad con
que se exponen los problemas y la existencia de medios para resolverlos”. Enrique Múgica Herzog
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Esta columna se publica también en
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