Seguimos
en la línea de la autocrítica país, única manera de provocar en la sociedad venezolana un reconocimiento y
revisión de una cultura plagada de debilidades, vicios, malas costumbres, violaciones
y conductas “mal habidas”. Creadora de un daño estructural en lo político, ético,
económico y social.
El
tema de la semana, tiene que ver con una práctica anti ética, considerada en
muchos países ilegal y penada. Se ha estado aplicando desde los años sesenta
del siglo pasado hasta el sol de hoy. La diferencia que la de hoy supera con
creces la inmoralidad de un sistema en todos los tiempos republicanos. Me
refiero a la “palanca”; conocida también como
“tráfico de influencias”. Consistente
en utilizar la influencia personal y partidista en ámbitos de gobierno o empresariales,
a través de conexiones con personas para obtener favores o tratamiento
preferencial. En los gobiernos adecos, copeyanos y en el chiripero de Caldera
(segundo gobierno) funcionó la “palanca”. Obviamente, en unos más que otros.
Han
existido dos tipos de palanca, a mi entender. La primera la llamo “palanca mayor”. Por ser la más
determinante e influyente, la practicada desde los partidos y sus altos
jerarcas, y los sectores económicos. Sus opiniones y recomendaciones influyen
en la toma de decisiones del nuevo gobierno a la hora de nombramiento de los funcionarios
públicos como en el otorgamiento de contratos a sectores económicos financiadores
de la campana victoriosa. Ha funcionado para los gobiernos nacional, regional y
municipal. Aquí se originan los primeros
problemas de gobernabilidad, vicios y corruptelas de la administración pública
en ejercicio. Pues no siempre los
ministros, presidentes de corporaciones y empresas o entes públicos reúnen los
requisitos del perfil del cargo asignado. Ni tienen interés y vocación de servidor
público como prioridad. El “concurso de credenciales” brilla por su ausencia y
conveniencia.
La segunda, la
“palanca menor” operaba en la
llamada cuarta República como un compromiso y una solidaridad personal de menor
escala a favor de compañeros de partido, familiares y amigos. Un tráfico de
influencias ejercido por individuos que no eran funcionarios pero tenían algún
tipo de influencia sobre ellos con el propósito de obtener alguna ayuda, por
ejemplo: una beca, un trabajo menor, una casa, un apartamento, un crédito, un
contrato menor, una exoneración o reducción de multas, un permiso legal, una solvencia pública, etc...
Una ayuda que en los primeros tiempos de la democracia, se hizo sin fines de
lucro alguno. La gente se miraba reflejada en las organizaciones partidistas
para lograrla de llegar al poder su tolda. La ayuda se adelantaba en campañas
electorales con entrega de artefactos del hogar, enseres, materiales de
construcción, dinero, etc., a cambio del voto.
Con
la llegada al poder del socialismo del siglo XXI en 1999, el tráfico de
influencias se transformó en una maquinaria de negocios y perversiones a todo
nivel; en una vulgar y escandalosa rentabilidad, jamás conocida...
Ejemplos
sobran; solo por razones de espacio traigo a colación dos: En Ciudad Guayana, en
los 20 años últimos con la pasividad de los sindicatos (hasta hace poco), a los
proveedores y contratistas para darle un contrato, sin licitación alguna, se
les ha estado pidiendo desde la misma oficina del funcionario influyente el 30%
del monto de contrato, como mínimo. Sin contar después la comisión por agilización del pago del cheque por los servicios
prestados.
El
otro ejemplo, muy reciente (menos de 1 mes): me contaba un amigo que por
razones de trabajo en una empresa internacional, requería de un pasaporte
vigente para movilizarse a varios países.
Se puso en contacto con un grupo traficante de influencias en Caracas a través
del cual tuvo que “bajarse de la mula” con la suma de 3.000 dólares para que se
lo entregaran. La economía venezolana no solo esta dolarizada sino también “la
palanca socialista”.
Edición
1496. elportachueloderene.blogspot.com.
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