Los conflictos pueden resolverse por las vías de la
justicia, la negociación o mediante uso de la fuerza. En el pasado, la fuerza era
el instrumento utilizado comúnmente por las partes beligerantes para dirimir sus
conflictos tanto en el orden domestico como en el internacional.
Las consecuencias traumáticas que produjeron en el
siglo pasado las dos guerras mundiales, sin duda, produjo felizmente una toma
de conciencia progresiva de los actores protagónicos de sendos desenlaces bélicos
en la apuesta de un acuerdo multilateral de preservación de la paz mundial. Así
nace la ONU en 1945 como ente supranacional para velar por el orden, la
seguridad y la paz del planeta. El derecho interno de los países y el derecho
internacional surgen como los instrumentos justicieros predilectos y garantes
de la convivencia social. Si bien es cierto los conflictos no han desaparecido
ni desaparecerán por completo, no es menos cierto, su frecuencia se redujo
considerablemente en las últimas décadas.
La negociación se trata de eso. De dialogar. Un
proceso donde dos o más partes tienen una confrontación de intereses que deben
resolver pacíficamente. Unos son comunes y otros opuestos.
Venezuela tiene uno desde hace casi dos décadas con la
llegada del Socialismo del Siglo XXI. Un conflicto radicalizado. Con un gobierno
y una oposición negados a buscar una solución concertada a la grave situación política,
económica y social creada por el régimen de turno; cuyas consecuencias nefastas
las padece de manera muy critica la población en general. Los pocos intentos que se han hecho no han
durado mucho tiempo por la impaciencia de unos y el poco interés de otros.
Para los enemigos de la negociación, me permito en lo
académico reiterar la premisa de que la principal virtud de un político y demócrata
es el dialogo. La vida en si es un proceso natural y permanente de negociación.
Pues se negocia con la familia, con los amigos, con el supervisor en el trabajo,
con los sindicatos, con la iglesia, con dirigentes y militantes en partidos
políticos, con empresarios y comerciantes, con organizaciones sociales, con medios
de comunicación, con el mercado para la oferta y la demanda, con los gobiernos
nacional, regional o municipal; en fin, con todos; porque no todos los seres
humanos tenemos los mismos pensamientos e intereses. Ni la solución única del
problema.
El argumento de que no se puede negociar con radicales
u opuestos a los intereses de la otra parte, es falso. No hay situación en el
mundo que no se pueda negociar. No hay problema sin solución.
La historia está repleta de ejemplos de negociación. El
dialogo ha triunfado en las huelgas más difíciles y tensas. Se impuso para terminar
con las dos guerras mundiales, la de Vietnam y la de Corea. Ha sido decisivo en
la toma de rehenes y en revoluciones armadas cruentas.
Negociar con el enemigo no significa entrega ni que una
parte sea más débil o condescendiente con la otra. Se trata de resolver la
crisis que afecta a todos los involucrados. Lo que si es necesario y
conveniente es creer en ella, prepararse y capacitarse para hacerlo bien con
coraje, convicciones y firmeza. No hay que hacer caso a los radicales opuestos a
la negociación. No tienen una opción distinta y viable de solución. Su interés y
fin es impedirla.
La política no es una batalla donde unos se quedan con
todo y otros con nada. Es algo mucho más importante, la búsqueda de soluciones
a los problemas cotidianos de la gente en contra de la oposición de otros. De
dar respuestas a sus necesidades y reclamos.
Que la bancada del oficialismo haya decidido reincorporarse
a la Asamblea Nacional (AN) es una muestra del interés de negociar. Tan así, la
semana pasada, la AN con dialogo logró la creación de una comisión de 11 diputados
(7 opositores y 4 oficialista) con la misión de reestructuración del CNE y la preparación
de unas próximas elecciones libres y fiables. Un primer paso positivo para romper
con el hielo político entre ambos bandos. Ojalá prive la paciencia, la buena
voluntad y el espíritu de bien común y se logre el consenso de una nueva
directiva que inspire confianza y credibilidad en el electorado. Para ello es
vital conformarla con personas independientes y probas. No representantes de
partidos como ha sido hasta ahora la costumbre política. Se supone son árbitros
neutrales. Amanecerá y veremos.
elportachueloderene.blogspot.com Edición 1506
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