No tengo
duda que la democracia como sistema político está más cerca de la paz que de la
violencia. Hay democracias desarrolladas y democracias menos desarrolladas. Su
vulnerabilidad a la violencia depende fundamentalmente de la consolidación del
estado de derecho y de la eficacia de las políticas públicas de sus gobernantes.
Mientras más populosos, ineficientes, poco transparentes y autoritarios sean
sus gobiernos, mayores posibilidades de tensiones y conflictos domésticos
existirán en la sociedad.
En el
mundo del subdesarrollo suele confundirse la violencia con la fuerza. La fuerza
es el conjunto de medios y procedimientos de que se vale el derecho para
obligar coactivamente el cumplimiento de la norma o ley. En cambio, la
violencia supone el uso ilegítimo de la fuerza; en otras palabras, el uso
indiscriminado de la fuerza sin
ajustarse a principios preestablecidos. La situación se agrava cuando la
violencia opera desde el mismo sistema político.
Nada más
desgarrador en una sociedad de libertades cuando el juicio crítico, la verdad,
la razón del ciudadano queda a merced del manejo sistemático del sub consciente
de los que dirigen el Estado; creándoles
una extrema confusión mental para destruirle su escala de valores y principios.
Los
venezolanos atravesamos por una crisis política, económica, social y cultural
inédita, cuya expresión se manifiesta con el incremento sin control de
violencias como asesinatos, secuestros, torturas, detenciones sin causas
justificadas, robos, exclusiones, expropiaciones y confiscaciones injustificables, conculcaciones de derechos constitucionales, derechos
democráticos y derechos humanos.
En democracias
funcionales, gobierno y oposición se reconocen, se entienden y se respetan los derechos
y espacios políticos. Tienen claro que ellos se deben a los ciudadanos y no los
ciudadanos a ellos. Las desviaciones son controladas y sancionadas por los
poderes competentes en la materia. Priva
el equilibro institucional y jurídico.
Nada de
esto tenemos en la Venezuela de hoy, no la tenemos porque no hay separación de
poderes, el poder ejecutivo se ha adjudicado facultades plenas para decidir la
planeación, ejecución, control y evaluación, no solo del Estado sino de la
“democracia” y la de los ciudadanos.
Un
laberinto, que tiene una salida constitucional como lo es el mecanismo del
referendo revocatorio del presidente de la república pero que el régimen se
niega a reconocer y aceptar. Una consulta al pueblo soberano para decidir si
debe o no continuar dirigiendo los destinos de la nación. De conformidad con la
Carta Magna, tanto el revocatorio como las elecciones de gobernadores deberían
hacerse este año.
La paz
verdadera de los pueblos solo es posible con justicia, y la justicia está
asociada a la gobernabilidad del progreso y desarrollo humano de las personas.
La satisfacción de las necesidades de los ciudadanos sin poner en peligro la de las futuras
generaciones.
La paz se
construye alcanzando y superando los retos de la productividad pública y
privada, de la igualdad social, de la educación, de la salud, del trabajo
decente, de la transparencia pública. Con valores y principios morales y éticos,
con libertad, con tolerancia y respeto.
El
desarrollo sostenible contribuye de manera decisiva a disipar y eliminar estas
causas de conflicto y de la violencia, además de sentar las bases para una paz
duradera. Su finalidad es eliminar la
pobreza y garantizar la prosperidad y bienestar de todas las personas.
El
panorama nacional es inquietante y preocupante; nos dibuja una realidad
histórica objetiva de desaciertos, errores, vicios y desencuentros. Nos llama a
obrar de buena fe por el bien común y
justo. El destino nos condenará sino actuamos ¡ya! con madurez, inteligencia e
imaginación creadora.
“Hemos aprendido a volar
como los pájaros, a nadar como los peces; pero no hemos aprendido el sencillo
arte de vivir como hermanos”. Martin Luther
King.
Presidente
del Ifedec Capítulo Bolívar
@renenunez51
A los
domingos, 8 a 9 am, en ONDA GLOBAL por www.onda973fm.com
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