Una
familia, una sociedad, una nación, se distingue por sus valores eticos y
sociales. Son los que le dan estructura al comportamiento del ser humano-social
para hacerlo consciente, equilibrado y respetuoso sin afectar negativamente al
prójimo. Representan las cualidades y virtudes de una persona, hecho u objeto.
Claro, cada sociedad los interpreta a su conveniencia. Por ejemplo, la
autoritaria tiene una moral y ética distinta.
Hay
5 valores fundamentales que los pueblos que los han asumido, practicado e
integrado a su cultura democrática, se distinguen hoy del resto por la calidad
de vida y decente exhibida. Ellos son los de la libertad, la responsabilidad,
el respeto, la honestidad y la justicia.
La
reflexión de esta semana, la traigo a propósito de la matriz de opinión
política irrespetuosa y desconsiderada creada estos últimos días por algunos
sectores opositores en contra de un innegable y honorable dirigente demócrata
venezolano: Eduardo Fernández; señalado como uno de los negociadores y
firmantes del acuerdo suscrito con el gobierno en la Casa Amarilla la semana
antepasada. Sus creadores, acostumbrados al oficio de la descalificación
política, sin averiguar ni cerciorarse si Fernández estaba allí, lo llevaron al
paredón de fusilamiento político en las redes sociales junto a Claudio Fermín,
Felipe Mujica y Timoteo Zambrano; paredón por donde ya han pasado, entre otros
líderes, como: Manuel Rosales, Henrique Capriles, Leopoldo López, Lilian
Tintori, Henry Ramos Allup, Julio Borges, María Corina Machado, Miguel Pizarro
(últimamente), Edgar Zambrano y hasta
Juan Guaido. Por cierto; extraña qué no lo hayan hecho con Jorge Roig cuando
estuvo en Santo Domingo como parte del grupo negociador y en representación de
Fedecámaras. Negociar para estos
supuestos demócratas significa “traición a la patria” o “venderse”.
Eduardo
se graduó como abogado, mención “Cum Laude” en la Universidad Católica Andrés
Bello, Profesor de Derecho Constitucional, parlamentario jubilado del anterior
Congreso Nacional; con un Master en Desarrollo Económico en el Instituto de
Estudios Sociales de la Haya y un Master en Ciencias Políticas en la
Universidad Georgetown, Washington. Escritor de varios libros, columnista
semanal. Presidente del Centro
Internacional de Formación de Políticas Publicas, IFEDEC. En 1988 fue candidato
a la Presidencia de la Republica quedando en el segundo lugar con el 40% de los
votos. Su oferta electoral de “una democracia moderna con una economía
productiva, con igualdad de oportunidades para todos, con educación de calidad
y, todo esto, en un clima de excelencia moral, de fraternidad y de solidaridad”
no logro el respaldo mayoritario de la población, el pueblo se volvió a
inclinar por CAP.
Frente
al intento fallido del golpe de estado del 4 de febrero de 1992, Eduardo, sin
importar las simpatías de liderazgo que mostraban las encuestas a su favor para
ese momento, ni los riesgos que
implicaba movilizarse por las calles de Caracas en pleno desarrollo de
la asonada golpista liderada por Chávez Frías, tuvo el coraje, la fortaleza
moral y la absoluta convicción democrática de ir a Venevisión y dirigirse al
país en defensa de la Carta Magna y de la democracia y advertir claramente las
consecuencias país si llegaran a triunfar los golpistas. Mientras todo esto
ocurría, la mayoría de los legisladores desaparecieron y regresaron cuando las fuerzas
militares institucionales lograron contener a los militares rebeldes. Rafael
Caldera, quien nunca aceptó el liderazgo de Eduardo dentro ni fuera de su
partido Copei; conociendo al pueblo y pensando en una reelección presidencial,
ante un congreso pleno de senadores y diputados, se dirigió a la nación con un
discurso populoso prácticamente convalidando las razones que habrían
justificado el intento de golpe a la Constitución de Venezuela. Su intervención
logro el objetivo; pues en los siguientes comicios llego nuevamente a
Miraflores con el apoyo del “chiripero” de partidos. A la población se le hizo
creer, ese entonces, que la conducta asumida por Eduardo Fernández había sido
para defender a Carlos Andrés Pérez y no a la democracia.
Los
últimos 20 años del chavismo madurismo demuestran quienes tenían razones y
quienes fueron los oportunistas y los facilitadores de la destrucción de la
Venezuela de hoy. Con apoyo popular.
Atacar
y desprestigiar a Eduardo, me parece una cobarde y canallada acción política.
Porque si hay en este país una reserva moral y ética, que siempre ha primado
los intereses de la nación por encima de los personales o partidistas, que ha
sido un fiel creyente de la capacidad de los individuos para tomar decisiones,
actuar y asumir sus responsabilidades (la libertad); con cualidades de ser
humano para dar respuesta a los compromisos asumidos bien sean o no de su total
comodidad (responsabilidad); que ha hablado con la verdad y la sinceridad por
delante (honesto); que ha respetado a las personas, las normas, que nunca
ha usado adjetivos despectivos ni
descalificadores de quienes lo adversan o irrespetan; un irreverente defensor
de la equidad social (Justicia), ese ciudadano se llama Eduardo Fernández.
La
tarea de la futura Venezuela diferente continúa pendiente. En 60 años después
de la salida de Pérez Jiménez, a pesar de las inmensas y variadas riquezas
naturales que la Providencia concedió a los venezolanos, no ha podido alcanzar
el desarrollo humano integral y no lo ha logrado simplemente porque no ha
contado con las ideas, el liderazgo y la mano de obra idónea para su
transformación en prosperidad, seguridad y bienestar social.
No
es fácil pero posible. El reto del porvenir venezolano demanda de un consenso
político de sus dirigentes y ciudadanos para salir del régimen de turno, de un
Plan de la Nación a largo plazo viable, compartido, coherente y sostenible en
lo académico y social, con los ejecutores más capacitados y decentes para
garantizar el éxito. El político común piensa solo en la próxima elección y el
Estadista en la próxima generación.
Edición
1499. elportachueloderene.blogspot.com.
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Rene Núñez Rodríguez.
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Se
publica en soynuevaprensadigital.com
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