Las
sociedades democráticas de América Latina no han valorizado la importancia de su
participación en los procesos de cambio de sus naciones. Toda su crítica y
frustraciones han estado orientadas hacia la clase política más no a la causa
real principal del problema, la pasividad y complicidad de sus ciudadanos.
No
han sabido ejercer el poder del voto en elecciones de sus líderes y gobiernos. Un
ejercicio prácticamente al azar sin evaluación previa y objetiva de las mejores
propuestas viables y justas y, de los líderes más honestos y capaces de
producir los cambios que la dignidad humana y social demanda. Por otro lado, los
pueblos suelen retirarse a sus casas a esperar los cambios prometidos por el
líder que apoyaron y confiaron.
La
participación y contribución oportuna de opiniones y críticas constructiva y
positiva, independientemente del color o bandera del gobierno de turno, es la clave democrática ciudadana para el
seguimiento y control de una gestión pública.
Espacios de participación existen en las leyes.
Ahora
bien, cuando no la hay, a los gobiernos populosos y maulas se les despeja el
camino para cometer abusos y vicios; amparados por unos poderes públicos débiles
y vulnerables.
Un
cambio de bien político va de la mano de un cambio de bien social. El éxito va
depender del modelo económico consensuado. Sobre este tema escribiré en la
próxima columna.
Ese
proceso requiere de una toma de conciencia social activa y responsable. De la
exigencia de un debate político amplio y libre entre dirigentes y ciudadanos. De
una evaluación objetiva de opciones sobre el modelo de sociedad que se quiere
tener para garantizar el cumplimiento de
los fines de todo Estado democrático como los son los de proporcionar prosperidad, seguridad individual y colectiva y bienestar social
mediante el imperio de la ley. La justicia.
El
instrumento político jurídico para hacerlo es a través de una Asamblea
Constituyente para actualizar y adecuar la constitución y leyes a los cambios demandados por el
soberano. Pero no cualquiera Asamblea Constituyente como las convocada por
gobiernos victoriosos en el inicio de su ejercicio en muchos países latinos. Venezuela, uno de ellos.
Craso
error, porque un proceso tan delicado y determinante en la vida social y humana
como es el de repensar y la reingeniería de la republica a nivel constitucional,
nunca debe hacerse en los tiempos de inicio de un nuevo gobierno; pues estos por
lo general alcanzan el poder con alta popularidad y apoyo mayoritario legislativo;
oportunidad que aprovechan para la imposición de su voluntad política e ideológica.
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