Hoy, Venezuela paga con más pobreza y destrucción institucional
las consecuencias de la imposición de un modelo de estado rentista durante 60 años
continuos, por hacer de la economía dependiente de la exportación del petróleo.
En todo este tiempo: gobiernos, dirigentes y
ciudadanos, no han dejado de ufanarse de vivir en el país más rico del mundo por
las inmensas reservas petroleras que la providencia concedió a los venezolanos.
Sin embargo, como sociedad sigue sin reconocer la pobreza de ideas y la mano de
obra en la transformación de esa inmensa riqueza en un proceso de desarrollo económico
y social sostenible; creador de prosperidad, seguridad y bienestar social en condiciones
excepcionales. Los fines de todo Estado democrático funcional y humano.
A pesar de que ilustres venezolanos y expertos en materias
de economía y petróleo, alertaron a tiempo las consecuencias de la dependencia
petrolera por ser una actividad muy volátil y cambiante, sujeta a factores
externos fuera de control interno; la sociedad política venezolana no ha podido
hacer realidad los cambios para superarse.
Cuando los precios del crudo criollo subieron, el PIB creció;
como en efecto ocurrió en 1970 durante la primera presidencia de Carlos Andrés Pérez
(CAP). Donde los ingresos nacionales se cuadriplicaron.
10 años después vino el desplome de los precios; encontrando
una industria petrolera con altos costos de producción. Una década que no se aprovechó
para la diversificación de la economía, la creación de suficientes fondos de estabilización
y la aplicación de políticas de ajustes convenientes. Se produjo, lo
previsible, una ola de devaluaciones con efectos devastadores que no ha cesado hasta
del día de hoy. Se pasó de un país
exportador de petróleo y gasolina a un país importador de petróleo y gasolina. Con
refinerías sin producción alguna.
Seriamos injusto no reconocer lo que se hizo en los
primeros cuarenta años de democracia, obras importantes como la ampliación de
Sidor (Plan IV), Guri, El Tablazo, empresas de Guayana y, entre otras obras de
infraestructura importantes, como los aeropuertos internacionales de: Maiquetía,
Margarita y Maracaibo.
Basto que en 1980 se iniciara la caída de precio del
barril petrolero, para que el PIB empezara a contraerse y comenzara el
desempleo y el empobrecimiento del pueblo. Por eso hoy, insisto en la exigencia
a la sociedad venezolana a tomar conciencia del comportamiento político mezquino
frente a las exigencias y oportunidades de cambio que la dinámica política y
económica ha estado requiriendo.
A continuación,
recuerdo los eventos más resaltantes de esos errores que de haber actuado la
sociedad oportuna y correctamente, hoy no se tuviera el país que se tiene:
1.
La
negación al apoyo de las reformas del Estado, las veces que se intentó. Los
intereses electorales de factores democráticos privaron por encima de los de la
república.
2.
El
CAP del segundo gobierno (2 de febrero 1989 y 21 de mayo de 1993) fue otro. Más
consciente de los desaciertos del pasado, la incapacidad para producir
desarrollo nacional bajo el modelo estatista rentista y, tomando en cuenta que el
Estado ya no contaba con recursos suficientes para financiar el gasto público; CAP
llego a Miraflores con una nueva VISION PAIS. Dispuesto a cambiar el viejo
paradigma rentista por uno más liberal, basado en una economía más abierta,
libre y competitiva. Para los cuales había que aplicar a la mayor brevedad un
paquete de ajustes económicos exigentes; a pesar de las consecuencias sociales a
corto plazo que implicaba. No tenía otra opción. Convencido de ello y para
llevarlo a la práctica, se rodea de un grupo de expertos y conocedores de la
materia de planificación y macroeconomía; entre los que se destacaron 4
personajes de alto nivel profesional e intelectual: Ricardo Hausmann, Moisés Naim
y Miguel Rodriguez. Venezolanos hoy reconocidos en el mundo desarrollado por los
servicios meritorios que prestan a empresas y entes internacionales.
La sociedad política oportunista; como era de
esperarse, le dio la espalda. Enseguida comenzaron las críticas “anti política”
“antisistema” de los grupos radicales de izquierda y derecha, las de los
dirigentes partidistas; incluyendo la del propio partido de gobierno (AD); cuyos
dirigentes se sintieron desplazados y excluidos del gobierno. Así se fue
construyendo una matriz de opinión de descredito en contra de CAP; alentada desde
el congreso nacional, los sindicatos, los intelectuales de la izquierda y
algunos medios de comunicación social. El estado de zozobra, de provocación, de
desconfianza, no cabe duda, coadyuvó para lo del “caracazo” y los dos intentos
de golpes de estado fallidos en febrero y noviembre de 1992.
3.
El
4 de febrero de 1992, la sociedad política tampoco se hizo presente para salir
en defensa de la democracia frente al grupo de tenientes coroneles encabezado
por Chávez Frías, en su intento de sacar a CAP de la presidencia por la fuerza.
Solo Eduardo Fernández, tuvo el coraje y la convicción democrática de atreverse
con los riesgos que ello implicaba, salir de madrugada de su casa a Venevisión y
hablarle al país y pedir a todos los factores democráticos rechazar la insurrección
militar. Esfuerzo en vano. Aunque de alguna manera, el mensaje de confianza e
institucional tuvo receptividad en las fuerzas armadas aliadas a la democracia
a mantener la moral republicana y lograr la rendición de los golpistas. El
resto de la clase política apareció en el Congreso días después en una sesión
especial recibiendo a Caldera como orador de orden; quien dio un discurso populoso
justificando la causa de la sublevación. Caldera posteriormente alcanza su segunda
presidencia rodeado del “chiripero”, facciones de rebeldes democráticos y de
izquierda.
4.
Liberado
por indulto de Caldera, Chávez participa en las elecciones presidenciales de
1998 y obtiene una convincente victoria popular, con apoyo de medios de comunicación
social, empresarios, partidos de izquierda y grupos intelectuales. La sociedad volvió
a equivocarse.
5.
En
2005 la sociedad política con ingenuidad democrática decide no participar en
las elecciones parlamentarias (AD, COPEI, PJ y PROYECTO VENEZUELA); dándole a Chávez
un “regalo” inesperado: el control absoluto de la Asamblea Nacional. Ni corto
ni perezoso y envalentonado por el alza de los precios petroleros, Chávez lo aprovecha
para ejecutar y acelerar el plan que trajo bajo la manga “El Socialismo del
siglo XXI”.
6.
Tras
la muerte de Chávez, en 2013 el CNE convoca a unas elecciones presidenciales;
coyuntura que se le presenta a la sociedad venezolana como una oportunidad clave
para recuperar la gobernabilidad democrática y detener la crisis social que se venía
por la caída del precio del barril del petróleo. Nicolas Maduro (candidato de Chávez)
compite con Henrique Capriles, líder de la Oposición. La mayoría del pueblo se
decidió por Maduro derrotando al candidato opositor por una diferencia de
223.599 votos (1,49%). Aunque se habló de fraude, pero la realidad es que la
oposición nunca pudo probar sus resultados. Falló de nuevo la sociedad política
país.
7.
En
2015, la Oposición obtiene una contundente victoria parlamentaria al apoderarse
de 110 escaños vs 55 del PSUV. Un triunfo que tampoco pudieron administrar con
inteligencia y fueron tanto los desaciertos y desencuentros que permitió al régimen
de turno una mayor radicalización desde el poder y no dejar a la AN ejercer sus
funciones.
8.
En
2018 la mayoría de la sociedad política opositora de nuevo reedita el error del
2005 al decidir no participar en elecciones, esta vez presidenciales; alegando
las mismas razones de siempre de la no confianza en el CNE. Se les olvidó que
en el 2015 alcanzaron un triunfo casi absoluto en las legislativas con el mismo
directorio del ente electoral.
Así han sido las cosas, diría Oscar Yáñez.
Empero, nunca es tarde para la rectificación. Todavía
es tiempo de contener la destrucción física y moral de la nación, la ruina económica
nacional y despilfarro de los recursos naturales. Solo se requiere mas inteligencia,
unidad, resistencia, solidaridad y cambio de mentalidad política y modelo de
estado. De esto hablaremos en la próxima edición.
“Solo la unidad del pueblo y la solidaridad de sus
dirigentes garantizan la grandeza de las naciones”. Andrés Bello.
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@renenunez51
Esta columna se publica también en soynuevaprensadigital.com y elcorreofinanciero.com
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